Viajé por primera vez a Nueva York el año 2001. Era finales de agosto. Un par de semanas después el mundo cambió para siempre. Pero entonces, una de mis principales motivaciones en mi visita a la capital del mundo era pasar una noche en el CBGB, el legendario local de conciertos que vio el nacimiento del punk de la mano de bandas como los Ramones, Patti Smith, Talking Heads, Telvision... Recuerdo perfectamente el momento en el que entré. No fue ninguna decepción, pero sí que pensé que "OK, mola, pero en Barcelona tenemos el Sidecar". "Eso mismo nos dijeron los New York Dolls", suelta con una sonrisa Robert Tierz, fundador de la mítica sala barcelonesa que estos días está de celebración conmemorando su 40 aniversario. "Recuerdo leer una entrevista en que declaraban que haber tocado en el Sidecar fue, decían literalmente, 'un infierno, nos encantó'".

40 años conectando generaciones

"Tengo un amigo que dice que 40 años dirigiendo una sala equivalen a 200 años para el resto de humanos", vuelve a dejar entre carcajadas Robert Tierz. "Para celebrar este 40 aniversario, he escrito un libro (Este no es el libro del Sidecar, publicado por la editorial 66rpm con prólogo del escritor Carlos Zanón). En él hago una relación de las salas que, más o menos, abrieron al mismo tiempo que nosotros. Ya no queda ninguna. Entonces estaban el Zeleste de la calle Argenteria, el Karma y el Màgic... que aguantan como pueden. Pero el Beat, el Otro... de todas estas no queda ninguna". La fórmula para la supervivencia del Sidecar con respecto a sus coetáneos ya difuntos pasa por una parte de suerte, otra de hacer lo que te gusta y, finalmente, y lo más importante, conectar generación tras generación con el público.

La fórmula para la supervivencia del Sidecar con respecto a sus coetáneos ya difuntos pasa por una parte de suerte, otra de hacer lo que te gusta y, finalmente, y lo más importante, conectar generación tras generación con el público

"Somos muy curiosos. Nos interesa todo aquello que es nuevo. Eso nos permite estar linkados a la actualidad. Por ejemplo, hace poco más de un mes tuvimos tocando a la Mushka (hermana de Bad Gyal). Recuerdo que en un momento del concierto dijo: 'Todos los que estamos sobre el escenario nacimos en el 2004'. En aquel instante caí que solo seis meses antes, no habrían podido entrar en la sala. Nos renovamos constantemente, pero no por marketing sino por curiosidad. Siempre hemos apostado por una programación muy variada. El indie siempre ha tenido mucho peso en nuestra programación, pero al mismo tiempo puedes encontrar propuestas de mestizaje, de electrónica, de urbana...". Eso y una agenda paralela más allá de la música con qué también poder disfrutar de exposiciones, charlas... Dicho de otra manera, el Sidecar es un lugar en el que siempre pasan cosas. "De hecho, nosotros nos llamamos Sidecar Factory Club. Un nombre que hace referencia a la factoría de Andy Warhol en la que convivían músicos, cineastas, modelos, pintores... Nosotros queríamos ser así. Para cada persona hay un Sidecar diferente".

Una empresa profesional con espíritu amateur

La sala Sidecar, como muchas otras grandes ideas, nació de una borrachera. En su caso fue una noche en la Casa Almirall de la calle Joaquim Costa de Barcelona. "Éramos cuatro amigos de 22 años que habíamos conseguido viajar un poco por Europa con un Seat 850. De Barcelona fuimos a París, de allí a Bruselas y acabamos en Amsterdam. Fuimos a una sala, que todavía ahora está abierta, la Melkweg. Entrabas y en un rincón estaban haciendo teatro, en otro había una exposición y al mismo tiempo también había un concierto. Flipamos. Intentamos importar este espíritu a Barcelona". Aquella era la Barcelona de inicios de los 80. Una ciudad gris que salía de décadas de dictadura, que vivía de espalda al mar. Pero una Barcelona efervescente donde todo estaba por hacer y todo era posible.

Nos trataban como escoria. No nos entendían: éramos jóvenes, con el pelo largo y chupas de piel. Aquellas mismas autoridades que nos perseguían, en el 2017 nos dieron la Medalla de Honor de la ciudad. Este tráfico es la plasmación de la evolución que ha tenido la sociedad en estas cuatro décadas

"Antes las cosas no eran mejor, lo que pasa es que nosotros éramos jóvenes y eso idealiza la visión que tienes del pasado. Pero, con respecto a las libertades individuales y colectivas, todo era más palpable. Podías hacer lo que quisieras. Lo políticamente correcto, que, ciertamente, es lo correcto, era limitador. Todo se acabó con la llegada de las Olimpiadas". No todo fue fácil. No todo fue bonito. En sus primeros años de vida, la sala sufrió redadas policiales constantes. "Nos trataban como escoria. No nos entendían: éramos jóvenes, con el pelo largo y chupas de piel. Aquellas mismas autoridades que nos perseguían, en el 2017 nos dieron la Medalla de Honor de la ciudad. Este tráfico es la plasmación de la evolución que ha tenido la sociedad en estas cuatro décadas".

SIDECAR / Foto: Montse Giralt

Hace 40 años que la sala Sidecar abrió sus puertas / Foto: Montse Giralt

Robert siempre advierte a la gente de su equipo que tienen que ser una empresa profesional, pero con un espíritu amateur: todo lo que hacen, lo tienen que hacer porque les gusta. "Eso y que, consecuentemente, no nos tenemos que avergonzar de nada de lo que hacemos. A veces nos han hecho propuestas con que podríamos haber hecho mucha pasta, pero como nos han parecido horrorosas, hemos dicho que no. Este es nuestro límite". Hacer esta aseveración a un periodista, viene, irremediablemente, seguido de la interrogativa: cuáles. "Ummmmm... Hubo un momento que, para darles un aval de credibilidad, nos ofrecieron organizar varios conciertos de triunfitos". Robert dijo que no todas las veces, excepto una: Alfred Garcia. "Dijimos que sí, porque Alfred ya había tocado en la sala antes de pasar por el programa. Además, nos cita en una de sus canciones".

Noches memorables

La sala Sidecar abrió el 31 de diciembre de 1982 con un concierto de Distrito Quinto. "Eran una banda muy interesante de la escena musical de la ciudad en aquellos momentos. Eran, por así decirlo, nuestros Talking Heads". Tuvieron su momento, incluso llegando a telonear a Iggy Pop en una de sus visitas a la ciudad. Desde hace años, su cantante, Sergi Ortiz Casas, lidera los Smoking Stones, una de las mejores bandas de tributo internacionalmente a Sus Satánicas Majestades. De los millares de conciertos que ha acogido la Sidecar a lo largo de estos 40 años, Robert vuelve a destacar el de los New York Dolls. "No es una banda extremadamente popular, pero es un nombre esencial en la historia del rock". Querían que fuera el concierto conmemorativo de su 25 aniversario. Pero el plan era extremadamente caro, porque los tenían que traer expresamente desde los Estados Unidos. Para no perder dinero, les montaron una gira por toda la península. Fueron a Madrid, Valencia... "Acabar en Barcelona fue espectacular. El local se hundió".

SIDECAR / Foto: Montse Giralt

Pocos camerinos en Barcelona son más legendarios que los de la sala Sidecar / Foto: Montse Giralt 

Con los padrinos del punk, subraya otras noches memorables, como las protagonizadas por Nick Lowe, Manu Chao o Pete Doherty. "¡Qué personaje! Fue entrañable, pero agotador", destaca de la visita del líder de The Libertines. Estaba grabando en Barcelona, imagino que necesitaba dinero, y nos propusieron montarle un concierto. Después de aquel primer bolo, ha venido dos veces más". La última, el músico británico se presentó la mañana del concierto a las puertas de la Sidecar. La sala todavía estaba cerrada. Solo había el camarero. Le pidió que le avanzaran 150 euros. Pobre, el camarero, porque Doherty es un tipo de casi dos metros de presencia imponente, le pidió que llamara a Robert. Pete siguió las instrucciones y Robert accedió a su petición. "Horas después estaba tocando con la sala llena. Fue muy divertido, pero muy exigente, porque tenías que estar vigilándolo constantemente. Vive en una nube y hasta aquí puedo hablar. Los camareros tenemos que ser como los curas, los psicólogos y los abogados, callando las confesiones de nuestros clientes".

SIDECAR / Foto: Montse Giralt
Sidecar, la sala que segueix aquí / Foto: Montse Giralt

Robert, sin embargo, sí que se anima a explicar qué se ha encontrado en la sala después de noches de conciertos y baile. Una mañana, por ejemplo, localizó en una esquina un mechero de plata Cartier, precioso. Todavía lo guarda. "También recuerdo un miércoles que vino un tipo que había estado en la sala el sábado. Venía a ver si habíamos encontrado unas gafas que había perdido. Las teníamos. El hecho es que eran unas lentes de culo de botella y eran las únicas que tenía. Vino casi a tientas. No sé cómo se lo montó para sobrevivir desde el sábado hasta el miércoles. Verdaderamente, nos hemos encontrado de todo".

La reconquista

"Cuando llegamos aquí, en Barcelona todavía se respiraba el ambiente portuario, del barrio Chino...". Este espíritu fue degenerando hacia los años impregnados del aroma opiáceo de la heroína. En la segunda mitad de la década de los ochenta, había mucho caballo en las calles de la ciudad. "El año antes de las Olimpiadas se produjo una gran limpieza del barrio". Los 90 no fueron malos, pero se perdió aquella esencia canalla. "Curiosamente, eso dio paso a una de nuestras mejores épocas, era que duró hasta el 2008 o el 2009". Desde entonces los guiris han tomado la ciudad, los precios de los alquileres se han disparado, las tiendas de toda la vida han desaparecido y se han convertido en tiendas de souvenirs.

Nosotros, afortunadamente, nos hemos mantenido como un local para la gente de la ciudad

"Todo eso con la pandemia se agravó. Tuvimos varias ofertas de fondos buitre. Pero nos resistimos a los cantos de sirena. Ahora toca el momento de la reconquista. Nosotros, afortunadamente, nos hemos mantenido como un local para la gente de la ciudad. Somos gente de Barcelona, y eso se refleja en la programación de conciertos y de DJ. El guiri busca reguetón, sangría y paella y nosotros no vendemos nada de eso. Con todo, cada vez cuesta más que la gente de Barcelona baje, porque no hay un circuito activo de salas. Pero nosotros seguimos aquí, y aquí seguiremos".