En una muy elocuente escena de Pam & Tommy, la protagonista insiste en el plató de Los vigilantes de la playa que le dejen rodar un monólogo inicialmente previsto para una secuencia, pero el director le responde que quedará mejor sin sonido, que con que se la vea a ella ya hay es suficiente. Posteriormente, Pamela Anderson descubre la filtración de su famoso vídeo porque lo están mirando los cámaras del mismo rodaje, impasibles ante el hecho de que aquello que ven concierne a una compañera de trabajo.

Estos momentos, como tantos otros de Pam & Tommy (Disney Plus), no son simples reconstrucciones de hechos reales ni detalles accesorios de la historia. Son la perfecta síntesis de uno de los discursos fundamentales de la serie: no tenemos ni idea de quién es Pamela Anderson. No lo sabíamos entonces ni lo sabemos ahora. Sabíamos de la existencia de su vídeo sexual con Tommy Lee, pero nunca nos hemos preguntado cómo la afectó ni qué consecuencias tuvo para ella, porque al final, como el director que le niega la palabra en el rodaje de Los vigilantes de la playa, nos hemos limitado a verla como el relleno de un bikini rojo. Esta magnífica miniserie nos muestra hasta qué punto somos cómplices en los procesos de destrucción de la privacidad y como de misógina, tóxica y profundamente lesiva puede llegar a ser se la industria audiovisual al reducir a la mujer a un envoltorio.

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Lily James hace una interpretación de otro planeta interpretando a Pamela Anderson en esta serie de Disney Plus. / Disney Plus

Un homenaje a las Pamelas de este mundo

Pam & Tommy, pues, funciona a varios niveles. Es una mirada frenética y llena de mala sombra al nacimiento de los fenómenos virales y a los primeros síntomas que Internet podía crear y destruir mitos con idéntica solvencia: resulta, también, un retrato entre ácido y entrañable a su pareja protagonista, iconos de una década que iba degenerando hacia debates (todavía no resueltos) sobre la necesidad de separar la vida publica y la privada; y es, decíamos, un homenaje a las Pamelas de este mundo, actrices asomadas a tener que justificarse ("para mí es diferente, soy una mujer", dice, y todavía podría decirlo) y tener que renunciar a todo por una presión social basada en el prejuicio y el desconocimiento.

Su suma de estilos desconcierta y desarma durante sus primeros compases, pero a medida que avanza revela que sus soluciones estéticas le sirven para hacer una devastadora radiografía de la masculinidad y poner en evidencia que el problema de fondo era, y es, la tendencia colectiva a confundir la imagen de alguien con su identidad. Pam & Tommy también vale mucho la pena por la entrega de su reparto: Sebastian Stan y Seth Rogen brillan en su recreación de individuos atrapados en sus delirios testiculares, pero la que se acaba apropiando de la función es Lily James. Su encarnación de Pamela Anderson es, por sus matices y la capacidad de recrearla sin incurrir en la caricatura, directamente de otro planeta.