Burhan Ozbilici es fotoperiodista. Hace casi 28 años, desde febrero de 1989, trabaja para la agencia norteamericana Associated Press en Ankara. Este lunes por la tarde entró en la exposición "De Kaliningrado a Kamchatka en los ojos de los viajeros". Por casualidad. "Decidí ir sólo porque me venía de camino a casa". Allí se encontró de cara con el asesinato del embajador ruso y fue, al mismo tiempo, Robert Capa y Henri Cartier-Bresson, los dos tótems del fotoreporterismo mundial. Él no se vanagloria: "hice mi trabajo: hacer fotografías".

Francófono y francófilo, Burhan Ozbilici conoce bien el concepto "el instante decisivo" acuñado por Cartier-Bresson: el momento exacto en que el fotógrafo aprieta el disparador y captura una imagen, una sola imagen que nunca se volverá a reproducir de la misma manera. A estas imágenes, el fotoperiodista francés llegó a llamarlas "delitos flagrantes" que captan "en una imagen esencial la escena que surge". Capa estableció un criterio muy exigente: "Si tus fotos no son lo bastante buenas es porque no te has acercado lo suficiente". Murió en la guerra de Vietnam. Estaba demasiado cerca.

Una y otra cosa le cayeron encima el fotoperiodista turco este lunes. No en un campo de batalla, una gran catástrofe o un momento crítico. Estaba en una galería de arte, en un vernissage como hay mil.

Él lo ha explicado con una sencillez desarmante: "Tenía miedo y estaba confundido pero encontré un escondite parcial tras una pared e hice mi trabajo: hacer fotografías. Pensaba: Estoy aquí. Tanto si me toca y me hiere o me mata, soy periodista y tengo que hacer mi trabajo. Puedo escapar deprisa sin hacer las fotos... Sin embargo... no tendría respuesta para la gente que me preguntara: '¿Por qué no lo fotografiaste?' Pensé en los amigos y colegas fotógrafos muertos los últimos años haciendo su trabajo en zonas de conflicto".

Tomó todos los formatos (horizontales, verticales; de la acción, del público...), una rutina típica de fotoperiodista agenciero, como los automatismos del boxeador que suelta al rival una serie de golpes encadenados que su cerebro y sus músculos han memorizado.

Su relato vale la pena tal cual. "El cuerpo del embajador estaba en el suelo, a pocos metros de mí. Yo no veía sangre en la escena. Quizás había recibido el tiro en la espalda", relata.

"Me costó unos segundos darme cuenta de lo que había pasado: un hombre había muerto ante mí; una vida había desaparecido delante de mis ojos. Me moví hacia atrás y a la izquierda mientras el hombre armado [el oficial de policía Mevlut Mert Altintas] apuntaba a la gente, que estaban encogidos de miedo a la derecha de la sala. Estaba agitado. Caminó en torno al cuerpo del embajador, rompiendo algunas de las fotos colgadas en la pared".

"Yo estaba asustado, claro, y consciente del riesgo de que el pistolero me enfrentara. La gente gritaba, escondiéndose detrás de las columnas, bajo las mesas y en el suelo. Yo tenía miedo y estaba desorientado. Avancé un poco para fotografiar al hombre mientras abroncaba a la su desesperada audiencia cautiva".

Cuando Ozbilici regresó a la oficina de la agencia para editar las fotos quedó "muy sorprendido al ver que el tirador era de pie detrás del embajador mientras hablaba. Como si fuera un amigo suyo o su guardaespaldas".

En su perfil en la red social profesional LinkedIn, el fotoperiodista turco se describe así: "Creo que nací periodista/humanitario y tengo un deseo inacabable de aprender, de viajar, de compartir". Lo que le gusta es su trabajo. Estas son sus aficiones: "noticias, fotoperiodismo, viajar (en Olimpos por el mar y nadar y la Provenza y Le Luberon para hacer vacaciones de verdad y por la cultura) y mis gatos, mis libros, mi jardín".

El acto de la galería de arte le parecía "de rutina": en el momento que el embajador ruso Andrei Karlov empezaba su discurso se acercó para fotografiarlo, "pensando que las imágenes nos vendrían bien para ilustrar informaciones sobre las relaciones turco-rusas". Rutina.

Estaba tan convencido la insustancialidad del acto que "cuando aquel hombre de  traje oscuro y corbata sacó el arma me quedé de piedra. Pensé que era un gesto teatral. En cambio, se trataba de un asesinato fríamente calculado que pasaba delante mío y de otra gente que, aterrados, empezaron a protegerse".

A él quizás le da igual, pero ya se han hecho todas las selecciones de "fotos del año", como siempre antes de tiempo. Sin duda, sus imágenes pertenecen a esta categoría. Este martes las llevan todas las portadas en partes. Él ha hecho de corresponsal de guerra en el escenario más inverosímil: un acto social cualquiera en un barrio bonito de Ankara donde nunca pasa nada, al que había ido de casualidad para tomar rutinarias imágenes de archivo. Pero aquello se transformó en su 'zona de conflicto' y Burhan Ozbilici, en segundos, supo transformarse en Cartier-Bresson y Capa.