La aprobación de unos presupuestos -y en estos momentos hay unos presentados, los españoles, y otros en tránsito, los catalanes, ya que entrarán en el Parlament el mes de noviembre- suelen ir siempre acompañados de momentos de gran incerteza, de movimientos hacia adelante y hacia atrás, incluso de un tiempo en que parece que realmente van a encallar y, finalmente, de golpe la gran mayoría de las veces se abren camino y logran ser aprobados. Son el ejemplo más evidente de si el ejecutivo tiene o no estabilidad parlamentaria suficiente, aunque eso tampoco es una ciencia exacta, ya que Mariano Rajoy sacó adelante sus cuentas públicas en mayo de 2018, se las prometía muy felices y, muy pocos meses después, en septiembre, Pedro Sánchez ganaba una moción de censura y le desbancaba de la presidencia del Gobierno. Pero, ciertamente, ha sido una excepción.

Mientras el conseller d'Economia, Jaume Giró, está ultimando las cuentas que presentará en el Parlament en las próximas semanas y tanteando si realmente la CUP tiene voluntad real de negociar su aprobación o acabará dejando al Govern en la estacada, la ministra de Hacienda, Maria Jesús Montero, ha dado por abierto el baile para alcanzar el número de diputados suficientes para sacar adelante sus presupuestos. Como marca el protocolo, ha invitado a Esquerra Republicana y al Partido Nacionalista Vasco a salir a la pista, a dejar de lado propuestas incómodas en la negociación -en el caso de Catalunya el traspaso de Rodalies- y a pensar en el interés general. Que no es otra cosa para los sucesivos gobiernos españoles que una invitación a rebajar sus exigencias.

Esquerra tiene la mala experiencia de los últimos presupuestos que también contribuyó a aprobar y, por otro lado, necesita que el primer año de Pere Aragonès como president de la Generalitat los presupuestos catalanes salgan adelante sí o sí. Preferentemente con la CUP, pero cualquier cosa antes de que sean devueltos por el Parlament. De ahí que se haya parapetado en un por ahora no de Esquerra a los presupuestos Generales del Estado. Junts también quiere que sean con la formación anticapitalista, pero en el reciente debate de política general la CUP no dio muestras de ser una formación dispuesta a dar robustez parlamentaria al Govern, sino más bien basculó más hacia posiciones de partido de oposición.

Lo cierto es que más allá de declaraciones voluntaristas como la de la portavoz de Esquerra, Marta Vilalta, asegurando que no aprobarían los presupuestos de la Generalitat con los votos de los socialistas, todo está en el aire y las mayorías parlamentarias por construir. Pero el Govern tiene una ventaja respecto al ejecutivo de Pedro Sánchez: tiene dos comodines -CUP y PSC- mientras el radiante trilero de la Moncloa solo tiene uno que son los partidos independentistas. Porque obviamente no los sacará con PP, con Vox y con Ciudadanos.  Puestos a escoger, parece bastante evidente quien lleva por ahora ventaja.