Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Esto es lo que ha acabado pasando en la relación entre Gerard Piqué y la selección española o más concretamente con una parte de los aficionados españoles de su selección. Los insultos descarnados a través de las redes sociales, una cierta mofa sobre su compromiso con la selección, su descarado barcelonismo unido a un antimadridismo muchas veces casi epidérmico y su indudable catalanidad han acabado arrojando al foso de los leones a Gerard Piqué. Y así, casi en voz baja, un deportista acostumbrado a convivir con la estridencia, ha dicho basta a la hinchada casposa que pedía, partido a partido, su cabeza por una cosa u otra. El resultado ha sido que después de una noche delirante en la que fue acusado de casi todo durante el partido Albania-España, anunció que pensaba abandonar la selección en 2018, una vez cerrado el ciclo del Mundial de Rusia.

La polémica surgió cuando algunas radios y periódicos de Madrid se sumaron a la marabunta que desde Twitter le acusaba de haber cortado las mangas de su camiseta para no tener que lucir el escudo de España. El tema es que no había escudo en las mangas y tampoco otra identificación. A todo ello, se obviaba que otros futbolistas como el madridista Sergio Ramos habían hecho lo mismo. Pero que más daba: había que disparar contra Piqué y para este relato Ramos era un estorbo. La bola se hizo tan imparable que provocó un comunicado de la Federación explicando que en las mangas no había ninguna identificación. Pero cuando eso sucedió el tema ya era imparable, Piqué había anunciado su adiós en diferido, y pedido a los medios de comunicación que habían alentado la campaña, que rectificaran.

El problema, lamentablemente, es que el caso Piqué no es una anécdota sino que tiene rango de categoría. La permanente exaltación por parte de algunos sectores políticos no ha hecho más que alimentar la catalanofobia. ¿O acaso sale gratis pedir por España firmas contra el referéndum del Estatut? ¿O el discurso, lamentable, de Susana Díaz sobre si los impuestos de los andaluces han de servir para financiar la independencia? De aquellos polvos vienen estos lodos y en medio de esta comedia que muchas veces acaba siendo la política uno puede incluso llevarse las manos a la cabeza. Pero todo acaba teniendo nombres y apellidos.