El anuncio de la Casa Real británica de que el rey Carlos III padece cáncer, un diagnóstico realizado tras una operación de próstata la semana pasada, coloca nuevamente al monarca frente a la adversidad por una noticia grave e inesperada. Parece que el heredero de la corona de Windsor está hecho para convivir con la desgracia, que le ha ido persiguiendo a lo largo de su vida. Aunque no se han dado explicaciones ni sobre el tipo de cáncer, ni sobre su pronóstico, sí se ha señalado que ha empezado tratamientos regulares este mismo lunes y que confiaba regresar a sus obligaciones públicas tan pronto como le sea posible. Mientras tanto, otros miembros de la familia real británica lo relevarán en algunos menesteres públicos, empezando por Guillermo, su hijo primogénito y príncipe de Gales. Se da la circunstancia de que el palacio de Kensington sorprendió hace tres semanas con un comunicado en el que informaba que Kate Middleton, princesa de Gales, había sido operada con una cirugía abdominal que había sido un éxito y que se encontraba bien, pese a que tendría que permanecer entre diez y catorce días hospitalizada y estaría de baja hasta después de Semana Santa.

La noticia del cáncer de Carlos III se produce a los pocos meses de su coronación, el pasado 6 de mayo, y a los 17 meses de la muerte de la reina Isabel II, a los 96 años. El monarca británico fue el heredero de la corona y el príncipe de Gales con más años de servicio y, a los 73 años, se convirtió en la persona de mayor edad en acceder al trono británico tras la muerte de su madre. La resistencia física de Isabel II, unida a su enorme popularidad, llevó durante mucho tiempo a especular, incluso, con que Carlos no llegara a ser rey y el trono pasara directamente a su hijo Guillermo, cuya fama y admiración, debido en parte a su juventud, supera en la sociedad británica ampliamente a la de su padre, que siempre ha sido visto como un miembro de la realeza estirado y extravagante. Dos adjetivos que siempre han ido por delante de su visión moderna del cambio climático y sus posiciones avanzadas en las políticas de medio ambiente.

No hay nada en el mundo de la realeza que sea tan punitivo como no estar en condiciones de representar el papel que un monarca le toca simbolizar

Aunque Carlos III conservará sus funciones como jefe de Estado y mantendrá su trabajo de despacho con la normalidad que una situación compleja como esta obliga, es evidente que la situación que se va a vivir en el Reino Unido va a ser de una complejidad desconocida. Por eso, se ha optado por evitar especulaciones y, según el palacio de Buckingham, optar por la transparencia con la esperanza de que pueda ayudar a la comprensión ciudadana hacia todos aquellos en el mundo que están afectados por el cáncer. Una transparencia matizada y que solo la evolución futura de la enfermedad marcará la agenda de los próximos tiempos y las medidas que se puedan adoptar.

Para los que hemos sido unos fervientes seguidores de las seis temporadas de la serie de televisión The Crown, acerca del reinado de Isabel II, desde aquella memorable primera temporada en la que cubre el matrimonio de Isabel con Felipe, duque de Edimburgo, en 1947, hasta la última que finaliza con el matrimonio del príncipe Carlos con Camilla Shand en 2005, este cambio de guion bien mercería una séptima temporada, pese a no estar previsto. No hay nada en el mundo de la realeza que sea tan punitivo como no estar en condiciones de representar el papel que un monarca le toca simbolizar. Carlos III, con una vida azarosa y a la sombra muchas veces de la popularidad de una princesa Diana que no ha dejado de perseguirle, deberá luchar, a partir de ahora, además, por no quedarse fuera del foco mucho antes de lo previsto.