Ser un artista emergente y no firmar una buena oferta discográfica puede parecer un suicidio laboral, pero también un acto revolucionario. O, cuando menos, anticapitalista. Esta falsa concepción de que sin discográfica no se puede vivir dignamente de la música viene implementada por un sistema capitalista que se ha visto traquetear con la entrada de internet, donde muchos artistas independientes han podido publicar sus canciones sin invertir mucho.

Es contradictorio para muchos artistas hacer música de calle – como el trap – en un mercado underground y firmar con una multinacional. Yung Beef declara en su última entrevista que firmar con una discográfica es como dejar de trabajar en una panadería de tu barrio, con clientes que conoces, para hacer pan de 90 céntimos que se vende en multinacionales. Y añade que, si sientes amor por la gente, procurarás que coman el mejor pan aunque tú generes menos dinero. Este equivalente - muy bien encontrado - nos hace recordar que defender el mercado local es una cosa que se ha puesto sobre la mesa en los últimos años, pero la defensa de los artistas independientes todavía tiene que llegar.

En el trap todo eso se intensifica mucho más que en otros géneros musicales, ya que cuesta creerse una música que habla de marginalidad y calle pero que está gravada desde un estudio de millones de euros dirigido por personas con traje y corbata, donde se pierde prácticamente toda su esencia. Y lo mismo pasa en el mercado underground - entendiendo este como la alternativa no comercial a la cultura dominante – considerando que, en la industria musical, la cultura dominante son las grandes discográficas.

Una música que habla de marginalidad y calle pero que está grabada desde un estudio de millones de euros dirigido por personas con corbata cuesta de creer

El patrón que se sigue dentro de los gustos musicales es muy simple; cuanto más popular y cuanto más lo escuchamos, más nos gusta. Y aquí indiscutiblemente salen ganando las discográficas, ya que tienen mucho más poder económico y adquisitivo que cualquier artista. Suenas en las radios con más audiencia, estás en los festivales más populares y además, invierten en publicidad y en comprar visitas.

Ahora bien, todo eso también se puede conseguir de forma independiente. El proceso seguramente es mucho más largo y complicado, sobre todo si eres un artista emergente, pero es el poder popular el encargado de dar visibilidad a estos artistas; proponiéndoles para las fiestas mayores, pidiendo su música en las radios, compartiendo las canciones que les gustan y apostando por sellos autogestionados. Parece mucha responsabilidad para la ciudadanía, pero esta también obtiene un beneficio; música pura, sin filtros, al margen del sistema, en un mercado lineal y underground autodirigido por personas a quienes simplemente les gusta la música, generando una cantidad de dinero lógica para los artistas y no enriqueciendo a quien ya es multimillonario.