En nuestra infancia de extrarradio, en la aburrida y mediocre Vilafranca 80's, esta turbia historia se explicaba con toda la épica oral de la que son capaces una pandilla de mocosos (que no es poca). Había sucedido unos años atrás, pero hablábamos como si se tratara de un mito de otros tiempos que contenía todos los elementos del drama shakespeariano. Y en cierto modo lo era: Había pasado ahí mismo, en nuestro barrio, en aquella misma calle, unos cuantos portales más allá, en un local de los bajos del bloque donde vivía el Antonio, una zona ciertamente temeraria para albergar una joyería. Y el Antonio, naturalmente, era el que mejor conocía todos los detalles: Un tío trajeado y con gafas de sol va y entra y amenaza a la mujer del dueño con una pipa. “¡Esto es un atraco, dame todo el dinero y todas las joyas, vieja!” Pero el menda no se ha coscado de que el joyero, que ya sabemos la mala leche que se gasta, aguarda en la trastienda… Y de repente sale con una escopeta y ¡PUM!, se carga al atracador de un tiro. La calle se llena de vecinas y chafarderos, y cuando llegan los picoletos se dan cuenta de que el pobre diablo iba armado con una pistola de juguete. Aunque fuera disfrazado de mafioso, solo era un yonqui con el mono, dicen ellos. Pero luego, cuando se lo llevan, alguien reconoce el cadáver: ¡Coño! Pero si es el Miguel, el guitarrista de los Desechables, un grupo muy chachi de Vallirana, un pueblo de aquí al lado. La cantante está buenísima. Pero si este pavo lo tenía todo, venían de tocar en Francia y estaban a punto de grabar un disco en Madrid que les iba a catapultar a la fama. Mis dos hermanos lo conocían, y dicen que guita y droga no le faltaba… ¿Por qué debía hacerlo?

En otras latitudes sería un grupo laureado objeto de homenajes año sí, año también

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En palabras de Ana Curra, Tere “se transformaba de tierna a salvaje”. Foto: Ana Torralva.

Los Desechables son el grupo de culto por antonomasia, unos pioneros del psychobilly y el gothabilly en Cataluña y España. Tere González, la sicalíptica vocalista que con solo dieciséis años se revolcaba por el escenario como Iggy Pop y se metía el micrófono en la boca como Lux Interior. Dei Pei, el batería que tocaba de pie, descamisado y con una batería mínima. Y Miguel González No, el funesto guitarra que murió tiroteado envuelto en un halo de misterio en el intento de atracar una joyería con un arma de mentira. Jóvenes, bellos y malditos: lo puto más. En otras latitudes sería un grupo laureado objeto de homenajes año sí, año también. Aquí se les reivindicó hace un tiempo con el solvente documental El peor dios (que justo acaba de llegar a Filmin) y la reedición en vinilo, a cargo de Munster Records, de Golpe tras golpe, su primer LP. Y ahora con la nueva entrega de la editorial Ojos de buey: El lado salvaje. 1983-1985, de la fotógrafa Ana Torralva.

Tres cipreses y demasiadas tumbas en el cementerio

La fatídica historia que he empezado relatando y que tanta rumorología suscitó en mi pueblo natal tuvo lugar a finales de 1983, un 23 de diciembre. Cómo decía, poco después, los días 28 y 29, estaba prevista la grabación en directo de su esperado primer LP en la sala Rock-Ola de Madrid. La expectación era máxima, y se debía al hecho de que una casete suya llegara a manos de Esteban Torralba, director de El refugio atómico, un espacio radiofónico que la noche de los domingos programaba maquetas y entrevistaba a figuras de la talla de los Cramps o Johnny Thunders. La eclosión de la Movida permitió que Esteban oficiara de agitador cultural: su piso, junto a la Rock-Ola, fue el after de la sala. Afiliado a la estética dark wave, Torralva trabajó de cazatalentos para Tres Cipreses, uno de los primeros sellos independientes matritenses, que dio a conocer a grupos como Gabinete Caligari, Paralisis Permanente o Loquillo y los Trogloditas.

La escalada de Desechables por la ladera más umbrosa del Olimpo de la Movida se vio truncada cuando el destino provocó lo irreparable en una joyería de Vilafranca del Penedès

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Portada del libro. Foto: Ojos de buey / Ana Torralva.

Como escribió Diego Manrique en su necrológica: “Con el trío barcelonés […], Esteban descubrió la materialización de sus sueños: se transformó en su representante, los llevó a Francia y consiguió que Diario pop, el estratégico programa de Radio 3, apostara por ellos y se convirtiera en su plataforma nacional.” Pero la escalada de Desechables por la ladera más umbrosa del Olimpo de la Movida se vio truncada cuando el destino provocó lo irreparable en una joyería del barrio de L’Espirall, en Vilafranca del Penedès. Pese al duro golpe que supuso la pérdida de Miguel, la banda catalana volvió a la carga tras un tiempo para rendir cuentas con el público madrileño. Antes, Esteban había rescatado las grabaciones de mesa de los últimos conciertos y sacó el disco más parecido posible a lo que debería haber sido Golpe tras golpe (1984). Y con la actuación en la Rock-Ola, un año después del trágico suceso, consiguió planchar un segundo: Buen Ser-Vicio (1985).

Tere luce enfundada en cuero, con medias de rejilla, el pelo cortado al cepillo y tacones de aguja

Ana Torralva, fotógrafa incipiente y hermana de Esteban, tuvo la oportunidad de acompañarlos y llevar la imagen de la banda durante los años que median entre esos dos discos seminales. “Yo acababa de llegar a Madrid desde Valencia, donde había estudiado Bellas Artes —me explica—. Mi hermano llevaba allí varios años. Se fue para estudiar medicina, pero lo dejó al quinto año para dedicarse al mundo de la música. Estaba metidísimo en todo el ambiente de la Movida, conocía a todo el mundo, todos habían pasado por su casa. Hasta Loquillo habla de él en sus memorias. Mi hermano y yo nos llevábamos solo tres años, habíamos estado juntos siempre. Conocía a Desechables a través de él. Cuando venían unos días a Madrid se alojaban entre la casa de Esteban y la que yo compartía con Javier Valenzuela, mi pareja, que trabajaba para El País llevando la sección de sucesos. Fue él quien tuvo que publicar lo de Miguel…".

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Dei Pei, el batería que tocaba de pie. Foto: Ana Torralva.

Y continúa: "se había creado toda una expectativa en Madrid con la llegada del grupo, Esteban lo había vendido muy bien, se había anunciado en todas partes y la ciudad estaba cubierta de carteles. Alaska y los Pegamoides, Ana Curra, Siniestro Total y toda esta gente estaban deseosos de verlos… Y entonces pasó lo del atraco a la joyería. Ese trágico suceso hizo que pasaran de ser un grupo underground a que todo el país hablara de ellos.  Pero los había dejado destrozados, claro, Miguel era el alma del grupo y Tere estaba muy deprimida. A partir de allí se intentó armar el disco Golpe tras golpe. Esteban me pidió que hiciera las fotos. Era una empresa familiar: Javier, el único que tenía un trabajo fijo, pagó el disco con su paga extra. Yo hice las fotos y Ana Isabel, la pareja de Esteban, participó en la creación del vestuario, los trajes de cuero que luego vistió Tere…”

El libro, pues, abre fuego tras la incorporación a las cuerdas de Marcelo “Enano”, el hermano de Dei Pei, con imágenes del grupo reformado y maravillosas instantáneas del concierto de resurrección en la mítica sala madrileña, en las cuales Tere luce enfundada en cuero, con medias de rejilla, el pelo cortado al cepillo y tacones de aguja. Transcurre después entre backstages, fotos con Esteban y Ana Curra, y giras de la banda, para culminar con el fantástico trabajo de Torralva para las portadas de los discos. En el primero, la presencia de Miguel será sustituida por la fantasmagórica sombra que proyecta Esteban sobre una pared. En el segundo, las imágenes de Tere ofreciendo un plato con sus pechos mientras los ojos vendados de la cantante miran a otro lado. “Gracias a este libro Tere y yo, que llevábamos muchos años sin vernos, hemos vuelto a unirnos. Ha removido mucho, había mucho dolor aparcado… Ha muerto mucha gente por el camino. Fue una época muy turbulenta, pero también muy bonita.” A la espera de que la Generalitat instaure oficialmente el Día Internacional de los Desechables y Esteban Torralva (podemos esperar sentados), la editorial Ojos de buey y Ana han rendido a grupo y mánager el homenaje más bello posible: el sostenimiento de la memoria.
 

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Portada de su segundo disco. Foto: Ana Torralva.