Empezaré con una asociación de ideas algo chusca que trataré de ir enmendando más adelante (o no): ¿Qué tienen en común el poeta y prosista —Premio de Honor de las Letras Catalanas en 1994— Jordi Sarsanedas (Barcelona, 1924 - 2006), y Stanley Kirk Burrell (Oakland, 1962), más conocido artísticamente como MC Hammer, el rapero norteamericano —ganador de tres Premios Grammy, ocho American Music Award, un People's Choice Awards y un Diamond Award— que en 1990 se hizo rabiosamente popular por sus frenéticos pasos de baile y sus bamboleantes bombachos? Pues que, más allá de cierto fetiche común por los martillos (hammer), ambos artistas, cada uno en su campo, tienen la fortuna o la desgracia de haber rubricado dos éxitos rotundos y contundentes, sendas obras maestras, de aquellas que impactan con la ira del dios Thor sobre el cráneo de quien las consume, hasta el punto de dejar a la víctima (léase aquí tanto el público como la crítica) tan gratamente aturdida que, por más —y quizás mejores— obras que los agresores enmartillados sigan facturando, esta será incapaz de considerarlas, no digamos de recordarlas.

Los dos son one hit-wonders, para entendernos. Lo que quiero decir es que si MC Hammer pasará a la posteridad en exclusiva por U Can't Touch This, la cantinela del tópico invariable en relación con Jordi Sarsanedas sigue siendo lo de “el autor de los Mites”. Pero, ¡ojo!, que esta inmerecida amnesia cultural (o abúlico letraheridismo de cierta patulea literaria) hacia el escritor barcelonés puede tener los días contados gracias, una vez más, a la gente de Males Herbes que, junto a otras editoriales, se han conjurado para —en el centenario del nacimiento del autor y ante la desidia institucional— reivindicar su obra a golpe de imprenta. Atención, porque esta semana llega a las librerías El martell, el hit novelesco en potencia más ninguneado de la literatura catalana del s. XX.

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Cubierta martilleada de la nueva edición del libro. Foto: Malas Hierbas.

Publicada originalmente en 1954, El martell es una novela que juega —en el sentido más lúdico y cómico del término— con los códigos del policíaco —en el sentido más docto del género—, hasta incluso rayar el hard-boiled (asesinatos dobles, muertes truculentas, fetichismo sexual alrededor de manchas de sangre en la alfombra…), y todo esto, por difícil que parezca, a través de la exploración de los flujos de conciencia del narrador y otros recursos propios de movimientos transpirenaicos contemporáneos a su escritura —si bien a años luz de las tendencias vernáculas de la literatura de posguerra— como el existencialismo de Camus y la nouveau roman. El pretexto es un hallazgo macabro: el martilleado cadáver —medio devorado por sus famélicos gatos— de un señor respetable de nombre Caius Deva. Pero no se dejen engañar por el primer capítulo, porque en el segundo Sarsanedas ya se nos ha escapado por la tangente colando un narrador —el sobrino de la víctima— en primera persona, ambiguo, tramposo, poco fiable y principal sospechoso de los hechos.

Cada vez somos más los lectores que consideramos El martell como una de las obras imprescindibles de la literatura catalana del s. XX

Cómo señaló Joan Triadú en el prólogo original de la obra (que la nueva edición mantiene): “Si nos dedicáramos a indagar este crimen haríamos una novela policíaca, pero al autor le place otra cosa. Y crea un espacio narrativo independiente del pretexto inicial, espacio en el cual se complace en inventar, en imaginar, en construir un mundo y a dejar abierta todavía la posibilidad de otras interpretaciones. O sea que nunca sabremos cómo murió Caius Deva, aunque es bastante evidente que fue asesinado, ni sabremos tampoco, pues, quién lo mató. El ‘pretexto documental’ sirve para hacer un traslado del testimonio del pasado de un valor general —un crimen, por ejemplo, que siempre es un crimen— a una situación singular muy concreta. Pero desde esta posición, todo está permitido, y el novelista lo proyecta todo hacia la creación mítica. Signos concretos del mito son una paloma, una chica y el martillo, la posible arma del agresor presentada como una sombra o perfilada en una mancha en el parqué”.

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Jordi Sarsanedas, un autor a reivindicar. Foto: Viquièdia.

La nueva edición, amén del clásico texto introductorio de Joan Triadú, cuenta con un epílogo de Manel Ollé que actualiza y pone en contexto el valor de la novela: “En un sistema literario precaritzado en extremo como lo era el de la literatura catalana en la década de 1950, lo más fácil que le podía pasar a cualquier novela rara, que no se ajustara a los marcos previsibles de aceptabilidad, era quedar bloqueada, lejos de sus potenciales lectores. Ya fuera literalmente prohibida por la censura institucional franquista, o bien simplemente excluida o difamada por la resistencia de los mecanismos de intermediación y de reescritura (editores, jurados, periodistas, críticos...), que no llegaban a conectar, al no ajustarse a sus criterios o prejuicios estéticos, formales, temáticos, estilísticos, morales o políticos”. Setenta años después de la edición original, Ricard Planas y Ramon Mas, los indómitos y ruderales editores de Males Herbes, sello dedicado a la reivindicación de obras de autores que, por no encajar con los cánones predominantes, no tuvieron el eco que se merecían en su momento, consideran, como un servidor, que va siendo hora de que este fantástico y singularísimo libro salga del ostracismo: “Cada vez somos más los lectores que la consideramos como una de las obras imprescindibles de la literatura catalana del s. XX y, sin ningún tipo de duda, como la novela más maltratada de la posguerra.

El caso es que El martell, como su autor (sin duda uno de los más innovadores de la década del 1950), han pasado injustamente por secundarios. Tanto es así que este 2024, año del centenario del nacimiento de Jordi Sarsanedas, no está prevista ninguna conmemoración oficial por parte de las instituciones, cosa que más que injusta, nos parece vergonzosa. Por otro lado, pensamos que si un libro como La muerte y la primavera de Mercè Rodoreda, por poner un ejemplo, finalmente ha podido conectar con el público general y ser considerado como la obra maestra que realmente es, quizás sería el momento que pasara una cosa parecida con El martell. Por nuestra parte haremos todo el ruido posible para dar a esta gran historia de amor existencial el altavoz que se merece. A partir de aquí, que sean los lectores que decidan si el libro lo vale. Nosotros lo tenemos claro".