The last of us, el videojuego, es una obra maestra de su formato por muchos motivos. Es una deslumbrante inmersión en un futuro postapocalíptico, sabe dar un paso adelante en los clichés más enquistados del género (estos zombis que ya son perturbadores por el sonido que emiten) y hurga en la evidencia de que el fin del mundo sacaría lo peor de nosotros mismos. Pero lo que realmente lo erige en una joya es su narrativa. Sus responsables rompen con la sensación de estar ante una simple superación de pantallas para convertir el avance de los personajes en una construcción dramática rica en ambivalencias y matices. Ellie y Joel generan tanta empatía como dudas razonables; sufres por ellos mientras cuestionas algunas de sus decisiones. Llevar el mando no te hace necesariamente amables sus acciones, de la misma manera que los zombis no son nunca el verdadero enemigo. The last of us, la serie, preserva esta esencia porque trabaja el relato con idéntico rigor dramático.

El de Ellie y Joel es un viaje hacia los rincones más oscuros del instinto de supervivencia, hacia un choque de legitimidades en que nunca puedes dar nada por sobrentendido y hacia la gestión emocional de las ausencias

The last of us

Viaje a los rincones más oscuros

El de Ellie y Joel es un viaje hacia los rincones más oscuros del instinto de supervivencia, hacia un choque de legitimidades en que nunca puedes dar nada por sobrentendido y hacia la gestión emocional de las ausencias. Toda situación crea un margen para la ambigüedad, porque los protagonistas no son nunca de trazo simple y el mundo que atraviesan no es como querríamos que fuera. Por eso la serie consigue superar otras maestras del género en todos y cada uno de sus frentes. El primero de todos ellos, que rompe con la maldición del buen piloto: aquí la cosa va ganando intensidad y el primer episodio te acaba pareciendo el menos interesante de la función.

The last of us, que se alargará durante nueve semanas en HBO Max, respeta los fundamentos del videojuego pero no se limita a ser una excelente ilustración

The last of us, que se alargará durante nueve semanas en HBO Max, respeta los fundamentos del videojuego, pero no se limita a ser una excelente ilustración. Sí que recupera algunas ideas visuales y los rasgos principales de los personajes, pero los creadores Craig Mazin y Neil Druckmann (qué gran idea, la presencia del artífice del juego en su traducción televisiva) saben extender su universo y llevarlo a otros terrenos. Eso se palpa, por ejemplo, en algunos secundarios, que se vuelven más sólidos y permiten ampliar los conflictos dramáticos; en la mitología zombi, que en la serie está mejor tratada y aporta más profundidad al origen de la pandemia; o a los mismos estallidos de violencia, que están más dosificados y resultan todavía más catárticos.

Trascendiendo las etiquetas

Por otra parte, Ellie y Joel tampoco son simples versiones en imagen del real de sus icónicos referentes. Además de contar con una profundización superior a sus motivaciones, en la serie los personajes salen claramente beneficiados de tener dos actores, Bella Ramsey y Pedro Pascal, que les reinventan de manera brillante. Especialmente en el caso de ella: si bien tiene resonancias de la Ellie del videojuego, sin duda uno de los grandes personajes modernos del formato, la interpretación de Ramsey dinamita todas las expectativas y la dota de un alma propia. Si el The last of us original es un antídoto contra los prejuicios hacia los videojuegos, la serie es la perfecta recomendación para los que en teoría rechazan cualquier historia que incluya un zombi. En ambos casos por el mismo motivo, porque Ellie y Joel trascienden las etiquetas y representan a la perfección las verdades que nos cuesta mirar de cara. Estamos ante la primera gran serie de 2023 y, también, la mejor adaptación que se ha hecho nunca de un videojuego.