Marcel Proust vivió su homosexualidad desde el sufrimiento y la maldición. Casi como su herencia judía por parte de madre. Pero eso no es extraño que convirtiera aquella condición que lo hacía sufrir en un juego de transposiciones y ocultaciones. Ya le había aconsejado a André Gide, un notorio y nada disimulado gay con una voluntad de escándalo, "se puede explicar todo, con la condición de no decir nunca "Yo". El autor de Los falsificadores de moneda, de quien hace nada acaba de recordar-se los setenta años de su muerte, escribió en su voluminoso Diario: "No es mi problema".

Ahora, llega a las librerías El remitente misterioso y otros relatos inéditos, un grupo de cuentos que se mantuvieron en secreto hasta su publicación el año 2019, con gran sensación, en Francia. Fue con la muerte del editor Bernard de Fallois, uno de los grandes estudiosos proustianos y que había podido trabajar en los papeles del escritor, que se pudieron leer unos textos donde la homosexualidad es la temática que los religa y que, de alguna manera, fueron fuente de inspiración por su obra posterior. Por qué todos ellos son escritos años antes que el escritor iniciara la gran obra de En busca del tiempo perdido.

Defensor de una lectura del texto por sí mismo, Proust menospreciaba la crítica clásica que basaba su trabajo al hurgar la vida de los escritores. Es probable, pues, que el homosexual temeroso y discreto que fue Proust cogiera una buena rabieta ante quien quisiera hacer una lectura excesivamente biografista de estos inéditos aparecidos en un momento en que la situación de los gays, lesbianas, bisexuales, transexuales y resto de colectivo, a pesar de todo, es bien diferente de la del joven Proust. Porque, de hecho, las historias no son un fácil trasunto de su vida –o es En busca del tiempo perdido–, sino que son más bien un material de prueba de elementos que aparecerán más tarde a su obra. Tampoco se puede decir que sean cuentos –la mayoría de ellos, inacabados o apenas esbozados– donde|dónde Proust pierda la compostura y lleve|traiga su exploración del deseo –tema central de su obra– hacia el lado de la pornografía o el relato explícito. Nada de eso tienen que temer los lectores ni tienen que buscar los cazadores de textos escabrosos. No es su estilo, ni en papeles privados ni en públicos.

Los inicios de un joven autor

Jacques émile blanche, ritratto di marcel proust, 1892, 02

Al remitente misterioso, el autor de Jean Santeuil y Los placeres y los días, juega con la idea con la idea de la carta misteriosa inesperada con resonancias de Edgar Allan Poe, en una historia donde, como hará en En busca..., juega a confundir con los géneros de sus personajes –devolviendo la atracción en lésbica– mientras que en Recuerdo de un capitán, el homoerotismo militar, que quizás el mismo Proust vivió el servicio militar en Orleans, es apenas sugerido en uno de los textos más autobiográficos. Sin embargo, quizás es|está en El don de laso hadas, donde un hada otorga a su protagonista el don de una sensibilidad exageradamente rica que, por el contrario, lo hará sufrir, el texto en que Marcel Proust habla más explícitamente de él mismo. Esta será su poder y su desgracia

El libro tiene un interés especial por los proustianos –que en nuestra casa tienen una asociación de admiradores y todo–, que verán las probaturas nunca publicadas del joven escritor, antes de la edad madura en que empezó la obra de su vida y podrán jugar a adivinar qué aprovechó qué de cada uno, y para los amantes de la literatura en general que quieran descubrir el proceso creativo de uno de los escritores que revolucionó la novela en el siglo XX hablante del siglo XIX. Quizá no tanto para el lector general, que si se atreve debería empezar por la obra cumbre del autor. 

No se trata de un outing ni de un descubrimiento –como decíamos, la homosexualidad masculina y femenina, los cambios de rol, el travestismo son el telón de fondo de En busca del tiempo perdido–, sino más bien la posibilidad de zambullirse en un autor insondable justo antes de emprender una obra maestro y sin ningún tipo de prevención social ni moral, sobre un tema que íntimamente lo afectó sin remedio.