La política tiene estas cosas, hace dos meses el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, recién llegado al palacio de la Moncloa daba instrucciones para que España acogiera al barco Aquarius en el puerto de València. Lo hacía, dijo, por razones humanitarias y 630 migrantes de 31 países africanos y asiáticos pisaban en pocos días tierra firme. Sánchez, aún en estado de gracia, rompía con la gélida respuesta dada hasta la fecha por Mariano Rajoy. Todo eran felicitaciones: la política en el Mediterráneo iba a cambiar. Al fin.

Estuvo bien pero fue tan solo un destello. Los gobernantes tienen estas cosas: gestos grandilocuentes en el momento oportuno y silencio abrumador cuando no hay rédito a la vista. Y los estrategas de la Moncloa deben pensar que en agosto y con las vacaciones de por medio hay pocos votos a pescar. Y, además, está la entrevista en Doñana con Angela Merkel que le había trasladado que gestos individuales en esta materia no eran bien vistos. Sánchez, como antes Rajoy, lo entendió pronto. Y el Aquarius, con otras 141 personas tocando a tu puerta, vuelve a aparecer con una nueva oleada de migrantes y no sabes qué hacer. O lo que haces es justamente lo contrario y te pones de perfil señalando hace tan solo unas horas, el lunes, que España no es el puerto más seguro y que hay otras opciones más cercanas para la acogida.

Ya no va de dignidad sino de intereses. Es poco serio y menos humanitario pero así es la Unión Europea. Y si la primera vez, en junio, el Govern catalán movió pieza sin éxito ya que el puerto elegido era València, en esta ocasión esperó el no del gobierno español y entonces puso a disposición del Aquarius tres puertos gestionados directamente por la Generalitat: Palamós, Vilanova i la Geltrú y Sant Carles de la Ràpita. Todo un órdago del president Quim Torra que les ofrecía un desembarco con todas las garantías y remataba: "Catalunya siempre será tierra de acogida".

El gobierno español evitó el conflicto actuando con celeridad con otros países europeos y asumiendo 60 de los 141 migrantes que recalarán, si no todos buena parte de ellos, en Catalunya. Bien jugado por parte del Govern catalán en su política de no desentenderse de lo que sucede en el Mediterráneo. Habrá que hacerlo tantas veces como haga falta.