A las 10 horas de la mañana de este lunes, o un poco antes, saldrá desde el Palau de la Generalitat al Palacio de la Moncloa la respuesta al requerimiento del gobierno de Mariano Rejoy en forma de pregunta binaria sobre si proclamó o no la independencia de Catalunya el pasado día 10. Que nadie espere cualquiera de estas dos cosas de Carles Puigdemont: un movimiento distinto al que realizó en el Parlament y una respuesta que satisfaga al gobierno español. La determinación del president Puigdemont es clara: hacerse fuerte en la estrategia que ha diseñado, aguantar las posiciones y parapetarse en un diálogo que no llega pero en el que continúa insistiendo como la vía más comprensible por la comunidad internacional. En este sentido, la carta que responde el requerimiento del gobierno español e invoca una vez más el diálogo con Mariano Rajoy está pensada fundamentalmente para ser enviada a las cancillerías extranjeras y hacer acopio de una inequívoca voluntad de acuerdo después del referéndum del 1 de octubre. "Hay que atrincherarse en el diálogo, cueste lo que cueste y mientras se pueda; es la opción más creíble y segura para nosotros", en palabras de un activo negociador de estos días.

La pelota vuelve a Mariano Rajoy, cuyo gobierno ya ha hecho saber por activa y por pasiva que el artículo 155 de la Constitución está a punto para ser llevado al Senado para su aprobación. Incluso se han puesto, por parte de Moncloa, nombres para hacerse cargo de este Govern ilegítimo o para formar parte del mismo como Josep Borrell, Josep Piqué, López de Lerma, Duran i Lleida y el mismo delegado del gobierno español en Catalunya, Enric Millo. Supongo que los mismos que dijeron que no se celebraría el 9-N y después aseguraron incluso al presidente de los EE.UU. en la Casa Blanca que el referéndum del 1 de octubre no tendría lugar y no habría ni urnas ni colas en los colegios, ahora habrán pergeñado un tercer documento igual de claro y contundente sobre la viabilidad de proceder con toda normalidad a sacar a Puigdemont de la Generalitat, quien sabe si al conjunto del Govern, y darle a todo ello naturalidad y legitimidad.

 En España quizás sí, aunque Podemos estará en contra y el PNV puede acabar haciéndole la vida imposible a Rajoy en el Congreso. En Catalunya, seguro que no, ya que el 155 acaba siendo un asalto a las instituciones catalanas; y, por lo que se ha visto hasta la fecha, en la opinión pública internacional, no es esta la respuesta que se espera. Una prueba de ello es que no pasa un día sin que se haga público el nombre de una personalidad sondeada para mediar, la última la alcaldesa de París, la  socialista Anne Hidalgo, con muy buenas relaciones con Ada Colau.

Frente a los que le reclaman a Puigdemont que proclame ya la independencia y abandone la "suspensión de los efectos" que declaró en el Parlament, el president catalán asegura que lo más importante en estos momentos es poner en valor el amplio bloque de Junts pel Sí, Catalunya Sí que es Pot y la CUP. Una suma que da 83 de los 135 diputados del Parlament, además de incorporar Barcelona a la mayoría política que aglutina el president. En el otro lado, quedan muy claramente PP y Ciudadanos y acaba siendo enormemente incómoda para dirigentes del PSC, sobre todo algunas personalidades relevantes del mundo municipal como las alcaldesas de l'Hospitalet, Núria Marín, y de Santa Coloma, Núria Parlon. Pero no son las únicas más allá de la dureza dialéctica del PSC, necesitado de no aparecer distante del PSOE pero abrasado electoralmente al no haber ninguna diferencia sustancial con el discurso de Arrimadas y Albiol.