Casi cuatro años después de Sobre la terra impura (Proa, 2018), Melcior Comes (Sa Pobla, 1980) vuelve con fuerza a Tots els mecanismes (Proa). El escritor mallorquín presenta una novela coral, llena de voces narrativas, que explica un caso de corrupción y chantajes a caballo entre Barcelona y Mallorca. Basada en hechos reales, en el libro desfilan desde los políticos y empresarios corruptos hasta los sicarios que ejecutan sus voluntades. Invitando el lector a participar e implicarse en la narración para completarla, Comes ofrece una versión colorida y mordaz del funcionamiento de los círculos de poder, de la búsqueda obsesiva de la verdad, y de la oscuridad de la naturaleza humana. Hablamos con el escritor de la novela, de The Wire, de Jonathan Franzen, y de la influencia de Netflix y el 'true crime'.

El libro empieza ya con una confesión: "era mi amigo y lo maté".
Creo que el lector, si le das un poco de anticipación, se engancha mejor a una novela. Esta confesión tiene un tono íntimo, próximo: el personaje le está diciendo a alguien que no sabemos quién es como conoció a su mejor amigo, de qué manera lo mató, pero a medida que lo escuchas ya dices "tú exactamente no lo mataste".

Quien muere es Max Riba, periodista y director de El Vigilant. Es un personaje que persigue de forma obsesiva la verdad.
Es alguien que tiene una misión entre ceja y ceja y yo creo que eso lo hace muy interesante. Son este tipo de personajes que ya van encaminados, que tienen un objetivo y en su caso desde el principio siempre es así. Cuándo es estudiante en la universidad ya tiene esta manía de investigar las influencias del decanato y de escribir quién es exactamente quién. Es el típico periodista a la norteamericana, que se fija en periodistas famosos, muchas veces de infiltración. Me atraía también porque hablando con colegas periodistas veo que muchas veces han tenido esta ambición de hacer periodismo muy independiente, muy libre, al margen de servidumbres del partido que en aquel momento gobierna el país. Y ha salido adelante a duras penas. Hacer periodismo al margen de cualquier tipo de servidumbre del mundo empresarial o político es muy complicado, sobre todo en este país donde tenemos poca tradición de estos formatos más independientes.

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Melcior Comes acaba de publicar la novela Tots els mecanismes. Foto: Montse Giralt

¿Es una figura alejada del periodismo que se practica en nuestro país?
Creo que hay una generación, la de los periodistas que tienen ahora entre 30 y 40 años, que lo han cogido con otra actitud. Que han intentado salir adelante de esta manera. Creo que mucha gente se puede reconocer en un personaje de estas características y sobre todo en la problemática de intentar hacer periodismo en un mundo como el nuestro. El verdadero periodismo.

Decías en la presentación del libro que era un personaje obsesivo como tú.
Si quieres hacer una cosa bien te lo tienes que poner entre ceja y ceja y para ser un buen novelista te lo tienes que tomar seriamente. En este país somos poco de tomarnos las cosas seriamente porque se piensa que quieres ser más que los otros o que alguien tiene prepotencia si trabaja mucho y eso es un poco patético. Que cada uno haga lo que quiera y al final lo único que se tiene que juzgar son los resultados.

Para ser un buen novelista te lo tienes que tomar seriamente

¿Quieres decir que para ser buen novelista se tiene que ser obsesivo?
Hay muchos modelos de escritores y cada uno trabaja de una manera diferente. Pero sí que la novela es el territorio de la obsesión porque te permite un foco dramático sobre los personajes muy intenso. Ni el cine, ni el cuento, ni el teatro ponen el foco de una manera tan intensa dentro de los personajes y en sus propias obsesiones. Con eso acabas viendo el cúmulo de tensiones, de deseos que cualquier persona lleva. Por otra parte, creo que el trabajo de novelista es más de constancia que de obsesión momentánea. Es aquello de ir sumando primero una pieza y después otra.

La búsqueda de la verdad es lo que hace avanzar la trama. "La verdad es despiadada", dice uno de los personajes en el monólogo final.
Es que lo es. La verdad la sabemos, pero tenemos un punto ciego hacia ella, quiero decir, que preferimos no verla. Hay ángulos muertos y muchas veces preferimos escondérnosla a nosotros mismos. Es un libro sobre una búsqueda de la verdad asociada a una trama criminal. Crea una serie de personajes y un marco narrativo para marcar un territorio donde esta verdad está. La novela tiene muchas voces y pide también que tu propia voz, la voz del lector, se sume con todas estas para decir la suya. Es bastante completo en este sentido porque pide a otro narrador, que eres tú, opine. Mi visión es que los hechos no hablan por sí solos. Tú hablas, yo hablo, y es a partir de lo que nosotros decimos que conoceremos los hechos. Y además, no es lo mismo como lo explicas veinticuatro horas después de los hechos que veinticuatro meses. ¡Pero yo creo en la verdad objetiva, eh! No soy de aquellos nietzscheanos que dicen que los hechos no existen y que todo son interpretaciones. Hay hechos objetivos que al final no se pueden ahogar.

La verdad de los personajes está oscura, llena de secretos e incluso perversiones.
En este sentido la novela se ajusta a la realidad. Todos tenemos secretos, todos tenemos debilidades, flaquezas y evidentemente no vamos con estas por delante. Y no creo que eso sea una visión pesimista de las cosas, sino compleja, rica y poliédrica de lo que somos y realmente justa. Cuando omitimos esta parte, nos queda una visión injusta de nosotros mismos.

El trabajo de novelista es más de constancia que de obsesión

Es una ficción, pero gran parte de la historia está basada en casos reales. ¿Cuál es la intención aquí?
Si, todos los casos que salen al libro son reales, incluso aquel del viejo que mató a alguien que le venía a robar el dinero de las tragaperras. Creo que el periodismo tampoco nos acaba de decir muchas de las cosas que son necesarias para entenderlas. Tú sabes que hay gente que estaba cobrando dinero de forma ilegal porque acabas encontrando la verdad judicial, que hace esta reconstrucción de los hechos en las sentencias, los 'hechos probados'. Puedes saber que hubo esta reunión tal día, se habló de tal cosa, se ofreció tanto dinero... pero ya está. La novela pone el foco en la historia de una manera que acabamos sabiendo muchas más cosas que a través de cualquier otra manera de acercarse, ya sea el periodismo o la televisión. La literatura puede dar una visión mucho más minuciosa de los hechos, de la parte que queda para destapar.

¿La corrupción es necesaria para que todo funcione?
Hemos conseguido que el sistema se base en esta idea. Al corrupto lo perdonamos. Y lo hemos visto por ejemplo ahora en Madrid. Tú querías destapar un caso de corrupción de tu rival y resulta que es él el que sale reforzado y tú tienes que dimitir. Es brutal y eso pasa en muchos lados de España.

¿Tots els mecanismes son los mecanismos del poder, estas maniobras?
Todos los vicios, también se podría llamar. O todos los mecanismos narrativos para enterarnos de todo lo que ha pasado. O todos los personajes que rodean los hechos, tanto los que están arriba como abajo. Porque en la novela salen todos, desde el mpozo de cuadra que limpia las boinas de los caballos, hasta el mismo caballo que acaba hablando con el hijo del amo. Son este tipo de historias que radiografían el funcionamiento del mundo de arriba abajo con la excusa de la criminalidad, como The Wire o como la serie Dopesick de Netflix, que explic cómo una farmacéutica se inventó un opiáceo contra el dolor y envenenó a toda una sociedad en los EE.UU. Yo aquí también describo todo un organigrama de poder, como el de la gente creando los fármacos en los despachos y la gente que moría, del alcalde en The Wire hasta el yonqui más trillado.

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Tots els mecanismes, una novela probeta de Netflix. Foto: Montse Giralt

Hablando de referencia audiovisuales, en el libro hay una muy clara en la película, Casino.
Cuando uno de los personajes habla de Max Riba dice: "tanto te podía citar un diálogo de la película Casino como un fragmento de La condición posmoderna". Si tú miras la película Casino, verás que es esta novela: con saltos en el tiempo, muchos testigos, también hay un triángulo amoroso, también hay un intento de asesinato... Y la cita a La condición posmoderna de Lyotard es porque es una novela muy posmoderna.

¿El libro se acerca al lenguaje audiovisual pues?
Mi idea era hacer de probeta de Netflix. Quería coger la literatura popular, que es el 'true crime', que es como el 'reality' periodístico, y convertirla en literatura. Mi intención era construir una novela con cara y ojos a través del que son ahora las formas consumo narrativa popular. Un poco como El Quijote que hacía el libro con la referencia de las novelas de caballería, quería pensar qué está consumiendo ahora a la gente y a partir de aquí intentar hacer otra cosa. En este tipo de reportaje no hay un narrador, sino que la historia se construye a través de las voces de los implicados. Uno explica una cosa, su rival otra, el periodista una diferente...

Me interesaba que el lector viera cómo se estaba construyendo la novela

Es una novela que también expone mucho su esqueleto, el ADN. Incluso tú apareces como personaje.
Me interesaba que el lector viera cómo se estaba construyendo la novela. Por eso aparece mi personaje trabajando a un lado y codo con codo con el lector va recogiendo mucho material para hacer la historia. De esta manera el lector asiste y participa en esta búsqueda de la verdad. El último capítulo en realidad se podría leer como el primero, doy al lector todo este material, pero podría ir de otra manera. De hecho, no lo escribí en este orden el libro.

¿Crees que es tu novela más ambiciosa?
Cuando un escritor empieza es como un pianista que sólo toca con una mano, después cuando la domina ya empieza con la otra. Y cuando sabes muy ya puedes poner otro teclado encima. Yo en la novela anterior ya puse otro teclado encima, toqué teclas que no había tocado nunca, y en esta he añadido otro más. Pero en realidad la ambición no sirve para nada, lo único que sirve es el resultado, lo que tú haces de aquella ambición. A mí mo me han de juzgar por mi ambición como escritor, por lo que llevo dentro, sino por la novela que he escrito.