Ruscino (entre Perpinyà y Canet de Rosselló), año 770. El próximo año hará 1250 años. Carlomagno, rey de los francos y asociado al trono con su hermano pequeño Carlomán, ordenaba la recuperación del castillo de Ruscino, la repoblación del valle bajo del río Tet, y la restauración del viejo condado del Roselló, creado el 570 por los duques visigodos de la Septimania (actual Languedoc) y liquidado por la invasión árabe del 720. Durante medio siglo (720-770), el territorio del Roselló había sido un inmenso despoblado en tierra de nadie sobre una frontera de docenas de kilómetros de amplitud, que separaba los dominios consolidados del reino de los francos y del emirato de Córdoba. Con la provisión de aquella estructura administrativa y militar, se daba el pistoletazo de salida a la creación de la futura Catalunya.

Mapa de los condados catalanes hacia el año 1000. Font Enciclopedia

Mapa de los condados catalanes hacia el año 1000 / Fuente: Enciclopedia

¿Quién era el arquitecto del proyecto carolingio?

Cuando Carlomagno y Carlomán alcanzaron el trono (768), recogieron el proyecto político de su madre, la reina Berta de Laon (conocida como Berta del Pie Grande a causa de una malformación congénita). Berta —y no su marido el rey Pipí—, dotada de una inteligencia política extraordinaria, era la verdadera arquitecta del proyecto de expansión carolingio: la reunificación de Europa, en aquel momento dividida en docenas de reinos y dominios independientes desde que se había hundido la superestructura imperial romana (siglo V). La reina Berta había planeado varios frentes de expansión, y uno de estos era la ocupación del territorio entre el vierteaguas de los Pirineos (desde el Atlántico en el Mediterráneo), hasta el margen izquierdo del río Ebro (la orilla norte).

Carlomagno, los vascos y la Marca Hispánica

Aquel proyecto encontró la oposición armada de las naciones vascas que, en aquel momento, estaban articuladas en pequeños dominios independientes que ocupaban los Pirineos centrales y occidentales (los actuales territorios de Aragón, Navarra y Bearn). La historia revela que Berta y Carlomagno se olvidaron del componente diplomático y lo fiaron todo a la fuerza militar. Y los vascos, que tenían una intensa relación política con los valís árabes del valle del Ebro, se negaron a colaborar en una empresa que amenazaba el difícil equilibrio que sostenía su independencia. La Marca Hispánica no llegó a existir nunca porque Carlomagno, después de una serie de dolorosas derrotas militares, renunció a dominar la parte central y occidental de los Pirineos.

Mapa del reino de Francia y de la Marca de Gotia. Font Viquipedia

Mapa del reino de Francia y de la Marca de Gotia / Fuente: Wikipedia

El pasillo catalán

El abandono prematuro de la empresa en los frentes central y occidental (778-780) aceleró la penetración por el flanco oriental. También jugó a favor el hecho que sobre el territorio de la futura Catalunya no había ningún tipo de dominio enclavado, celoso de su independencia y de los equilibrios que la garantizaban, como pasaba en la zona central y occidental. El territorio de la antigua diócesis Tarraconense (romana y visigótica) era un páramo gigantesco, desde que las oligarquías rurales y todas sus redes de subalternos (mayorales, jornaleros y esclavos) se habían refugiado en territorio de los francos durante la invasión árabe (714-721). Làreda (Lleida) y Turtuxa (Tortosa) habían sido convertidas en grandes ciudades de la frontera superior árabe, y concentraban más población que en la anterior etapa.

Carlomagno y la Tarraconense

Pero, en cambio, Tarragona —la gran ciudad del territorio— había perdido la práctica totalidad de los 15.000 habitantes que tenía el 714, y había quedado convertida en una ciudad fantasma. Las estimaciones más optimistas hablan de una población de unas doscientas personas semiocultas entre los grandes edificios de la ciudad, que, progresivamente, se convertirían en ruinas. Barcelona, Girona, Empúries, Urgell y Elna eran una sombra de lo que habían sido, y se gobernaban como una especie de repúblicas oligárquicas municipales, vigiladas desde lejos por los valís, y desde más cerca por pequeñas guarniciones árabes que en ningún caso pasaban de los cien soldados. Todas estas pequeñas ciudades semiindependientes abrieron las puertas, con más o menos negociaciones, a los ejércitos de Carlomagno.

El "Far-south" catalán

Y también jugó a favor de que los nietos y los bisnietos de aquel éxodo del 714 —naturalmente, las oligarquías— se comprometieran a formar parte activa del proyecto. Las fuentes de la época —escasas pero reveladoras— delatan un estado de entusiasmo por la empresa de recuperación, oportunamente disfrazada con una vestimenta religiosa. Y en menor medida de las clases subalternas. Pero muy poco pudieron decir, porque su concurso en aquel contexto resultaba imprescindible: difícilmente se podía mantener el dominio sobre un territorio sino que no había una mínima estructura productiva: los nietos y bisnietos de los mayorales, jornaleros y esclavos exiliados el 714 serían los que a buenas o a malas y con el sudor de su trabajo tendrían que garantizar el mantenimiento de la estructura administrativa y militar en los nuevos territorios.

¿Marca Hispánica o Marca Gotia?

Catalunya es un país de fábrica netamente carolingia. Como lo son todos los actuales países del centro y del oeste de Europa. La empresa carolingia sobre el solar de la futura Catalunya progresó con facilidad y rapidez: el 783 consolidaba el condado del Roselló, el 785 creaba los condados de Girona, Cerdanya, Urgell y Empúries, y el 801 creaba el condado de Barcelona. Durante dos siglos largos (783-985), los condados catalanes formarían parte de la Marca de Gotia, la región más meridional del imperio de Carlomagno, el padre de Europa. Y la formación de su cultura, de su lengua, de sus instituciones políticas, de sus ritos religiosos y de su actividad económica estaría indisociablemente relacionada con la Europa de Carlomagno y de sus descendientes.

Mapa de la Marca de Gòtia y sus condados, en tiempo de Guifré el Pilós. Fuente Wikimedia Commons

Mapa de la Marca de Gotia y sus condados, en tiempo de Guifré el Pilós / Fuente: Wikimedia Commons

Los Belónidas carolingios

Este escenario es el que explica que los Belónidas, la principal estirpe condal catalana, acabaran convertidos en una rama menor de la familia imperial carolingia. Wilfredo el Velloso (840-897) se convertiría en el primer conde que transmitiría el cargo por herencia. Sería el fundador del Casal de Barcelona, que gobernaría Catalunya durante cinco siglos largos. Pero uno de sus principales éxitos políticos sería su matrimonio con Guinidilda d'Empúries, hija de la condesa Judit de Flandes y tataranieta de Carlomagno. Su hijo y heredero Wilfredo II (874-911) y todos sus descendientes hasta 1410 (condes dependientes e independientes), en el transcurso del tiempo acabarían siendo la última rama carolingia superviviente, la que había fundado Carlomagno, padre de Europa.