Imagen superior: Infantería soviética avanza entre las trincheras

La batalla de Stalingrado -agosto 1942 / febrero de 1943- fue el enfrentamiento más decisivo de la Segunda Guerra Mundial, ya que marcó el cambio de tornas en el frente oriental -de hecho, el único frente europeo de aquel momento-, supuso el inicio de la derrota nazi y significó el primer paso de un impulso que llevaría al ejército rojo a las calles de Berlín en dos años, hecho que consumaría el final de la guerra.

Stalingrado fue, también, el choque brutal de dos maneras de entender la guerra en dos regímenes políticos dictatoriales caracterizados por el control total de la ciudadanía. El régimen estalinista marcó en la línea del Volga y especialmente, la ciudad que llevaba el nombre de Stalin -en reconocimiento a sus victorias en aquella ciudad durante la Guerra Civil Rusa- un punto de no retorno con la consigna 'Ni un paso atrás'. Después de retroceder desde Brest -en la Polonia ocupada por los soviéticos en el año 39- y perder centenares de miles de soldados en una ofensiva alemana que llegó mil kilómetros más allá, hasta las puertas de Moscú, Rusia entendió que ya no podía ceder ni un palmo más de terreno, al precio que fuera, y la barrera fue Stalingrado.

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Grossman en 1945, ya al final de la guerra

Y allí fue, como corresponsal de guerra, el escritor Vasili Grossman, cronista del Estrella Roja -diario oficial del ejército rojo- dispuesto a explicar todo lo que veía en unos textos que ahora ha recuperado Galaxia Gutenberg en el libro Stalingrado. Crónicas desde el frente de batalla, una recopilación de las vivencias sobre el terreno entre las incesantes bombas y la acometida nazi y que aprovecha el 75 aniversario del final de la batalla.

De septiembre a diciembre de 1942

El autor, que llegó a la ciudad en septiembre de 1942, poco después del inicio de la batalla y se quedó hasta diciembre del mismo año, cuando la batalla ya había dado el vuelco y los soviéticos habían consumado el asedio que acabaría con la rendición del 6º Ejército Alemán, capturando a más de 100.000 prisioneros.

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Tiradores rusos en Stalingrado

A lo largo de una docena de artículos, Grossman ofrece su visión de la campaña y como no podía ser de otra manera en un cronista que trabaja para el diario oficial del ejército rojo, los textos explican sólo la versión de los hechos desde la trinchera soviética y tienen un marcado cariz propagandístico donde de forma sólo esporádica se da voz a las derrotistas impresiones de los prisioneros alemanes o rumanos. Sus fuentes principales son, de hecho, el soldado raso que pasa el día en la trinchera, el zapador que se introduce tras las líneas enemigas, el tirador que pasa horas de guardia, la sanitaria que se juega la vida para recuperar los cuerpos de los heridos y también el subalterno de segunda línea, si es que se puede hablar de retaguardia en un frente donde el suelo ocupado por los rusos a duras penas medía 300 metros entre la orilla del río y las trincheras nazis: "El heroísmo estaba en el trabajo de los cocineros que mondaban patatas bajo el fuego de los proyectiles".

Se trata pues, de historias humanas imbuidas de cierta épica, explicables por el objetivo propagandístico, pero también porque así fue aquella batalla donde se luchaba, prácticamente por primera vez a la historia, en un ámbito plenamente urbano, en las calles, en los talleres, en las fábricas, casa por casa y rellano por rellano y con auténticos milagros como la ofensiva del coronel general Aleksandr Rodítsev, que atravesó el Volga en el momento más crudo de la batalla y lanzó una ofensiva que aseguró la presencia soviética en Stalingrado.

De Stalingrado a Berlín, con parada en Treblinka

Vasili Grossman (Berdítxev, 1905 – Moscú, 1964), judío ruso nacido en Ucrania, es un ejemplo de escritor que se forma como reportero de guerra a partir de su experiencia a partir de 1941 -año de inicio de la invasión alemana o Gran Guerra Patriótica en terminología soviética-, en que empieza a escribir crónicas de guerra. Durante la guerra, Grossman acompañará al ejército soviético, primero en la retirada desde Kiev hasta Moscú, desde donde viajará en Stalingrado y desde allí hasta Berlín, pasando por el campo de exterminio de Treblinka.

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La imagen de la victoria, la bandera roja ondea en Stalingrado

Como novelista, su obra cumbre es Vida y destino (Galaxia Gutenberg en castellano / La Butxaca en catalán), una novela rusa de género, con docenas de personajes y tramas imbricadas que narran los difíciles tiempos de la guerra bajo el estalinismo. Las críticas al régimen soviético y su condición de judío en medio de una nueva oleada de antisemitismo tras la guerra condenaron a Grossman al ostracismo, de manera que Vida y destino, escrita en 1960, no vio la luz hasta veinte años después y todavía en Suiza, dónde llegó una copia microfilmada de la mano de Andrei Sajàrov. En la Unión Soviética no se pudo publicar hasta 1988, ya dentro de la política de glasnost o transparencia impulsada por Gorbachov.

La vida de Grossman ha sido recogida por el historiador Antony Beevor en el libro Un escritor en guerra (Crítica, 2006), un trabajo que recorre todas sus vivencias durante la guerra.