Josep Maria Solé i Sabaté (Miralcamp, Lleida, 1950) y Joan Villarroya i Font (Badalona, 1953). Historiadores. Profesores de Historia Contemporánea en la UAB y la UB, respectivamente. Entre los dos, de forma individual o conjuntamente, han escrito unos cuarenta libros. Ahora publican L’Escola Popular de Guerra de la Generalitat de Catalunya (actuació i trajectòria dels oficials durant la guerra i el franquisme), editado por el Centre d'Història Contemporània de Catalunya, que explica la creación de una academia militar catalana y republicana fundada al inicio del conflicto civil español (1936) y de las diversas promociones de oficiales que fueron instruidos en aquel centro.

Profesores, la primera pregunta es por qué se creó aquella Escuela de Guerra. ¿Fue porque los oficiales del ejército español se habían pasado, masivamente, al bando rebelde?
Profesor Villarroya:
Sí que es cierto que una parte importante de los oficiales del ejército español se pasaron al bando rebelde. Pero también lo es que las circunstancias del momento eran excepcionales. Había estallado una guerra y se necesitaban más oficiales militares. Por este motivo se creó aquella escuela.
Profesor Solé: Tenemos que entender que, inicialmente, el ejército republicano está formado, básicamente, por columnas de milicianos de diferentes sindicatos y partidos y que, en muchas ocasiones, actúan de forma descoordinada. El gobierno de la Generalitat entendió que para coordinar aquellas fuerzas y ganar la guerra era necesario formar oficiales militares.

¿Por qué es la Generalitat quien crea aquella escuela y no es el gobierno central?
P. Solé
: Con el estallido del conflicto hay un vacío de poder; y la Generalitat asume las funciones de defensa. De hecho, durante aquella etapa inicial del conflicto, entre julio de 1936 y mayo de 1937, la Generalitat asumirá todas las competencias del estado en Catalunya. Y la creación de aquella Escuela de Guerra fue una acción más de aquella política.
P. Villarroya: El gobierno central no lo pudo evitar. Por lo menos, inicialmente. Pero, en cambio, observamos que la Generalitat no tenía recursos para sostener aquellas infraestructuras defensivas (la Escuela de Guerra, la alimentación de los milicianos, la construcción de fortificaciones, etc.); y tuvo que negociar permanentemente con el gobierno central, casi mendigar, la financiación necesaria.

¿Quién fue el promotor de esta Escuela?
P. Villarroya
: Fue Joan Garcia Oliver, un hombre de acción. Tenía un perfil muy contradictorio. Era de la CNT-FAI, y durante la época de clandestinidad del anarquismo (años 20) atracaba bancos para financiar el movimiento. Pero después, durante la primera fase de la Guerra Civil (1936-1937), que coincide con la creación y desarrollo de la Escuela Popular de Guerra de la Generalitat, fue ministro de Justicia de la República. Y en el ejercicio de su cargo demostró una gran capacidad para interpretar y resolver los problemas, y una extraordinaria visión de los temas claves que tenían que conducir a la transformación social.
P. Solé: No olvidemos que Joan Garcia Oliver era el hombre de más prestigio de la CNT-FAI; una organización sindical que en aquel momento tenía mucho poder y mucho apoyo popular. Era un hombre sin ninguna formación académica, pero tenía una inteligencia natural que le permitió salvar las grandes contradicciones con las cuales se tuvo que enfrentar. Fíjese en que Garcia Oliver, como anarquista, era contrario a las jerarquías; pero en cambio promovió la creación de una escuela de oficiales, que él denomina "instructores" y que fabricaría las jerarquías de un ejército formado, básicamente, por milicianos que actuaban de forma descoordinada porque no tenían mandos. En situaciones excepcionales, era capaz de priorizar el realismo al idealismo.

Cos Entrevista Solé y Sabaté, Villarroya y Font, escritores Carlos Baglietto

¿Garcia Oliver era de aquel sector catalanista del anarquismo, si se puede decir así?
P. Solé:
No. Garcia Oliver era un anarquista catalán. Pero no era catalanista. Hay una anécdota que ilustra muy bien su perfil. Se explica que después de treinta años largos de exilio, retornó y una de las primeras cosas que hizo en Barcelona fue acudir a una fiesta libertaria. Y se sorprendieron —y no positivamente— al oír hablar a la gente; hasta el punto que exclamó "Aquí hay mucha gente que habla castellano".
P. Villarroya: En aquella Catalunya de la guerra civil el hecho nacional había quedado en un segundo término. Los anarquistas catalanes, eran catalanes, y hablaban catalán; como el conjunto de la sociedad del país; pero lo que les preocupaba era hacer la revolución y ganar la guerra.

¿Qué opinión tenía Garcia Oliver, por ejemplo, de otro líder indiscutible del anarquismo como Durruti?
P. Solé
: Garcia Oliver y Durruti son dos de las figuras más destacadas de la CNT-FAI. Pero eran dos perfiles muy diferenciados. Ambos eran hombres de acción. Recordamos un Durruti con un fuerte protagonismo después de la derrota militar del golpe de estado en Barcelona; y su rápida incorporación al frente de la guerra, dirigiendo a los milicianos anarquistas catalanes. Pero Durruti era un hombre de carácter impulsivo muy alejado del perfil más reflexivo de Garcia Oliver. De hecho, Garcia Oliver pensaba que Durruti era muy infantil.

¿Quiénes fueron los profesores de aquella Escuela Popular de Guerra de la Generalitat?
P. Villarroya
: Eran militares profesionales del ejército español. Había oficiales; pero también había algunos suboficiales; como, por ejemplo cabos; que se les ofrecía una vía de promoción en la carrera militar a través del ejercicio de la docencia en aquella Escuela.

¿Se les seleccionó con algún criterio?
P. Solé
: No. La guerra había impuesto unas necesidades; y, únicamente, se tuvo en cuenta que no formaran parte de los regimientos que habían secundado el golpe de estado del 19 de julio de 1936.

¿Cuántos alumnos pasaron por aquella Escuela?
P. Villarroya
: Pasaron varias promociones. Entre julio de 1936 y mayo de 1937 pasaron 1.885 alumnos.

¿Cuál era el perfil de aquellos alumnos?
P. Solé
: La primera hornada estaba formada en un número notorio, no mayoritario, de gente que procedía del mundo universitario. Estos eran de ideología nacionalista catalana.
P. Villarroya: Pero después ingresó gente con perfiles muy diversos, y aquel grupo inicial, con un corpus intelectual importante y un perfil ideológico nacionalista catalán, quedaría progresivamente diluido.

¿Con todo eso que me explican, es posible que en algún momento alguien, al inicio, hubiera podido sentir la tentación de convertir aquella Escuela en el centro de formación de oficiales de un Ejército de Catalunya?
P. Solé
: Bien, aquellos aspirantes de las primeras hornadas tenían esta ambición. De hecho, ingresan en la Escuela porque tienen la vocación de ser los oficiales de un ejército catalán. Pero, con el transcurso del tiempo y de los acontecimientos, esta ambición se volverá decepción.
P. Villarroya
: Este grupo nacionalista catalán acabaría siendo muy minoritario, y las fuerzas políticas que podían amparar aquella ambición (Estat Català, Nosaltres Sols) tenían muy poca incidencia en la sociedad catalana de la guerra.

¿Qué requisitos se exigían para ingresar en la Escuela de Guerra?
P. Villarroya:
A nivel político se les exigía el aval personal de un sindicato o partido o del Comité de Milicias Antifascistas; que era, recordémoslo, el organismo que agrupaba casi todas las fuerzas contrarias a la rebelión militar. Y a nivel cultural, se les exigía unos requisitos muy elementales. Sí que es cierto, como decía el profesor Solé; que, inicialmente, algunos alumnos tenían estudios superiores. Pero, posteriormente, ingresaría en la escuela gente con un nivel de instrucción elemental.
P. Solé: Tenemos que pensar que la Catalunya de 1936 no era como la actual. Los universitarios eran una minoría muy minoritaria, y la tasa de analfabetismo estaba situada en torno al 30%. Las urgencias que imponía el contexto bélico del momento, obligaron a la Generalitat a recurrir a gente con un nivel cultural muy básico. Prácticamente, solo se les exigía que supieran leer y escribir y poca cosa más.

¿Cuánto duraba un curso en la Escuela de Guerra?
P. Solé
: Entre cuarenta y cinco y sesenta días.

Entrevista a Solé i Sabaté, Villarroya y Font, escritores Carlos Baglietto

La Generalitat había creado esta Escuela. ¿Entonces, la lengua vehicular de aquella Escuela era el catalán?
P. Villarroya
: No. La enseñanza se impartía en castellano. Es por lo que decíamos antes; la sociedad catalana era, en su práctica totalidad, catalanohablante. Y aquella escuela se puede decir que era una reproducción a escala de la sociedad catalana. Pero la guerra había desplazado el hecho nacional a una posición secundaria. El objetivo de aquella Escuela era formar oficiales para ganar la guerra.

¿Dónde estaba situada la Escuela Popular de Guerra de la Generalitat?
P. Solé
: En el edificio de los Escolapios de Sarrià, en Barcelona. Aquel edificio reunía todas las condiciones necesarias para la función a que había sido destinada. Tenía aulas, patios, comedor y una parte destinada a internado; aunque esta última parte del edificio fue infrautilizada, porque los alumnos se alojaban en la ciudad, en hostales, fondas...

¿De dónde procedían los alumnos de la Escuela?
P. Villarroya
: En su práctica totalidad, procedían de toda Catalunya. Había algunos alumnos nacidos fuera de Catalunya; pero, muy mayoritariamente, eran personas que, en el momento que ingresaban en la Escuela de Guerra, ya hacía quince o veinte años que vivían en Catalunya.

Entonces, todavía se entiende menos que el catalán no fuera la lengua vehicular de aquella Escuela.
P. Solé
: Resultó muy decepcionante para aquellas primeras hornadas de alumnos; que, como decía antes, procedían del mundo nacionalista catalán. En cambio, para las promociones que se incorporan posteriormente, no parece que este detalle tenga importancia. Como decía antes el profesor Villarroya, el hecho nacional había quedado en un segundo término, y lo que era prioritario era ganar la guerra.

Cuando aquellos aspirantes a oficiales acababan el curso, ¿dónde se les destinaba?
P. Villarroya
: Al frente de guerra. Inicialmente en el frente de guerra de Aragón, pero posteriormente en cualquier frente de guerra del territorio peninsular.
P. Solé: En este punto, es importante destacar que aquellos oficiales, inicialmente, cuando salen graduados solo son reconocidos por la Generalitat. Eso será así hasta mayo de 1937, cuando el Ejército de la República les reconoce los grados.

¿Qué pasa en mayo de 1937, que el Ejército de la República se decide a reconocer la tarea de la Escuela Popular de Guerra de la Generalitat?
P. Solé:
Es inmediatamente después de los Hechos de Mayo de 1937, una guerra civil dentro de otra guerra civil, que enfrentó la CNT-FAI por una parte; y el PSUC prosoviético y ERC, por la otra. Aquel conflicto, que se resolvió con la derrota anarquista, tuvo un coste importante para la Generalitat. El gobierno central inició una ofensiva recentralizadora, y la Escuela Popular de Guerra de la Generalitat pasó a ser la Escuela Popular de Guerra número 1, de una red de escuelas militares de la República. Pasó a ser de titularidad del gobierno de la República, y eso comportaría que todos los oficiales formados durante la etapa de gestión catalana; fueran, finalmente, convalidados y reconocidos.

Hablemos de la guerra. Y de las armas. ¿Es cierto que la Generalitat ordenó comprar armas en el mercado negro?
P. Villarroya
: Lo que es cierto es que la Generalitat envió gente al exterior a comprar armas; pero estas transacciones se efectuaban, a la fuerza, en el mercado negro, y a nivel de gobierno, obviamente, nadie se hizo responsable de aquellas acciones. Sin embargo, hay algunos documentos que implican a Josep Tarradellas; que, en aquel momento era conseller de Hacienda y conseller en cap. Pero es un tema muy confuso.

En el transcurso de la guerra, algunos oficiales formados en aquella Escuela caen prisioneros del bando rebelde. ¿Se les penaliza por el hecho de haber sido formados en una Escuela de la Generalitat?
P. Solé
: No. El hecho de que hubieran sido formados en una escuela de guerra de la Generalitat no fue considerado un agravante. Pero, en cambio, fueron duramente represaliados por su compromiso político con un partido o con un sindicato republicano.

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