Con el blusón fallero y el bullicio propio de los días de Fallas: así fue como me atendió María Bertomeu (Oliva, la Safor, 1998), La Maria, hace un par de años, cuando la entrevisté por primera vez. Entonces presentaba su debut, L’Assumpció (Propaganda Pel Fet!, 2023), me hablaba desde un casal fallero de su pueblo y ya era una de las artistas revelación de la música popular valenciana, tal como confirmaron los premios Ovidi de aquel año, con tres galardones. Uno de ellos fue para la canción Mon vetlatori, que interpretó hace unas semanas en prime time en TVE, en honor a las víctimas de la DANA, en el programa de David Broncano, La Revuelta. Ahora redobla la apuesta con Robina (Propaganda Pel Fet!, 2025), otro disco conceptual, concebido como una secuencia e inspirado en una figura femenina, en el que combina la tradición folk con sonidos electrónicos con más atrevimiento y la misma personalidad. Me atiende mientras llega a una audición en el conservatorio de la castigada Catarroja (l’Horta Sud), con el que lleva muchos años vinculada, a ocho kilómetros del corazón de la ciudad de Valencia.

¿Es verdad que Perdona, Maria, que es la última pista del disco, fue su semilla? Es como una canción para hacer las paces contigo misma. O con una parte de ti misma: la niña que fuiste, con gesto serio, como si estuvieras enfadada con el mundo
Es una canción a la que tengo mucho cariño. Llevo diez años yendo a terapia, y la psicóloga me dijo, en una de tantas sesiones, que buscara fotos de cuando era pequeña y viera qué era lo que yo veía, como una forma de volver a mi infancia, que a veces necesitamos imágenes para sentir ciertas cosas. Y sentí que la infancia que tuve quizá no fue la mejor, pero había que volver a ella para tener la idea que impulsó el disco.

Es mi favorita del disco, tengo que decirte. Paradójicamente, la dejas para el final. ¿Tenías clara esa secuencia
Quería volver a hacer un disco que contara una historia. Un disco cíclico, con un contexto y un sentido, y no simplemente canciones sueltas. Y fueron saliendo. En capítulos. Y a medida que iba a terapia.

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Entrevista a La Maria / Foto: Lurdes Basoli

Me decías hace dos años que trabajar con el productor Tono Hurtado te venía muy bien porque él está alejado del folk y de las músicas tradicionales, y en cierto modo te obligaba a adentrarte en otros lenguajes. En ese sentido, este disco es un paso adelante.
Creo que sí, con él y con Sam Ferrer, que es el otro productor. Y gracias a la gira de presentación de L’Assumpció (2023), también he podido aprender y darme cuenta de lo que quería y de lo que no quería. Se trata de eso también. Músicos que vas conociendo. Volver a aprender desde otra visión. Aprender a hacer las cosas y también a cómo pedirlas, que eso también es complicado.

Hasta que no se vacíe esa base tan fascista sobre la que hemos construido toda la legislación y la manera de proceder, continuarán los problemas que todavía no se han resuelto

Me parece un disco más experimental, más atrevido, más aventurado, pero sin olvidar nunca una raíz tradicional muy visible. Quiero decir, puedes encontrar una habanera, un fandango y ritmos electrónicos, pero no vas a encontrar reggaetón, soul, r’n’b, trap ni hip hop, como sí sucede en los últimos discos de Maria Hein, Sandra Monfort o Queralt Lahoz. Yo a ti te veo más en la liga de Maria Arnal, estilísticamente hablando.
Me parece un piropazo la comparación con Maria Arnal porque la admiro muchísimo y siempre ha sido una gran fuente de inspiración. Sobre todo por cómo hace las cosas: es lo que estábamos comentando. Cuando estás intentando algo y no te sale, a veces pensamos que lo que hemos aprendido ya está superado, y tienes que volver a hacerte las mismas preguntas que te hacías, porque nunca terminas de aprender algo del todo: eso también es la raíz. Por ejemplo, hace una semana me rompí el coxis, precisamente por bajar la guardia entrenando, haciendo un movimiento que pensaba que dominaba: pues con la música pasa igual. Por mucho que yo piense que un estilo, unos melismas o una forma de tocar la guitarra o el guitarrón son de una manera, a veces al repasar los pasos que tengo interiorizados, encuentro cosas nuevas y gracias a eso puedo inventar cosas que creía que ya había inventado. Pero siempre queda un hilo por explorar.

Apareciste en La Revuelta, en TVE, cantando por las víctimas de la DANA. Parece mentira que todavía nadie haya asumido responsabilidades políticas, más allá de un par de ceses menores.
Es terrible. Y cada vez que enciendes la tele te encuentras un escenario muy dantesco: una palabra que yo no conocía pero que sirve para describir todo lo que ha pasado después, cómo se están resolviendo las cosas. Ahora estoy pasando al lado del conservatorio de Catarroja y no voy allí: voy a la escuela que nos han cedido para dar las clases, y al conservatorio todavía no sé cuándo volveremos, está todo muy verde. Están reparando otras cosas de primera necesidad. Es brutal que un centro público quede como en el décimo lugar de urgencia. La verdad es que ha sido bastante fuerte, y nosotras no hemos podido reincorporarnos rápidamente ni nada. Eso en cuanto a lo educativo. Y nos cancelaron las clases por orden del ayuntamiento, y no de la Generalitat, que si fuera por ellos, no sabemos qué habría pasado. Y aún estamos esperando una disculpa.

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Entrevista en La Maria / Foto: Lurdes Basoli

Hace unos meses cantaste una versión de Gallo negro, gallo rojo (Gall roig, gall negre), la canción escrita por Chicho Sánchez Ferlosio, la misma que se canta en la película El 47 (Marcel Barrena, 2024) y que cantaba Sílvia Pérez Cruz. ¿Crees que su mensaje, en tiempos como estos, tan amenazados por una involución, con libertades en riesgo que dábamos por sentadas, es especialmente necesario?
Totalmente. Es una canción muy antigua, supervieja, y que a día de hoy es una pena que muchas cosas sigan igual que entonces. Desde una visión más moderna, porque son otros los problemas que nos ocupan, pero el trasfondo y la base son siempre los mismos. Y hasta que no se vacíe esa base tan fascista sobre la que hemos construido toda la legislación y la manera de proceder, continuarán los problemas que todavía no se han resuelto.

Sigues viviendo en Oliva, en la Safor. ¿No sientes la tentación de irte a vivir a una ciudad grande?
Tuve mi etapa estudiando en Valencia, cuando era estudiante, y después me fui a Galicia: he vivido fuera de casa y tuve un tiempo en el que no quería volver, y ahora es como que cojo el coche y ya estoy contando las horas para llegar a casa, a Oliva. Es donde quiero quedarme: hay mucha tranquilidad, es un lugar que aún conserva sentimiento de pueblo, a pesar de tener 30.000 habitantes, y creo que los y las artistas que nos quedamos en el pueblo no tenemos que sentirnos mal, porque se puede combinar esta calidad de vida, dormir en casa siempre, con una carrera con proyección, sin que sea necesario vivir en Valencia o en cualquier otra gran ciudad.