Cuanto más ganas, más eres carne de crítica. Muy pocas veces un entrenador se juega la reputación en un partido de fútbol como la expone esta noche (20.45 h.), en el Allianz Arena de Munich, Pep Guardiola, técnico del Bayern, contra el Atlético de Madrid, por un puesto en la final de la Champions League, que se disputará en Milán el próximo 28 de mayo. Es el partido en el que Pep intenta salir del jaque al que le somete la crítica alemana, en el que volverá a intentar convencer con su estilo.

Si Diego Pablo Simeone, entrenador del Atlético, queda eliminado hoy, después de haber tenido la ventaja de 1-0, seguramente no le caerá ninguna crítica feroz. Simeone no ha ganado ninguna Champions, y sí, en cambio, fastidió al Barça el título de Liga del 2014. Y ya perdió en la prórroga una Champions que en el minuto 90 tenía ganada. No pasó nada. Fue un éxito. La frase de "si se cree y se trabaja, se puede" se quedó ahí. Una frase bonita.

Ganar obliga a seguir ganando

Pep Guardiola ganó dos Champions con el Barça y tres títulos de Liga y tuvo otros éxitos de renombre. Y en el Bayern, equipo que dejará al final de esta temporada, ha ganado tres Bundesliga y ha sido tres veces semifinalista de la Champions. Si no gana este título, Guardiola no pasará a la historia del mejor club alemán como un entrenador exitoso. Entrará en ese álbum sólo como un técnico que quiso cambiar el estilo del fútbol alemán, y uno más que conquistó la liga alemana con el Bayern.

"Los alemanes siempre han esperado y contraatacado. Yo he intentado hacer todo lo contrario: encerrar al rival". Esa frase de Guardiola en la última conferencia de prensa es una simple contestación a los críticos acérrimos que ha tenido en su paso por el fútbol alemán, al que Pep vive agradecido porque, según dijo, ha salido reforzado y ha aprendido mucho. "Aquí he aprendido a solucionar situaciones difíciles que en el Barça me solucionaban los jugadores", añadió Pep.

La importancia de la semifinal de esta noche es espectacular para el entrenador catalán. Haber ganado le obliga a ganar. Pero él nunca ha querido ganar como sea. Ha sido fiel a su estilo. Ha querido seguir letra a letra el discurso de su maestro Johan Cruyff, con comas y con puntos, y con todo lo que él le ha añadido.

La esencia

El fútbol, como todo en la vida, tiene diferentes esencias. Guardiola busca la belleza. Quiere tener el balón siempre porque si lo tiene no hace falta defender porque sólo hay una pelota, decía Cruyff. El fútbol se juega con el cerebro. Debes estar en el lugar y momento adecuado. Ni demasiado pronto, ni demasiado tarde. También lo decía Johan y son algunas de las clases que suele dar Guardiola en Alemania.

Y por esas ideas, y por buscar esa belleza, por cautivar, por enamorar con su fútbol al mundo como lo hizo en su etapa barcelonista, y pretender hacerlo en un país donde lo que más cuenta es el pragmatismo, lo que más suma son los resultados, Guardiola se juega su reputación. No dejará de ser un grandísimo entrenador para otros mundos futbolísticos, pero para los alemanes conquistar Europa es un objetivo. Al precio que sea.

Contra tres que quieren lo mismo

Guardiola se encuentra, además, con rivales que desean lo mismo que él, con otro estilo, con otra esencia, practicando otro tipo de fútbol. Con otros tres entrenadores que nunca han ganado esta competición. Seguramente Manuel Pellegrini desearía retirarse del Manchester City, donde le sustituirá Guardiola, con ese título. Nadie negará que Simeone arde en deseos de pasar a la historia como el técnico que creyó y pudo convertir su sueño de campeón de Europa. Y Zinedine Zidane, que lo ganó casi todo en su etapa de futbolista, soñará con un estreno tan espectacular en su primer año de entrenador.

Pero Guardiola quiere esta Champions por algo más. Por tener algo grande que dedicar a la memoria de Johan Cruyff. Por la esencia del fútbol.