Ferran Latorre Torres (Barcelona, 1970) nació para llegar a la cima del mundo. Desde los trece años que descubrió el alpinismo: una pasión y una vocación que ha acabado siendo su profesión. Los retos son una constante en su mundo y el proyecto CAT14x8000 es el sueño definitivo de libertad. Confiesa que "el alpinismo es la conquista de lo inútil", pero el ascenso de su último ocho mil, el Everest, servirá para poner en marcha un proyecto científico para estudiar enfermedades relacionadas con problemas respiratorios. En su séptimo intento tiene como finalidad subir por fin los 8.848 metros de la montaña más alta del mundo, y conseguir el premio de ser el primer alpinista catalán en llegar a la cumbre de los catorce picos más altos del mundo sin la ayuda de oxígeno.

¿Quién es Ferran Latorre?
Las personas somos tan absolutamente poliédricas y somos tantas cosas al mismo tiempo, pero yo diría que soy una persona curiosa, o así me gusta reconocerme, y un poco demasiado trascendental con la vida, cosa que a veces pesa como una losa. También me gusta divertirme y hacer frivolidades, pero siempre he tenido esta visión de la existencia y del hecho de vivir, que es una cosa extraordinaria, increíble y que en el fondo es una gran responsabilidad.

¿Qué quería ser de pequeño?
Yo quería ser futbolista. Me encanta el fútbol y quería ser jugador del Barça. Pero en paralelo también surgió mi pasión por ser alpinista.

"Ha sido una pasión, lo es y lo seguirá siendo"

¿El alpinismo es una pasión?
Sí, totalmente. Empezó siendo una pasión, es verdad que con los años es una pasión que va mutando como va mutando una persona a lo largo de su vida. Empezó siendo una pasión muy inocente. Cuando era pequeño hacía montaña y me apasionaba mucho; con la juventud fue otra cosa; ahora además es una profesión y un objetivo profesional pero nunca he querido que dejara de ser la pasión que fue al principio. Por lo tanto, ha sido una pasión, lo es y lo seguirá siendo.

¿De dónde surgió?
Surgió hacia los trece años y con la combinación de la Punta Alta fue cuando vi que era aquello el alpinismo. Fue la primera vez en que subí una montaña realmente con pinta de montaña alpina. Es una cumbre muy cumbre y allí se despertó mi pasión. Allí decidí que en mi vida quería que hubiera alpinismo y años más tarde sin quererlo acabé siendo profesional y sobre todo por la etapa en qué trabajé para el programa Al filo de lo imposible, a partir de 1998.

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Foto: Ferran Latorre

¿Acaba siendo una manera de vivir?
Yo siempre digo que este proyecto de los 14 ocho mil no es un proyecto deportivo y es una cosa más. Para mí es un proyecto de vida, es un proyecto de comunicación, es un proyecto que me permite explicar cosas, pero básicamente es un proyecto vital porque mi vida gira en torno a eso.

¿Qué significa el proyecto de subir los 14 ocho mil?
Todos buscamos conseguir hitos a lo largo de nuestra vida que nos dejen tranquilos con nosotros mismos, que cierren ciertos ciclos, que justifiquen haber escogido algunos caminos en la vida y haber dejado otros. Supongo que el proyecto de acabar los 14 es muy redondo y que tiene un principio, tiene un recorrido largo y un final. En este sentido, acabar los 14 supone, aparte de lo bonito que es poder decir que he estado en la cima de todas las montañas más altas del planeta y de las más bonitas, haber cerrado un ciclo de mi vida y poder quedarme tranquilo conmigo mismo.

Podría ser el primer catalán en hacerlo sin oxígeno.
Mi objetivo no es ser el primer catalán en subir los catorce ocho mil. Yo quiero subir los catorce y la sensación que me producirá es 9 sobre 10 y, evidentemente, hay este 1 añadido que si además soy el primer catalán, pues fantástico. La satisfacción que sentiré allí arriba es independiente de las estadísticas, porque es un proyecto personal muy interiorizado y muy mío. La importancia de ser el primer catalán es relativa, pero hace ilusión contribuir a un hito para mi país y poner una pequeña piedra en la historia del alpinismo catalán.

¿Ve competencia con Òscar Cadiach para ser el primer catalán?
Quiero desterrar estas cosas de la competición. Es normal que se vea así desde fuera. A todo el mundo le hace ilusión ser el primero en algo y ser el primer alpinista catalán escalando los 14 ocho mil. Creo que esta parte de vanidad es humana, pero como todo en la vida es una cuestión de medida. Todos somos egoístas, todos tenemos vanidad, todos tenemos ambiciones, pero lo importante es que tenga la medida justa y que no nos desborde ni sea la principal motivación de una cosa. La motivación ha ser algo más puro que ganar o ser el primero. Yo lo quiero tener en un rincón.

Y cuando alcanza la cumbre también lo hace con la senyera.
Siempre he llevado la senyera. La gente que hace alpinismo la conoce porque ha recorrido mucho mundo, ha viajado y sabe de muchas problemáticas que hay en el mundo. Conocen Barcelona, el Barça y también la realidad de Catalunya.

¿Y la gente de Nepal también?
La gente de Nepal conoce muy bien Catalunya porque hay muchísima afición y conexión. En Catalunya, la tercera federación con más federados es la de alpinismo de escalada y, por tanto, hay mucha gente que hace excursionismo, alpinismo, escalada o esquí de montaña, y mucha de esta gente viaja a Nepal. Y todos los que viven en torno al mundo del turismo y del trekking conocen Catalunya y Barcelona.

"Yo soy catalán y cuando me preguntan digo de dónde soy y lo vivo con total y absoluta normalidad"

¿Se podría decir que exporta Catalunya al mundo?
Yo soy catalán y cuando me preguntan digo de dónde soy y lo vivo con total y absoluta normalidad. La gente, además, lo entiende perfectamente.

¿Cuando llega a la cima qué siente?
Depende de la expedición porque cada una representa un momento vital de tu vida. Algunas han sido más duras que de otras... se hace difícil decir qué sientes. En general tienes la satisfacción de haber cumplido un objetivo difícil, que has cumplido una cosa en un lugar fantástico, la fuerza telúrica de llegar a la cima y estar en este metro cuadrado exclusivo.

¿El Everest es un sueño?
Es un sueño que surgió a los 13 años cuando subí la Punta Alta, mi primer 3.000, y en esa época había leído el libro de Peter Habeler, el primero que subió al Everest sin oxígeno. Y esas cosas hicieron que a aquel adolescente le naciera este deseo de un día escalar el Everest. Es bonito haber mantenido la llama inocente de la infancia y la he llevado hasta hoy, que tengo 46 años y todavía con el deseo de querer subir. No dejo nunca de recordar aquel momento.

Y subirá por la ruta clásica.
Subiré al Everest por la ruta clásica o normal haciendo referencia a que fue la ruta que se utilizó para subir por primera vez el año 1953. Es la ruta original y por la que también subió por primera vez sin oxígeno en 1978, precisamente Peter Habeler. Seguiré los pasos de la primera ascensión sin oxígeno.

"Frustra a un poco haber estado seis veces en el Everest y no haber subido todavía"

De momento, seis intentos y sin cumbre.
Frustra un poco haber estado seis veces en el Everest y no haber subido todavía, pero tienes que coger la parte positiva de todo lo que ha pasado. Si hubiera subido no acabaría esta historia de los 14 ocho mil con el Everest. Pienso que es muy bonito tener la oportunidad de alguna manera que este final sea con esta montaña y para que haya como un final épico de la historia.

En el último intento salvó la vida a un sherpa.
En aquel momento tienes claro qué tienes que hacer y también tienes claro todo lo que eso supone. Cuando decides bajar actúas con mucha frialdad, cambias el chip y pones los cinco sentidos en que aquella bajada haya servido de algo.

¿Actuó como un héroe?
Es una palabra que odio. No me gusta nada y me siento muy incómodo. Yo fui héroe de la misma manera que todos lo somos. Llevar la vida adelante con nuestros problemas y todas las dificultades que hay, no deja de ser una heroicidad y sinceramente pienso que soy héroe en la misma medida que los otros, pero por un camino diferente. La sobrevalorización de la heroicidad en el alpinismo siempre me ha molestado. Lo entiendo, soy un poco contradictorio, pero no le quiero dar la importancia que se le da.

Y detrás del ascenso al Everest habrá un estudio científico.
Estoy muy contento de que haya este proyecto científico en torno a la expedición, que puede ayudar a estudiar enfermedades relacionadas con problemas respiratorios. El alpinismo es una actividad muy inútil; es la conquista de lo inútil, pero me alegro de que pueda ser pragmáticamente útil en algo de la humanidad. Estoy muy contento con que esta comunidad científica se haya fijado en mí para llevar a cabo el estudio. Lo agradezco mucho y es una satisfacción que he tenido en este proyecto de haber sido capaz de crear complicidades con mucha gente e, incluso, con científicos.

¿Se tiene que regular más el control en el Everest de los turistas que se creen alpinistas?
Creo que en el Everest se tendría que regular, pero tampoco va tanta gente inexperta. Hay un 5% de la gente que no está a la altura de hacer eso. Y también es verdad que estos no consiguen pisar la cumbre o se marchan antes de tiempo porque ven que aquello no va con ellos. Pero sí creo que se tendría que regular un poco, de hecho, yo ya intento que Nepal pida una experiencia previa contrastada para hacer el Everest o que se haya hecho un ocho mil antes, por dos razones: porque dignificaría el Everest y sería más difícil de hacer, como también generaría más actividad turística en Nepal. Hay mucha gente que solo va para hacer el Everest.

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Foto: Yannick Graziani

¿A qué tiene más respeto?
Al Everest con la altura, la falta de oxígeno y mi capacidad fisiológica real de poder hacerlo.

¿Cuál es su momento más complicado en la montaña?
El momento más duro fue en el propio Everest cuándo nos estábamos aclimatando en una montaña vecina y se produjo la muerte de Xavi Lamas, un compañero de expedición. No hay cosa más terrorífica que la muerte de cualquier ser humano y, evidentemente, de un amigo en la montaña donde vas con la inocencia de querer cumplir un sueño.

"El alpinismo es el deporte más duro que hay"

¿Ser alpinista es duro?
Yo creo es el deporte más duro que hay. Físicamente es muy duro, psicológicamente es muy duro y vitalmente es duro porque es un deporte que te coge mucho tiempo y te desconecta de la realidad. Pero cuando digo duro, digo fascinante al mismo tiempo. Te pone al límite, te toma mucho tiempo de alegría que te hace desconectar de tu propia realidad y te la hace ver desde otro lugar.

Es su lucha con la montaña.
El alpinismo es uno de los pocos deportes que no hace falta que haya dos equipos o dos personas para hacerlo. La mayoría de deportes están concebidos para competir contra otro y el alpinismo está concebido para competir tú contra ti mismo, tú contra tus dudas, tú contra tu capacidad física, tú contra las dificultades técnicas... Trasladar los esquemas clásicos del deporte al alpinismo es un desajuste en el que no cuadran las cosas.

En el alpinismo también son muy importantes los compañeros de viaje.
Es un viaje que al final lo haces y lo sufres tú solo, pero compartir tus dudas, los sufrimientos o las satisfacciones es importante. Es un deporte en el que los compañeros te ayudan psicológicamente. Estás lejos de casa, pasas muchos días fuera, las decisiones se toman lentamente, los días son largos... puedes pasar por todos los estados posibles. No solo técnicamente hablando o por la fuerza física, también por tener a alguien en quien apoyarte. La ayuda de un compañero es vital.

Y cuando haya alcanzado la cumbre del Everest, ¿qué pasará?
Creo que será tan intenso y tan fuerte que no sé qué Ferran nuevo nacerá. Estoy seguro de que todavía me quedan dos o tres cosas a nivel de alpinismo por hacer que me harían ilusión. A nivel profesional estoy dando bastantes charlas de motivación, acontecimientos deportivos, me gusta el mundo audiovisual, escribir, filmar, hacer fotografías.

¿Habrá una retirada definitiva?
Seguro. A nivel profesional, sí. Pero seguir haciendo montaña como aficionado siempre lo haré, porque me encanta, me da placer, me da equilibrio personal y eso siempre estará en mi vida.

¿Y escribirá un libro?
Hace tiempo que me he planteado la idea de escribir un libro, pero no quiero escribirlo porque toque. Antes quiero encontrar las razones verdaderas y, si las encuentro, creo que será un libro distinto.