Pedro Sánchez ya es historia. El político que en muchos momentos ha sido considerado blandengue y casi de mantequilla, el líder de las derrotas más amargas de los socialistas desde toda la transición, el hombre público que ha sufrido un asedio sin parangón de los medios de comunicación afines y distantes, se rindió ayer Ferraz. La sede histórica del PSOE que Sánchez había convertido en su particular El Álamo después de que Felipe González lanzara el pasado miércoles el asalto definitivo al fortín, ha sido entregada a los críticos.
Si el asedio a El Álamo duró trece días y la batalla se zanjó con varios cientos de muertos, aquí en Madrid la jornada que se ha vivido este sábado deja decenas de cadáveres políticos, un partido dividido y exhausto, después de un vergonzoso espectáculo donde han predominado los insultos frente a las ideas. El PSOE es hoy una organización triturada por los que han querido a cualquier precio revertir sus promesas y compromisos con los electores para facilitar un gobierno de derechas, de recorrido incierto e imposibles mayorías parlamentarias.
Pedro Sánchez ha arriesgado tarde y cuando lo ha hecho se ha encontrado con un muro construido al alimón entre la política y los medios de comunicación capitalinos. Se abre paso ahora, seguramente, un acuerdo entre PP y C's con escaños prestados del PSOE o directamente un acuerdo PP-PSOE. En cualquier caso, la fórmula que finalmente se acuerde es lo menos importante ya que lo que realmente cuenta es que los socialistas permitirán un gobierno de Mariano Rajoy.
González ha ganado y con ello ha demostrado que en el PSOE puede mucho más el pasado que el futuro. Los barones se asegurarán una gran estabilidad en sus respectivos feudos y aquellos que gobiernan podrán contar con el apoyo de los populares en comunidades autónomas y ayuntamientos. Podemos queda como único representante de la izquierda y presumiblemente el PSOE inicia con esta decisión el camino hacia su irrelevancia, siguiendo un camino no muy diferente al del PASOK griego.