Abandona España después de más de una década ―llegó a Madrid en 2010― como corresponsal de The New York Times, Raphael Minder, un profesional cualificado y preparado con el que he tenido la oportunidad de conversar en varias ocasiones e intercambiar puntos de vista sobre la situación política en Catalunya y las relaciones entre Catalunya y España. Hizo un libro recomendable en pleno apogeo del procés en el que entrevistó a unas 200 personas, con su reconocida meticulosidad y preparación, titulado The Struggle for Catalonia: Rebels Politics In Spain, que le propuso una editorial inglesa, que no ha sido traducido hasta la fecha, y que en una traducción más o menos libre sería algo así como La lucha por Catalunya: Política rebelde en España. El libro y algunas declaraciones que hizo, como señalar que con la declaración unilateral de independencia de 2017, Catalunya había salido del marco legal español pero que no le había pedido a la gente que hiciera cosas fuera de la ley, y su insistencia en presentar a la sociedad catalana como pacífica, tolerante, dispuesta a movilizarse, pero sin romper físicamente hablando nada, molestó en más de un despacho.

Ahora, ocupará  la corresponsalía del Financial Times en Polonia, siguiendo la estela de esos periodistas todo terreno y con un gran bagaje a sus espaldas, fruto de su estancia en capitales como París, Bruselas y Hong Kong, desde donde cubrió la corresponsalía regional para Asia. Pues bien, Minder, suizo de nacimiento, ha relatado en una entrevista en El País los cambios más significativos de España desde que llegó en 2010 y ha dejado una frase que en la capital española debería hacer reflexionar a más de uno y que demuestra una vez más la importancia de tener una visión periscópica sobre los temas que se producen en la agenda política. Dice Minder lo siguiente: "Llegué a una España sin banderas y ahora vivo en un barrio [de Madrid], Chamberí, donde muchos pasean un perro con un collar de la bandera de España".

No es una frase baladí, ni una boutade de Minder. Refleja el renacimiento de esa España casposa y nacionalista que empezó a activar Aznar con su mayoría absoluta en el año 2000, que se revolvió con el nuevo Estatut que inició sus trámites en el Parlament en 2004, se cepilló convenientemente en el Congreso de los Diputados, fue aprobado pese a todo por el pueblo de Catalunya en 2006 y, finalmente, fue hecho añicos por el Tribunal Constitucional en 2010. Entonces llega Minder a Madrid y asiste a todos los portazos de los sucesivos gobiernos españoles para alcanzar un pacto político: primero fue el rechazo al concierto económico y después a acordar un referéndum de independencia, en línea con el que había obtenido Escocia en 2014 tras el acuerdo entre el premier británico, David Cameron, y el primer ministro escocés, Alex Salmond.

Esa España que ve Minder desde su distrito de Chamberí, el más castizo de Madrid y que rivaliza con Lavapiés, que concentra en estos momentos el lujo inmobiliario y vota al PP el 56% de sus vecinos y a Vox casi el 9% en las últimas elecciones autonómicas de 2021, es la que marca el relato de que hacer y que no hacer con Catalunya. Ya no son los balcones del centro de Madrid con banderas españolas para rivalizar con las independentistas que se colgaron en Catalunya a partir del año 2012. Es, como dice Minder, una situación tan extrema como pasear los perros con la bandera de España y no como un signo de identidad respetable como cualquier otro, sino como una reacción a una demanda planteada por cauces democráticos por la sociedad catalana.