Ahora hace diez años. El 25 de febrero de 2011. Albert B. y yo entramos en el Frankfurt de delante del Sielu para comer alguna cosa antes de entrar en el concierto de Nothink i Bullitt, una noche de hardcore guitarrero que promete emociones fuertes. Creo que fue la primera y única vez que él y yo quedábamos a 'solas', pues teníamos amigos comunes, pero no acostumbraban a compartir actividades más allá de coincidir en grupo. Me daba cierta vergüenza porque las conversaciones cara a cara, aunque quizás os cueste creer, me cuestan con la mayoría de la gente. Además, no es un tío muy hablador y en aquella época creo que yo tenía la cabeza bastante anieblada y el mínimo contratiempo me provocaba ansiedad. Pero recuerdo que charlamos fluidamente y reímos. Fue un rato agradable, así que entré (o entramos) animados al concierto.

Temazos y salas vacías

Los Nothink eran un grupo de hardcore de Madrid que pasaban por un buen momento de forma. Había un cierto hype a su alrededor. Presentaban su tercer disco Hidden State, y su sonido partía del hardcore más foscot y próximo al post-rock, con unas vocales próximas al emo, muy en boga en aquella época. Los teloneros eran un grupo de Sant Feliu llamado Bullit (banda capitaneada por Xavier Calvet, ahora en solitario autor de una discografía fascinante, ndr.-) que entonces yo todavía no conocía. Para mí fueron la revelación de la noche. Su estilo era más soleado y más afín al punk rock californiano y por un día el Sielu vibró (al menos así lo recuerdo yo).

Y digo por un día porque a la mayoría de conciertos a que he asistido en Manresa había diez o quince personas quietas y con cara de palo. ¡He visto directos de Guillamino o Mine! en plena forma salas prácticamente vacías y pensaba: "¿cómo puede ser que en una ciudad de 80.000 habitantes, que presume de una envidiable oferta cultural no pueda recoger cincuenta o cien personas para ver un grupo que no sea mainstream?". Si nos ponemos a calcular porcentajes las cifras son desesperantes, paupérrimas. Y antes de que os pongáis las manos en la cabeza, deciros que eso también se puede aplicar a Igualada o Barcelona y quizás a toda Catalunya. En cualquier caso diría que aquel día la sala estaba bastante llena y los Bullitt arrasaron con todo: tenían carisma y unos temazos pegajosos y coreables que te hacían bailar como un poseído. Dejaron el listón bien alto y dieron paso a los Nothink, que no se quedaron cortos aunque su energía y su música eran|estaban un poco más frías y quizás distantes.

Aquello que hacen los músicos undergrounds

El caso es que al acabar el concierto hicimos aquello que a veces hacemos a los músicos undergrounds (entonces MUY undergrounds) que es ir a saludar a los grupos con la misma vergüenza que un fan cualquiera y diciendo los nombres de nuestras bandas|lados con la boca pequeña y mirando al suelo: entonces eran Unborn en el caso de Albert y Albatros, en el mío. Y no sé muy bien cómo, acabamos charlando con los cabezas de cartel mientras recogían los trastos y recibiendo con sorpresa y cierta incredulidad su propuesta de seguir la fiesta con ellos en el Stroika, la sala de conciertos y también discoteca de la capital del Bages. Naturalmente, nos hizo mucha ilusión la oferta, pero estaban siendo tan extremadamente amables con nosotros que me hicieron sospechar (no me diréis si este sospechar no es la cosa más catalana del mundo). El hecho es que quedamos en encontrarnos en la puerta del local al cabo de unos minutos y entramos gratis con ellos, pero de una manera un poco indefinida, como si ellos mismos no tuvieran demasiado claro si éramos de los suyos. No sabía si lo hacían a gusto o bien no querían ser descorteses y nos estábamos ACOPLANDO. ¡Pero la propuesta de añadirnos a la fiesta fue suya! Y no me diréis si no es simbólico que el grupo estrella de la noche, venido de la capital del imperio, baje a la Catalunya central y se lleve de fiesta a dos músicos pseudolocales con promesas y los abandone justo empezar.

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Nothink, amistades que hacen sospechar

El hecho, sin embargo, es que al entrar en la discoteca los perdimos de vista y ya no los vimos más en toda la noche, quedándonos plantados en medio de la pista como pasmarotes y mirando a nuestro alrededor, buscando algún tipo de sinergia y viendo como Manresa e Igualada las relaciones sociales en el ocio nocturno seguían los mismos patrones. La gente estaba organizada en corros prácticamente impermeables entre sí, en capillas. No había prácticamente interacciones que salieran de estos círculos de poder. Éramos forasteros... ¡y además Albert odiaba bailar! Así que pasamos una hora haciendo un poco el pardillo y yo intentando bailar sol sin morirme de vergüenza hasta que decidimos aceptar la derrota y volver hacia casa con el orgullo un poco herido, como si hubiéramos perdido una final de la champions con un penalti en contra silbado injustamente en el último minuto.

En cuanto a los Bullit, lo más probable es que ya estuvieran en Sant Feliu de Guixols porque|para que habitualmente los grupos locales el qué tienen que hacer es desmontar el chiringuito y volver a casa para que no los roben los instrumentos (no les dejarán dentro de un coche aparcado!) y además como tienen que conducir no pueden beber ni desfasarse en exceso. Ahora pienso que si hubiéramos acabado la noche con ellos seguramente nos lo hubiéramos pasado teta. Pero la cosa fue así: 'nothing de Nothink'. Y aquella noche, como tantas otras, acabamos volviendo a casa un poco decepcionados, escuchando grunge y sintiendo que las estrellas siempre eran los otros.