Creo que fue de la tocacojonesca boca de Joe Strummer de donde salió la sentencia “a la gente que no fuma tendrían que prohibirle escuchar jazz”. Si el líder de los The Clash levantara la cabeza (y a continuación se embutiera en un asiento de Ryanair rumbo a Barcelona), volvería a sufrir un ataque al corazón al ver que la actual escena local se nutre de jovencitas virtuosas de rostro tan blanco como sus dientes inmaculados, sin rastro de nicotina, formadas en una escuela municipal de Sant Andreu. Atrás quedan los años de whisky y pitillos (y alguna anfeta que otra) en que las improvisadas notas del bebop se abrían paso entre una densa atmósfera de humo. También de olores de fritura, sudor y perfume barato, además de las vaharadas inguinales de prostitutas, pinxos, bohemios, jóvenes mods avant la lettre (minuto 3 del vídeo) y marines de la Sexta Flota.

Esto pasaba cada noche, entre otros tugurios, en una cava de jazz inaugurada en 1960 dentro de un sótano de la plaza Real, el Jamboree, que pronto se convertiría en una de las principales salas europeas. Uno de los principales lugares donde se ambienta la flamante novela de Alberto Valle, Todos habían dejado de bailar (Roca Editorial, 2022), y el escenario dónde durante un breve —pero memorable— periodo de tiempo subía cada noche Gloria Stewart, nuestra protagonista de hoy, quien vio truncada su carrera por culpa del ‘crimen de los existencialistas’, pese a no tener nada que ver en el asunto. Para hablar de la impagable aportación de esta cantante americana al acervo musical de nuestra ciudad, me he citado con el autor de este estupendo libro de ficción basado en un sórdido y chapucero asesinato que conmocionó a la sociedad de la época, y que el régimen franquista instrumentalizó para desprestigiar el jazz, aquella “música de negros”. Y todo mientras nuestros toboganes físicos almuerzan guisos del Oriente Medio en un local próximo a Los Caracoles, el inmortal restaurante de la calle Escudellers, que estos días está cerrado por vacaciones. 

Nadie supo nunca por qué, pero cada vez que interpretaba My Funny Valentine lloraba a moco tendido

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Portada del libro, de reminiscencias pulp y gusto vintage. Foto: Roca Editorial.

He leído que un joven Marlon Blando hacía de canguro a los hijos de la cantante y que ells era amiga de Jack Kerouak, que se codeaba con grandes del jazz como Dexter Gordon y Bill Coleman, que Manuel Vázquez Montalbán le dedicó un poema, Joan de Segarra el capítulo de un libro... Fue un icono de la Barcelona de principios de los sesenta, y, con todo, su vida continúa siendo un misterio… ¿Qué sabes de ella? “Gloria Stewart era una cantante un poco de segunda fila en la Nueva York de los años 50. Cantaba con la orquesta de George Cates y hacía actuaciones regulares en el The Living Room de Manhattan. Se movía muy bien en su ciudad, tenía amigos ilustres, pero, en un momento dado, una vez separada y con dos hijos, decidió que su ciudad no le auguraba ningún futuro y puso rumbo a Barcelona, ciudad de la cual se había enamorado durante un viaje en el pasado. Pasó una temporada en París, donde al parecer consiguió cantar en el Blue Note, pero su objetivo era venirse aquí. Y el primer lugar donde se estableció fue Sitges. Era 1959, y la conocían como ‘la negra de Sitges’, por ser la única persona de color que había en el pueblo; ella y sus dos hijos. En Sitges empieza a cantar con los hermanos Hand, dos de los protagonistas de la novela y del crimen que trata, pero todos querían lo mismo: trabajar en Barcelona. Le gustaba darle al morapio. Dicen que podía tumbar a cualquier hombre de su banda; hombres de la época, ojo, y músicos de jazz… Lo siguiente que sé de ella es que se muda a la avenida de Sarrià, ante el antiguo campo del Espanyol, y, una vez es la cantante fija del Jamboree, en 1962, se establece en la pensión Prost, sobre la misma sala. Su vida a partir de entonces está íntimamente vinculada a la plaza Real. Y también sé que, nadie supo nunca por qué, cada vez que interpretaba My Funny Valentine lloraba a moco tendido. A Pere Farré, que era el pianista, le pregunté: ¿pero nunca le preguntasteis por qué? Y me contestó que no…

El 'crimen de los existencialistas’ fue un crimen perpetrado por un surtido elenco de desertores, músicos de jazz de segunda fila, camellos, beatniks, señoras separadas con ganas de marcha y profesores de inglés

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Gloria Stewart en el Jamboree. Foto: SuperStock.

En mi libro, Gloria Stewart es un personaje secundario, y, de hecho, es uno de los pocos a los que he dejado el nombre intacto. A las personas que estuvieron más implicadas en el crimen, se lo he modificado un poco. Queda claro quién son, pero quise trazar una la línea entre las personas reales y el tratamiento que de ellas hago en mi libro, los personajes. Los diálogos, sus motivaciones, sus pensamientos, todo lo he inventado o como mínimo deducido de una manera muy libre. Gloria Stewart no tuvo nada que ver con el ‘crimen de los existencialistas’, solo pagó el pato. Y por la aportación musical, por haber sido la primera y quizás la última gran musa del bebop barcelonés, he querido respetar su nombre.”

El 'crimen de los existencialistas’ (también llamado, con un epíteto menos sensacionalista, el ‘crimen de la calle Aragón’) fue un asesinato cometido el 17 de noviembre del 1962 que acaparó portadas de periódicos a ambos lados del charco —y que a punto estuvo de costarle un disgusto diplomático a Franco con su nuevo socio americano—, perpetrado por un surtido elenco de desertores, músicos de jazz de segunda fila, camellos, beatniks, señoras separadas con ganas de marcha y profesores de inglés. Para más detalles, cómprense el puto libro. Aunque avisados quedan de que pocas referencias a Sartre o Camus encontrarán en sus páginas, que la prensa de la época metía jazz, crimen, jerséis de cuello vuelto y filosofía moderna en un mismo saco.

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Alberto Valle recibiendo pistas decisivas para la investigación. Foto: Sergi Escribano.

Prácticamente no existen grabaciones de ella (y algunas, como en la edición alemana de un disco suyo, bajo su nombre podemos ver la fotografía de otra mujer de color) y, a pesar de que hace unos años se celebró una exposición en su memoria con instantáneas de César Malet capturadas durante las subrepticias noches del Jamboree, cuesta encontrar fotos de Gloria… —consigo decir mientras mastico un correoso trozo de queso halloumi. Parece como si para la historia del jazz hubiera sido también un personaje secundario. “No le dejaron tener una gran trascendencia —me explica Alberto—, porque su carrera se vio truncada por el crimen de los existencialistas. Aquella mañana, el asesino se presentó en su casa preguntando por Jack Hand, uno de los músicos que le había acompañado, y, también, a darle una bombona de butano vacía. Esto es verídico. Los que idearon el crimen aprovecharon que el asesino viajaba a Barcelona para intentar recuperar los cuatro duros de la fianza de una bombona. La policía la investigó: cantante de jazz, negra, americana, madre soltera… La pasma de entonces no hilaba muy fino, y la metieron directa en el calabozo. Después se descubrió que no tenía ninguna relación con el crimen, pero la acusaron de no tener los papeles en regla y la expulsaron del país. Barcelona se quedó huérfana de su musa del jazz.

La película, por supuesto, advierte de los peligros de la juventud descarriada, desafecta de los valores nacionalcatólicos del Régimen y forofa del jazz

De hecho, existe solo una grabación de Gloria Stewart en Barcelona: “Manhattan Blues”, un tema incluido en la banda sonora de Juventud a la intemperie (Ignacio Iquino, 1961). La autoría se la atribuyó Iquino, y lo más guay de la película es la escena en que ella canta la canción en un club ficticio, que en realidad eran los estudios del cineasta en el Paralelo, donde ahora está el supermercado Jespac. Curiosamente, comparte temas con un dúo de postadolescentes, uno de los cuales era un holandés, marino mercante, que, después de un paseo por las Ramblas, decidió también quedarse a vivir en Barcelona y que se llamaba era Tony Ronald. Esta fue su primera grabación como crooners dúo. La película, por supuesto, advierte de los peligros de la juventud descarriada, desafecta de los valores nacional-católicos del Régimen y forofa del jazz.”

 

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Gloria Stewart en el Jamboree. Foto: SuperStock.

Ahora que sacas el cine, caigo en que, por la misma época, existió otra Gloria Stewart: la actriz y esposa de James Stewart, el protagonista de Anatomía de un asesinato, de 1959. Unos años antes, protagonizó también Música y lágrimas, un biopic sobre el trombonista Glenn Miller, que desapareció misteriosamente. Hay quién dice que murió asesinato en un burdel de París. El título, “música y lágrimas”, me evoca las misteriosas lágrimas de nuestra Gloria Stewart sobre el escenario del Jamboree cuando interpretaba My Funny Valentine. Quizás esta conexión podría ser una buena manera de acabar este artículo…

“O puedes ser un poquitín menos rebuscado y preguntarte si James Stewart y Gloria Stewart tenían algún tipo de relación con Bofarull, el propietario del restaurante Los Caracoles, aquí al lado —replica Alberto Valle, haciendo alarde de su proverbial agilidad mental. Bofarull llevaba las riendas de la industria cinematográfica catalana y en gran medida española. Si James y Gloria Stewart pasaron por Barcelona, puedes apostar a que cenaron aquí. Es bonito imaginar que hubo una Gloria Stewart en Escudellers mientras la otra pasó por plaza Real, y casi se encuentran. O incluso que coincidieran en el mismo restaurante. Te animo a investigarlo.” Y eso mismo hago cuando llego a casa y descubro estupefacto que la pareja de estrellas de Hollywood recorrió la piel del toro allá por 1959. Justo el año en que la diva del jazz se instaló en Barcelona. Me niego a comprobar si James y Gloria visitaron la ciudad condal durante su viaje, y si comieron o no en el mítico restaurante. Prefiero retener la imagen, ficticia pero plausible, de dos americanas compartiendo nombre, tragos de vino y sorbidas a los moluscos, que son la especialidad de la casa, mientras las lágrimas brotan de sus ojos, que observan la lluvia en la calle Escudellers a través del ventanal. I hate Barcelona, ‘cause it’s cold and it’s damp. That’s why the lady is a tramp. El universo es absurdo y caótico, y, como decía Sartre, “la existencia precede a la esencia”.