Los diarios de hoy son de dos tipos. Los que tienen a Neus Català en portada y los que no. Entre los primeros, además, no hay ninguno que le dé el espacio principal. Desafíate a encontrar en las informaciones principales de esas portadas alguna persona que se lo merezca más que esta mujer, que vivió para guardarnos la memoria y proponernos la vida como un combate.

Es una pena. Más de 92.000 mujeres murieron en el campo de la muerte de Ravensbrück, donde ella misma fue internada, enjaulada, torturada, desde 1944. Cada día de los que pasó allí encerrada —y cada día podía ser el último— se decía: "No me moriré, porque no me quiero morir". Campesina y enfermera, combatiente y activista de la libertad y de la memoria, los diarios de hoy la han descartado de sus portadas. Qué contrasentido. Qué paradoja. La ausencia en las primeras páginas de Neus Català, el rechazo de los diarios a levantar esta bandera, a presentar una vida que valió la pena, dice mucho de cómo son los diarios hoy —un tratado de insensibilidad y rudeza. Quizás también explica demasiadas cosas de nosotros mismos.

En medio del lodazal y del jaleo del momento, de un vacío aterrador, un estandarte de la dignidad y del coraje como Neus Català molesta. Ella es un espejo que refleja la hojarasca y la nimiedad de estos días. Ella, una mujer que fue consecuente con la lección de vida que su padre le dejó ("No bajes nunca los ojos ante nadie"), es un estorbo. Lástima.

En la foto se la ve como la describió Montserrat Roig en Los catalanes en los campos nazis: "Vestida con las ropas de la deportación, un vestido que le viene grande, arrugado, las mangas largas, los brazos dejados ir, llenos de fatiga, un rostro cubierto por un pañuelo enorme, un rostro solitario, alejado de lo que le rodea, los labios cerrados, sin ningún movimiento que relaje esta cara...". Así la han vuelto a dejar las portadas donde no está, esas portadas vacías.

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