La situación de Ronald Araújo en el FC Barcelona ha dado un giro radical. De ser un central indiscutible y una de las grandes esperanzas defensivas del club, el uruguayo comienza el nuevo curso en una posición sorprendentemente marginal: como cuarto central en la rotación. Esta degradación deportiva, impensable hace apenas dos años, marca un punto de inflexión en su trayectoria como azulgrana.
Durante las últimas temporadas, Araújo se consolidó como uno de los referentes en la zaga, valorado por su contundencia, velocidad y capacidad de liderazgo. Su renovación fue interpretada como una apuesta estratégica del club por blindar su defensa a medio plazo. Sin embargo, las decisiones técnicas de la nueva dirección deportiva, unidas al ascenso de otros jugadores, han relegado a Araújo a un papel muy alejado de aquel protagonismo. Su nombre ya no figura entre los tres centrales con más peso para el cuerpo técnico.
Lo llamativo en este caso es que Hansi Flick, pese a sus valoraciones positivas hacia el jugador, no lo incluye entre sus piezas prioritarias. El entrenador alemán ha mostrado preferencia por Pau Cubarsí, Íñigo Martínez y Eric García, todos ellos por delante del uruguayo en los planes iniciales. Incluso Andreas Christensen, a pesar de que no cuenta con el mismo respaldo del técnico, conserva más estatus institucional dentro del equipo. En ese contexto, Araújo ha pasado de ser una pieza básica a ocupar el último peldaño en la jerarquía de la defensa.
Un cambio de rol que simboliza un declive inesperado
Hace dos veranos, nadie habría imaginado que Araújo comenzaría una temporada sin apenas garantías de minutos. Su rendimiento, aunque condicionado por problemas físicos puntuales, no parecía justificar una caída tan brusca. Pero la irrupción de Cubarsí, la consolidación de Íñigo Martínez y el regreso con buen nivel de Eric García han configurado un panorama adverso para el central charrúa. A esto se suman los movimientos estratégicos del club, que ha optado por reforzar otras parcelas antes que apuntalar aún más la línea defensiva, dejando claro que no hay espacio prioritario para Araújo.

El cambio de estatus es aún más significativo considerando la cláusula de salida que figura en su contrato, válida hasta el final de julio, con una cifra fijada en 65 millones de euros. Esta circunstancia abre una posibilidad real de traspaso si algún club decide apostar por él en el tramo final del mercado. De no producirse esa salida, su continuidad en el Barça implicaría aceptar un rol secundario que, dadas sus condiciones y ambiciones, puede resultar difícil de sostener.
Permanecer implicaría convivir con una pérdida de relevancia deportiva y asumir un escenario que dista mucho del que ocupó en temporadas anteriores. Salir, en cambio, podría ofrecerle la oportunidad de recuperar el protagonismo que ha perdido. En cualquier caso, la situación actual refleja un giro de guion severo en la carrera de Araújo dentro del FC Barcelona. Una degradación en toda regla.