“Me sentí solo, solito”; así estaba Javier Zamora con 9 años cruzando el desierto de Sonora esa primavera de 1999. El escritor salvadoreño presenta su primera novela Solito (Periscopi), que ha sido un éxito editorial en Estados Unidos y esperemos que también en Cataluña y el resto del estado español. Considerado uno de los mejores libros del 2023 por The New York Times Book Review, The Washington Post o la revista Kirkus, la literatura de Javier Zamora es un baño de realidad seco como el viento del desierto; su historia te pega en la cara y surgen las grietas. Recorrer de la mano de Chepito —así le llama su abuela Neli— su “viaje” desde La Herradura hasta Estados Unidos te remueve el estómago porque su verdad es tan sobrecogedora y universal que avergüenza a la humanidad.

“Si ignoras a un adulto migrante, no pasa nada, pero si ignoras a un niño migrante quedas como un idiota, por eso he escogido escribirlo desde este punto de vista”. El viaje de Javier Zamora está narrado como una odisea, donde los diálogos con los acompañantes —Mali, Patricia, Chino— nos muestran la importancia de la solidaridad durante la experiencia migratoria. Los adultos que fue encontrando cuando realizó este recorrido, considerado por la OIM como una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo donde han muerto miles de personas, se convirtieron en un grupo de resistencia, en una familia. Lo que en principio iba a durar dos semanas, duró siete y nadie sabía dónde estaba el pequeño Javier. En San Rafael, California, le esperaban sus padres; una mamá que no veía desde hacía años y un papá que apenas recordaba.

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Para el escritor, Solito ha sido un ejercicio de sanación. Gracias a su terapeuta pudo poner palabras a todo lo que vivió y presentarnos su historia; recorrió los espacios donde sorteó a la muerte y reconectó con ese período traumático de su infancia. Javier explica cómo empezó a contar su experiencia a través de los dibujos y 20 años después, tras pasar por doce psicólogas, le puso palabras junto a una terapeuta, migrante y de origen dominicano. El hecho de que ella hubiera pasado por una situación similar cuando tenía cuatro años, hizo que el escritor pudiera tratarse con confianza, aunque esa semilla del trauma ya había comenzado a brotar mucho antes. “Cuando llegué a San Rafael me pusieron en un aula de acogida y allí tuve la suerte de expresar mi trauma, porque mis padres me decían que no podía contar el viaje, este fue el primer libro que escribí y se llamó Javier’s journey”. No lo podía contar porque era un delito y tenían que protegerlo, aún así recuperó sus vivencias y se enfrentó a esos fríos recuerdos.

Quería convencer a las personas blancas de que era humano y merecedor de una vida digna

En 2018, tras publicar su poemario Unaccompanied, consigue la visa EB-1, una visa destinada a eruditos que contribuyen a algún campo de conocimiento, ya sea ciencias, literatura o tecnología. Creada para rescatar a Einstein de las garras nazis, coloquialmente todo el mundo la conoce como la visa Einstein. Él es un escritor excelso, culto, brillante, ha estado becado en Berkeley, en la Universidad de Nueva York, Stanford y en Harvard, y por ello consiguió la residencia en un país donde solo hay un refugees welcome cuando tienes algo que ofrecer. “Mi estatus migratorio solo se lo dan a un 2% de la población y nadie más puede aplicar con mis características, nunca más habrá un poeta salvadoreño que escriba sobre el desierto de Arizona; esto me fastidia y me molesta”. Cuando empezó a escribir el tono era un alegato para convencer a la población blanca que merecía vivir en Estados Unidos: “Quería convencer a las personas blancas de que era humano y merecedor de una vida digna”.

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Javier Zamora explica que la administración gringa tiene una obsesión por ayudar a los niños migrantes, pero no así a los adultos, una realidad similar a la política migratoria europea. Cuando un menor entra a la península, si no tiene documentos y no sabe su edad, le hacen una densitometría ósea y así, el número de centímetros de un hueso, definirá el futuro de una persona. “Si un niño cruza la frontera con 17 años puede tener un estatus de refugiado, pero si entra siendo mayor de edad, aunque sea unos días, no es posible”. Zamora es crítico y ha necesitado investigar la historia de la inmigración y las políticas actuales para realizar el libro porque quería ponerle contexto y dejar atrás relatos estereotipados. Uno de los personajes más interesantes es Don Dago, el coyote que les guía durante la ruta. A diferencia de otros traficantes que se caricaturizan como violentos o malévolos, resulta una figura respetada en la comunidad y su autoridad prevalece a lo largo de toda la odisea. “Mis padres me decían que no fuera un niño molesto porque los adultos que me encontrara durante el viaje no me ayudarían” y durante todo el tiempo Javier demostró madurez y una confianza serena y sin saberlo se reveló como un adulto: “Durante el viaje mi niñez se termina”.

El autor presentó su libro en el CCCB conversando con Eileen Truax y señaló en varias intervenciones que le entristece cómo las personas migrantes tienen que trabajar y demostrar ser merecedoras de un papel que les permita vivir en un lugar. También se solidarizó con el pueblo palestino, de viva voz y portando una kufiya. Zamora ha podido regresar a su pueblo en La Herradura: “Lo que nos hace sobrevivir es más tarde lo que nos hace sufrir”. Este libro es un manifiesto literario contra el dolor ajeno, sin artificios, honesto, directo, que estremece con cada obstáculo. Él, como millones de migrantes, también cruzó el mar en lancha y fue allí donde escuchó por primera vez las voces de una América Latina que lucha por existir en un “Estamos Unidos” cuando eres una fuerza productiva.