Hace dieciséis años que David Fahrenthold trabaja para el Washington Post. Ha cubierto el Congreso, la administración federal, medio ambiente y sucesos. El año pasado lo trasladaron al equipo de reporteros de la campaña electoral. Hace diez días publicó el vídeo que ha herido de muerte la candidatura de Donald Trump. Este lunes, la media de encuestas que elabora RealClearPolitics muestra a Hillary Clinton con una ventaja de cinco puntos (hace un mes era de sólo 0,9), mientras que los cálculos de FiveThirtyEight le dan un 87,3% de posibilidades de ganar (a Trump el 12,7%) y los de The Upshot en el New York Times un 90% a Hillary y un 10% al candidato republicano.

Fahrenthold no recibió el vídeo fatal por casualidad. Hacía meses que informaba de una oscura esquina de las finanzas del candidato, la Fundación Trump, motivado por la insistencia del republicano en decir que había donado "decenas de millones" de su bolsillo a entidades benéficas.

A Fahrenthold le llamó la atención que la Fundación Trump no distribuyera más que una pequeña parte de los seis millones de dólares recaudados en un acto en favor de los veteranos en Iowa. Averiguó el detalles del caso y lo publicó. La campaña de Trump se puso como una moto. Trump había entregado un millón en secreto, replicaron, ofendidos.

"Lo verificamos. Era falso", explica el reportero. "Finalmente lo hicieron a escondidas [en mayo, dos meses después del acto]. Trump convocó una rueda de prensa donde denunció los mrdios, cabreado porque lo habían forzado a explicar qué había hecho con el dinero que otras personas le habían confiado, via Fundación Trump. Al fin y al cabo, nuestro interés por él todavía aumentó".

Marty Baron, el director del Washington Post, encargó a Fahrenthold buscar específicamente qué se sabía a ciencia cierta de las donaciones de las que Trump se vanagloriaba ("decenas de millones" de su fortuna personal) a fundaciones y entidades benéficas. Si ahora que tenía una pila de periodistas encima es capaz de comportarse así ¿como lo hacía cuando no sufría un escrutinio tan intenso?

Fahrenthold aplicó una sofisticada técnica para aveigüarlo: preguntar. Obtuvo una lista de unas 200 entidades aparentemente beneficiadas por el candidato republicano y las contactó una tras otra para saber cuándo fue la última vez que recibieron dinero de Trump. El periodista hizo público su propósito y cada día pide ayuda por Twitter. Lo lleva todo anotado todo en un legal pad, la típica libreta norteamericana:

La versión electrónica de la libreta se actualiza casi a diario. Fahrenthold y su colega Danielle Rindler ya han hablado con más de 400 entidades relacionadas con el candidato. El resultado es que sólo una, la Liga Atlética de la Policía de Nueva York, ha recibido dinero del bolsillo de Trump, concretamente entre 5.000 y 9.999 dólares. El resto dicen que jamás lo recibieron o no quieren hablar.

Fahrenthold pide ayuda vía Twitter para aclarar algunas puntas de su investigación, de la que va explicando los detalles:

Es decir, con una libreta, una pregunta y paciencia, David Fahrenthold ha demostrado que Trump es un mentiroso, además de un caradura: todo el dinero que su fundación ha dado no es del bolsillo de Trump, sino de otros donantes que les habían hecho llegar. Además, ha gastado parte de estas donaciones de otras personas en gastos caprichosos, como 12.000 dólares en un casco de fútbol americano firmado por Tim Tebow, un famoso quarterback de los Denver Broncos. O ha hecho donaciones caritativas... a sus abogados. Finalmente, ha descubierto que la Fundación Trump ha violado la ley que regula estas donaciones. Etcétera. Sometido a la información del reportero, Trump ha donado en los últimos cinco meses más dinero que en los últimos diez años.

Por todo este trabajo le llegó el vídeo donde se escucha a Trump haciendo apreciaciones extremadamente obscenas sobre las mujeres. Era un periodista fiable de una cabecera que no se dejaría intimidar ni por Trump ni por el miedo a Trump.

El vídeo ha dado sentido a los numerosos reportajes e investigaciones sobre las irregularidades y trapicheos de Donald Trump publicadas, sobre todo, en The New York Times: dejó sin pagar a numerosos proveedores de sus casinos de Atlantic City y todavía salió ganando; el esquema para endosar legalmente las deudas a terceros; los engaños de la Trump University, su racismo, las donaciones a la fiscal de Florida que lo acusaba, el posible fraude de ley cometido para no pagar impuestos en 18 años...

En mayo pasado, el Times ya había hecho un reportaje muy documentado con víctimas de acoso sexual de Trump. Pero las 4.700 palabras de esta pieza no resonaron hasta que el Washington Post publicó el clip de tres minutos, la prueba final.

Además de Trump, la otra víctima de todo este pitote es la NBC, que tuvo que comerse una exclusiva suya y sólo suya. El programa en el que Trump hizo estos comentarios, Access Hollywood es de un canal filial de la NBC. El lunes 2 de octubre, uno de sus productores recordó que tenían a Trump diciendo burradas fuera de programa (buena memoria: el programa era del 2005). El miércoles 4 había dejado una copia de la cosa en el despacho de su jefe.

La cadena puso en marcha toda su pesada maquinaria legal y ejecutiva para decidir si emitirían el vídeo, cómo y dónde. Pasaron dos días como Helen Mirren en Eye In The Sky esperando a que le autoricen a disparar el misil: todo el mundo traslada al vecino la responsabilidad de la decisión. El viernes 7, los capitostes de la cadena se alteraron: un tal David Fahrenthold, del Post, quería su versión porque él también tenía el vídeo. Patapam. Lo publicó al día siguiente.