El escritor Vicenç Villatoro Lamolla (Terraza, 1957) cierra su trilogía de la identidad y la migración con La casa dels avis (Proa), la historia de Artur Lamolla y Llúcia Vives, sus abuelos maternos. A través de ellos, hace un recorrido por la historia del siglo XX catalán, marcada por la guerra civil, el exilio y el franquismo. Periodista en el Diari de Terrassa, El Correo Catalán, Avui –que dirigió– y TV3, exdirector general de Promoción Cultural, de la Corporación Catalana de Radio y Televisión, del Institut Ramon Llull y del Centre de Cultura Contemporània (CCCB), exdiputado y colaborador de varios medios de comunicación, su obra se ha traducido al castellano, el alemán, el francés y el italiano.

Vicenç Villatoro - Sergi Alcàzar

Vicenç Villatoro/Sergi Alcàzar

Cierra con La casa dels avis la trilogía sobre la identidad y la migración iniciada con Un home que se'n va, sobre su familia paterna, y continuada con El retorn dels Bassat.

Creo que los libros forman parte de una trilogía en mi concepción, pero para el lector pueden ser una trilogía o no. Es una trilogía un poco sobrevenida, no inicial. Lo que es inicial es hablar de la identidad y la inmigración y hacerlo a través de este tipo de literatura de no ficción. Una de las muchas características del presente es que pedimos a la literatura un dring de verdad. Una veracidad. En otros momentos quizás la literatura era un juego o la invención de mundos inexistentes, pero ahora el sabor de la verdad nos gusta. A la hora de pensar narrativamente sobre la migración pensé sobre la historia del abuelo Villatoro. Y en ella se agotaba. Pero cuando estaba escribiéndola se me aparecieron, no de manera simultánea, que la identidad que yo había marcado mucho con los orígenes familiares tenía otras fuentes. A través del conocimiento con Lluís Bassat vi que la identidad era la familia, pero también podía serlo la cultura, la lengua, la religión. Descubrí tardíamente que Roger Bartra hablaba de las identidades de sangre y de tinta, y podía buscar, a través de los Bassat, esta identidad de tinta. Además, los Bassat me servían, visto en perspectiva, para combatir la idea de que sólo quería a mi familia.

¿Por qué?

Yo utilizo a mi familia o la de Lluís Bassat porque me van bien para lo que quiero explicar. A través de mi abuelo materno, Artur Lamolla, puedo hablar de los que no emigran o de los que se toman el exilio como un paréntesis. En un cierto sentido no se han marchado nunca. Son fuera de casa, pero casa sigue siendo casa. Hay una idea de que me obsesiona y habíamos hecho cosas al CCCB, como es la fuerza del lugar No es igual que el CCCB esté en el Raval que el Eixample o en Matadepera. El espacio físico, la tierra, es portadora de identidad.

¿En este caso, el lugar es la casa de Canet que ya no está?

Más bien la noción de casa. Cuando pensaba el libro leí que Josep Maria Esquirol decía que la frase "volver a casa" es una redundancia. Si hablaba de mis abuelos, hay una cosa que me une como es la casa de Canet, que para mí es la casa de los abuelos, pero intento que toda su vida se encarne en casas: la casa de la vía, que encarna la posguerra, la Casa del Pueblo, lo que define lo que eran. Iban a bailar, a hacer política, y, además, tienen un vínculo familiar. Y como todo tiene una resonancia con nuestro presente, la casa vacía, que no ha dejado de serlo, es decir, la casa del exilio o de la prisión. Por lo tanto, me interesa más la evocación que la casa estricta. Como la mía es una familia mesocrática por la banda baja, no tenemos una casa solariega ni un jardín de los Finzi-Contini.

El abuelo Artur nace y muere en Canet, pero él mismo y sus antepasados no han parado de moverse.

Tenía la duda de sí empezar el libro en los abuelos o ir atrás. Pienso que era importante ir atrás por dos razones. El libro es un intento de desmentido del carácter coyuntural de los fenómenos. Las cosas empiezan y acaban hoy por hoy. Ir atrás es ver que todo lo que pasa es efecto de aquello que ha pasado y es efecto de aquello que pasará. Y la otra es que cuando yo quería que los Lamolla fueran los que representan la tierra en esta trilogía, hace tres días venían de fuera. Por lo tanto, la tierra también se adquiere. También te apuntas. Por eso el "procés" catalán –y buena parte de los procesos independentistas– son procesos de sedimentación de migraciones sucesivas.

La tierra, es portadora de identidad, pero también se adquiere

Vicenç Villatoro - Sergi Alcàzar

Vicenç Villatoro/Sergi Alcàzar

Los Lammoglia de Maratea, tienen una tradición de caldereros y trabajadores del metal nómadas, pero que se instalan en Catalunya.

Pienso que deben ser por factores muy personales, vinculados a matrimonios, pero los nómadas de Maratea volvían a casa y mis antepasados no vuelven. Todo tiene que ver con el gran cambio del siglo XIX: Las guerras napoleónicas, los efectos de las revoluciones, la tensión entre Antiguo y Nuevo Régimen que aquí se encarna en la lucha entre carlistas y liberales..., descoloca. Una cosa sorprendente es que yo tenía una idea del Mezzogiorno italiano miserable, a partir de Cristo se detuvo en Èboli de Carlo Levi, que no se aviene con el esplendor y la potencia del Reino de Nápoles del siglo XVIII. La Unificación italiana no es de un Norte avanzado que conquista un Sur retrasado, sino que hay un control de acceso a la Modernidad. Me cambió la idea sobre Italia.

Su antepasado Vinzenzo Lammoglia es, para Usted, una especie de héroe romántico.

Con los abuelos no puedes hacerlo porque los has conocido, tampoco con los bisabuelos, porque que tienes más noticias de cómo era, pero en alguien que sólo es un nombre y unos papeles, puedes proyectar cosas. Y para mí este hombre que muere joven, que se tenía que casar con una chica y al final se casa con otra, que se ha pasado años haciendo la guerra... más bien me gusta imaginármelo como un Fabrizio del Dongo. Este era otro objetivo de ir atrás: hacer un homenaje no explícito, para uno mismo, en varias obras y narrar cada capítulo a partir de un mito literario. Maratea es, en parte, el mito del Gattopardo o de El jardín de los Finzi-Contini. Los carlismos son un homenaje a Perucho y el western a la catalana. Lleida es La fiebre de Oro y Canet es el mito indiano.

Hablaba de los mitos de la literatura que lo han ayudado a construir el libro, pero el cierto es que cuando hace la investigación se encuentra muchos vacíos.

De buena parte de la gente del XIX sólo tenemos rastros de los actos administrativos que los afectan: nacimiento, boda y muerte. La máxima fuente son los registros parroquiales. A veces hay documentación añadida, como en el caso del antepasado de Maratea que al ser extranjero tiene que hacer una declaración cuando se quiere casar. Si no quieres novelar, el fundamento que tienes es muy tenue.

Los pobres dejan a pocos testimonios.

Me doy cuenta de esta diferencia entre pobres y ricos en el caso de los dos hermanos de Maratea. Uno hace fortuna y el otro, no. Del primero hay artesa de papeles y del otro, bien poca cosa. Hay una relación entre la renta y el rastro que uno deja, ya que buena parte de lo que queda son contratos, testamentos, compraventas y eso un pobre no hace.

En esta rama menestral que es la suya hay enseguida una identificación con el republicanismo y el catalanismo, que serán los ideales de su abuelo Artur.

Enseguida, una familia venida del Reino de Nápoles entra en la dinámica catalana de carlistas y liberales, de hacer de Lleida una gran ciudad, y la revolución industrial que permite que se arraiguen en ciudades como Terrassa. Pero, al mismo tiempo, no hay grandes contradicciones ideológicas en las diferentes generaciones. La primera politización que encuentro es un republicanismo que evoluciona hacia el republicanismo catalanista con la Solidaridad Catalana. Un señor que podía haber estado al lado de Lerroux a partir de un determinado momento puede ir a recibir Cambó que va a Canet a reponerse del atentado que sufre durante la campaña de Solidaritat. Porque no es que sea de la Liga, pero está a la familia del catalanismo. De un catalanismo popular, tanto político como cultural. Es decir, el excursionismo, el canto coral, las sardanas.

El que lo vivirá más intensamente será Artur Lamolla.

No sé si él lo es más que los otros, pero con él la historia se acelera y aquello que es, se convierte en más trascendente para la historia.

La Historia en mayúscula lo afecta directamente.

Un día me pidieron que escogiera la novela que mejor explicaba el siglo XIX y yo escogí El jardín de los Finzi Contini, de Giorgio Bassani. El esquema es que hay un jardín, que quizás no era tan maravilloso, pero ha quedado en la memoria así. Viene una tormenta que lo destruye. Y vuelves al jardín, que ya no es el que era, pero tienes que vivir allí, recordando los que no están. Esta es la historia de los Villatoro, de los Bassat y de los Lamolla. Había un mundo de antes de la guerra, peor o mejor. La guerra se carga este mundo y después de la tormenta, todavía eres y está el solar donde tienes que vivir, recordando el jardín y tratando de evitar que lo que queda se pierda. Lo que diferencia a Artur Lamolla de su padre es que a él le toca la tormenta de la Historia de lleno.

Hay un momento en que dice que su abuela hablaba de antes de la guerra, y no se refería estrictamente al momento justo antes sino en todo un mundo.

En el mundo de ayer, sin conocer a Stefan Zweig. Antes de la guerra no era la víspera, sino todo lo que había antes.

También dice que de muy mayor también se exclamaba de lo que pasaba en un mundo incompresible, habiendo pasado guerras, encarcelamientos, dictaduras...

Estoy leyendo Madres e hijos de Theodor Kallifatides y me encuentro que su madre, que ha vivido la guerra, le han matado al marido, lo han encarcelado, hace igual. ¡Delante de la tele se exclama de un mundo que le parece que está girado!

La República es el momento que parece que sus ideales y sus vidas están en plenitud, pero realmente es un periodo muy breve de su vida.

Muy breves y fragmentados. Por el medio hay el Bienio Negro, el 6 de Octubre, revueltas anarquistas en Terrassa y otros sitios... Pero este periodo tan breve es el esplendor en la hierba, cuando éramos jóvenes y parecía que el viento soplaba a favor. Una ilusión que perdemos el 19 de julio del 36, no el 39.

En Terrassa la violencia es terriblemente sangrante, durante la guerra y después.

Terrassa es la tercera ciudad en muertes, después de Barcelona y Lleida, durante la Revolución, y una de las primeras en la represión franquista. Y eso que el exilio evita que haya más muertos. Si hubiera sido Castro del Río, el pueblo de mi abuelo paterno, sin una frontera sin escapar, habría estado todavía más. Terrassa es una ciudad muy tensa y muy dura.

¿Con muchas diferencias sociales, quizás?

Yo creo que el enfrentamiento social tiene componentes ideológicos y psicológicos que todavía la tensan más. En Sabadell hay muchos menos muertos durante la Revolución y durante la represión posterior. Allí la CNT es trentista y, en cambio, en Terrassa es la FAI.

De hecho, está el mito de "el anarquista de Terrassa".

Los dos mitos que ha dado Terrassa, antes de Xavi Hernández, es el señor de Terrassa y el anarquista de Terrassa. Y yo creo que en el señor de Terrassa y en parte en el anarquista hay un componente rural. Buena parte de los señores son terratenientes, además de fabricantes. A uno de los señores dicen que se puede ir de Terrassa a Manresa sin salir de sus tierras. Además, en el caso egarense hay una expresión política singular y propia que es el salisme, un conservadurismo no catalanista y monárquico

Insólito en Catalunya.

Insólito y ambiguo. No sólo porque el mismo Sala acaba dimitiendo al frente de la Mancomunidad ante la imposibilidad de hacer nada, sino que si bien todos los cuadros del franquismo provienen del salisme, acabarán enemistados con los falangistas.

A la generación de Artur a Lamolla lo pilla la tormenta de la Historia de lleno

Vicenç Villatoro - Sergi Alcàzar

Vicenç Villatoro/Sergi Alcàzar

Escribiendo el libro ha descubierto que su abuelo Artur fue al frente, contra lo que recordaba la memoria familiar.

En los tres libros hay una constatación: la falta de transmisión oral de los momentos de más alta intensidad histórica. Los abuelos no hablan de la guerra, no hablan del frente. Mi madre se murió convencida de que su padre no fue al frente. Ella tiene unas memorias donde recuerda cómo se marchó al exilio, pero no habla del frente. Las experiencias de la guerra, del frente, del exilio, son experiencias no transmitidas. Si se han transmitido, muy escasa y anecdóticamente. He oído más conversaciones sobre como lo que se comía durante la guerra que sobre la experiencia bélica en sí.

Este es un comportamiento habitual a muchas familias. Un silencio sólo roto por anécdotas aparentemente banales.

Eso explica mucho al personaje de mi abuelo humanamente. Está dos años y medio entre el exilio y las prisiones y mi abuela cuando hablaba parecía que mi abuelo se hubiera ido de excursión a Francia a hacer vete a saber el qué, que ya sabes cómo son los franceses. ¡Cuándo te lo miras, ves que estuvo en el campo de Brams, de Setfonts, etc., poca broma! Bajo su apariencia de la napolitano frívolo, protege el dolor que ha sufrido y no los transmite. En el caso de los Bassat, hay parientes que estuvieron en los campos de exterminación y no hablaron nunca. Ver que hay un drama oculto complica, pero hace necesaria el trabajo del libro.

El abuelo está en el exilio, pero la abuela también sufre prisión.

Están un momento donde pasan las dos cosas simultáneamente. Para|Por mi madre, eso es un drama. Ella siempre decía que sus padres habían sufrido mucho, pero habían escogido sus ideas y sus compromisos, y en cambio ella no. Eso también te hace pensar de qué manera, si todo aquello que hacemos viene de los de detrás, de qué manera estamos condicionando los de delante. Eso deja a unas víctimas colaterales.

Se lo mira desde la condición de padre y abuelo.

Con la sensación que he heredado cosas del abuelo y que alguna debo haber pasado a los hijos y a los nietos. Y por lo tanto, hasta qué punto las convicciones que les has transmitido los pueden perjudicar en alguna fase de la vida. Eso atraviesa el libro.

A su nieto le dicen en la escuela que su padre irá a la prisión por haber participado en la organización del 1 de Octubre.

Cuando pasa eso yo estoy escribiendo como a mi madre, sin tener ninguna culpa, le dicen que no puede ir a jugar a casa de unas niñas porque tiene la madre en la prisión. El libro quiere pensar más estas cosas que explicar sólo la historia de la guerra o de la posguerra.

En el libro descubre el vínculo entre la Historia en mayúscula y la historia familiar, a través de las fotografías de los campos de concentración franceses, hechas por Robert Capa o Agustí Centelles.

¿Soy amigo de Paul Preston, pero a veces puedes pensar, hasta qué punto la guerra que él explica y la de mi abuelo se encuentran? Pues, si mi abuelo saliera en una fotografía de los creadores de la iconografía de este periodo, como son Capa o Centelles, conectaría por la vía de la imagen con lo que sale a los libros.

Y lo encuentra.

Una en que lo es seguro, y otra en que está como el caso de Fabrizio del Dongo. Lo puede ser o no, pero yo escojo que lo sea.

La fotografía es mucho presente en el libro. De hecho, uno de los pocos testimonios que se tienen de algunos de las personas son las fotos.

Aunque es un testimonio que aparece tardíamente. De buena parte de los protagonistas de la primera parte no tenemos fotografías. Pero hay un factor interesando en la generación invisible como digo, la de mi padre y mi madre, y es que mi padre es aficionado a la fotografía y, a partir de un determinado momento, hace fotos. Y es el primer momento en que a la gente le hacen fotos. No van a hacerse hacer fotos, no se ponen bien, sino que hacen su vida y el fotógrafo los capta. Es la primera experiencia de vida retratada.

Incluso la vida retratada sirve para descubrir cómo eran.

Y como es representada permite ver qué quieren parecer. Es decir, si se hacen la foto con corbata, aunque no se la vuelvan a poner nunca más, es que quiere ser recordado con corbata. La fotografía nos informa más de las aspiraciones que de la vida. Pero quizás por eso es una novela.

Su historia habla de la Historia. El lector encontrará cuestiones universales.

Hay dos vías cuando haces biografías o ensayo de este tipo. Puedes explicar el hecho excepcional o la cosa general o compartida. Hay vidas excepcionales y hay vidas que pueden ser espejos de muchas más. Puedes escoger la excepción o la regla, y estos son libros de la regla tratados como excepción. Cuando estoy en Maratea pienso si eso interesa a alguien, pero si hablara de un rey a nadie lo sorprendería. Por lo tanto, trato al calderero como si fuera un rey. Trato a la gente normal, con unas técnicas narrativas normalmente reservadas a la excepción. Y acabo haciendo un homenaje a los protagonistas.

Para acabar: ¿Usted que es abuelo, cree que sus nietos podrán escribir sobre Usted como ha hecho?

Es más fácil escribir sobre mi abuelo que sobre mi bisabuelo, porque la generación a quien la gran tormenta pilla en medio es excepcional. De arriba abajo. El periodo de 1936 a 1945 es excepcional a la historia. Recuerdo que cuando trabajaba en TV3 y cubría los festivales de cine vi que prácticamente dos tercios de las películas estrenadas hablaban de aquellos años. Por lo tanto, aparte de sí la mía puede ser interesante, espero que la historia no sea tan excepcional como la de los abuelos. Es aquello de la supuesta maldición balcánica que dice "ojalá vivas tiempos interesantes"!.

Trato a la gente normal, con unas técnicas narrativas normalmente reservadas a la excepción

Vicenç Villatoro - Sergi Alcàzar

Vicenç Villatoro/Sergi Alcàzar