Badalona, por dos horas, se ha transformado en Los Ángeles. Los Harlem Globetrotters, el equipo de baloncesto más famoso del mundo, ha hecho las delicias de la gente que ha llenado buena parte del Pabellón Olímpico. Acostumbrados a sufrir con la Penya, aunque ya está a un paso de la salvación, los badaloneses han olvidado las angustias durante un día para entregarse a los malabares de unos jugadores norteamericanos inmersos en una gira que todavía los tiene que llevar a Tarragona, Madrid, Sevilla o Córdoba.
El baloncesto es una excusa
Los Globetrotters utilizan el deporte como hilo conductor de un espectáculo casi único. El equipo, formado el año 1926 en Illinois y vestido con sus distintivos colores, acumula más de mil victorias y contadas derrotas en partidos de exhibición. Y por el camino, sin mirar mucho el resultado, involucran al público, predispuesto a poner su granito de arena.
La puesta en escena ha empezado con retraso y algún silbido. Además, el presentador ha confundido los nombres de Badalona y Barcelona. La fonética, hoy, ha sido un obstáculo. Para amenizar la espera, la mascota del equipo ha empezado el juego de las sillas con niños del público antes de que tres adultos salieran a bailar para llevarse un obsequio.
El baloncesto es la excusa perfecta de unos deportistas que entienden cómo funciona el show. En los primeros dos minutos de partido entre los Harlem Globetrotters y los Washington Generals, un rival diseñado a medida, ya se habían anotado 30 puntos. Unos números impensables ni en los partidos más intrascendentales de la NBA.
Entre canastas de cuatro puntos, mates y alley-oops, la gente ha empezado a animarse. Cada jugada, por la pasividad de las dos defensas, parecía la mejor de la jornada en los Estados Unidos. El guion estaba preparado para que los Washington Generals, que ocupaban el marcador visitando en Badalona e interpretaban el papel de antagonistas de la historia, acabaran perdiendo en la segunda mitad.
Y así ha sido. Los Globetrotters, más pendientes de entretener al público, robándole el agua o la merienda, han empezado a mirar la canasta rival después del descanso, cuando la seguridad ha conseguido poner punto final a dos invasiones de pista.
Los jugadores no han dudado en mezclarse con la gente, subiendo a la grada para involucrar a todo el mundo en su espectáculo. Con un Globetrotter sentado en el aro de una canasta y un niño jugando de pívot se han consumido, entre carcajadas, los últimos minutos del partido. 106-104 en un marcador arreglado para darle emoción (artificial).