Nápoles, 14 de septiembre de 1476. Juana de Aragón y Enríquez (Barcelona, 1454 – Nápoles, 1517), segunda descendiente de la pareja formada por el conde-rey Juan II y su segunda esposa Juana Enríquez, era casada con su primastro Fernando I de Nápoles (València, 1423 – Nápoles, 1494), que le doblaba la edad y que, según las ilustraciones de la época, tenía un aspecto poco o nada favorecido. El matrimonio de Juana (22 años), considerada una de las mujeres más atractivas y cultas de su época, y de Fernando (53 años), viejo —para la época— y con unas discutibles cualidades políticas, se inscribía en la maniobra de la definitiva incorporación del reino de Nápoles (el tercio sur peninsular) en la corona de Barcelona.

Retrato póstum de Fernando I de Nápoles (siglo XVI). Fuente Wikimedia Commons
Retrato póstumo de Fernando I de Nápoles (siglo XVI) / Fuente: Wikimedia Commons

¿Quién era y de dónde venía Juana?

Juana había nacido dos años después que Fernando, y durante su infancia y juventud (1454-1476) vivió a  la sombra de su hermano, de su cuñada Isabel de Castilla y de sus hermanastros, los hijos del primer matrimonio de Juan II con Blanca de Navarra: Carlos de Viana —heredero legítimo a los tronos de Pamplona y de Barcelona y, presuntamente, envenenado por orden de Juana Enríquez—, Blanca y Leonor de Navarra y, todavía, un hijo ilegítimo de su padre, oportunamente reconocido, que sería presentado como Alfonso de Ribagorza. Por lo tanto, Juana tenía por delante un bosque muy espeso que le impedía adquirir un papel relevante como hija de un rey.

Juan II y Joana Enriquez (progenitores de Ferran y Joana). Font MNAC
Juan II y Juana Enríquez (progenitores de Fernando y Juana) / Fuente: MNAC

Juana, la hermana discreta

Por este motivo, y por deseo de su madre, se convirtió en la hermana discreta de Fernando, y se le encomendó la misión de "pasar la escoba" y arreglar los estropicios que su fogoso hermano iba causando por el mundo. Juana convenció a Fernando para reconocer a los dos hijos ilegítimos que había engendrado antes de su matrimonio con la futura reina católica: Alfonso (Cervera, 1470) con Aldonça Roig de Ivorra, hija de uno de sus cancilleres reales, y Juana (Agramunt, 1473) con Juana Nicolau. Juana, la tía de aquellas criaturas, no tan solo consiguió su reconocimiento (llevarían el patrónimo "de Aragón"), sino que trabajó intensamente para labrarles un futuro.

Juana, la mejor agente de Fernando el Católico

Juana atesoraba una gran inteligencia, muy necesaria para sobrevivir en aquel mundo donde el veneno era un recurso habitual en las cancillerías para eliminar a enemigos políticos. Juana se convirtió en la sombra de Fernando, y mucho antes de que el Católico se sentara en el trono de Toledo —como rey consorte— (1474) y en el de Barcelona —por la muerte de Juan II— (1479), ya había propiciado un pacto con las respectivas progenitoras de Alfonso y de Juana. A Alfonso se le reservó para la carrera eclesiástica (a los ocho años ya era arzobispo de Zaragoza y a los doce, también, de València y estuvo a punto de alcanzar el Pontificado). Y con Juana se hicieron múltiples gestiones para casarla con los reyes de Inglaterra.

Los sobrinos de Joana. Alfons y Joana, de la que no se conserva ninguna imagen pero se dice que se parecía mucho a su tía. Fuente Archivo de ElNacional
Los sobrinos de Juana, Alfonso y Juana, de la cual no se conserva ninguna imagen pero se dice que se parecía mucho a su tía

Juana, protectora de los hijos ilegítimos de Fernando

El año 1476 fue enviada y casada en Nápoles. Juana Enríquez, la madre de Fernando y de Juana, había muerto unos años antes (Tarragona, 1468) a causa de un cáncer de mama. Y Juan II, el padre, era casi un octogenario que había perdido el temple y las malas pulgas de su juventud. Por lo tanto, el matrimonio de Juana, la hermana del Católico, fue negociado directamente por Fernando. Sin embargo, desde Nápoles siguió interviniendo en los asuntos catalanes. Se preocupó de la formación de su sobrina, y le inoculó la ideología y los métodos del poder. Más adelante, Juana —la sobrina— estaría implicada en la extraña muerte de Felipe Habsburgo (1506) el yerno y la amenaza de Fernando el Católico.

La preparación de la conquista de Nápoles

Juana —la hermana de Fernando— enviudó en 1494, pero continuó radicada en Nápoles, mientras reinaba su hijastro Alfonso II, hijo del primer matrimonio del difunto Fernando I y de Isabel de Chiaramonte. Juana fue un activo importantísimo (una reconocida diplomática y una discreta espía) que provocaría la caída de la rama napolitana Trastámara. Alfonso, el hijastro, solo reinó dos años (1495-1496), y acabó vergonzosamente abdicando y misteriosamente muriendo. Alfonso sería relevado por un débil Federico, hijastro también de Juana, pero Fernando el Católico acabaría clavando los colmillos sobre la ciudad y el reino del Vesubio. En el momento en que avisó a Juana.