No encara el PNV la última semana antes de las elecciones del domingo 21 de abril con buenas fichas encima de la mesa. Su hegemonía en el País Vasco, que se ha traducido en una única derrota desde 1980, en los comicios de 1986, cuando se produjo la ruptura con Carlos Garaikoetxea, que fundaría Eusko Alkartasuna, está en serio riesgo, algo que no había sucedido en casi cuarenta años. Aquella derrota, sin embargo, tenía muchas cosas diferentes: perdió en escaños, pero ganó en votos y, sobre todo, era mayoritario en el espacio nacionalista, ya que quien le adelantó fue el PSE, con el que acabaría pactando.

En esta ocasión, el liderazgo nacional se lo disputa por la izquierda con Bildu, que ha sabido desplegarse con fuerza entre los jóvenes, una franja del votante peneuvista y también absorbe voto de la izquierda española. Solo así puede entenderse que de los 21 escaños que obtuvo hace cuatro años, y que igualaba su mejor resultado de 2012, ahora esté acercándose a la treintena. Y eso que el PNV, aunque va a la baja —pasaría de 31 a 27/28 escaños, según las encuestas— lo hace con una cierta moderación, acorde con su férreo control histórico de muchos de los entresijos del poder que ha controlado invariablemente desde las elecciones de 1980, excepto en el corto período 2009-2012, en que la alianza PSE-PP, o sea Patxi López y Jaime Mayor Oreja, sirvió para que el PNV viera las orejas al lobo, contuviera sus bases más independentistas y volviera a su tradicional gobierno de alianza con los socialistas vascos.

Un pacto tan sólido que la voluntad de PNV y PSE es mantenerlo en el próximo gobierno, aunque Bildu llegara a ganar las elecciones el próximo domingo. Y una situación que Bildu lleva con una cierta tranquilidad, ya que ha comprobado que la paciencia es una buena aliada en su estrategia. Mientras tanto, los abertzales han reforzado su poder municipal con 107 alcaldías frente a las 92 del PNV, y eso que fueron desbancadas de muchas de ellas gracias a la alianza PNV-PSE. Esa cierta tranquilidad solo se podría romper si el peculiar sistema electoral vasco, que otorga 25 escaños a cada provincia, impidiera que la suma entre los peneuvistas y los socialistas llegara a los 38, algo difícil pero no imposible. Entonces tocaría darse la mano con el PP, algo incómodo para Pedro Sánchez, menos para Feijóo, dada la situación política en Madrid.

La hegemonía del PNV en el País Vasco está en serio riesgo, algo que no había sucedido en casi cuarenta años

Habrá que esperar al domingo para conocer todos estos detalles y ver si las previsiones se cumplen. Porque, en términos históricos, lo que ha sucedido en el País Vasco durante tantas décadas, un liderazgo diferente sería muy relevante. Porque lo hemos visto en el pasado en Catalunya —cuando Convergència perdió el poder— o en Andalucía con el PSOE y llegó el PP. Aquí sería, seguramente, sin una alternancia de gobierno, pero el inicio de una maduración a fuego lento en esta dirección. Algo que produce pánico a la derecha, pero que, como se ve a diario, también incomoda a los socialistas. Una cosa es que los votos abertzales apuntalen un gobierno socialista en Madrid y otra que los votos socialistas apuntalen uno abertzale en Vitoria.