Hace una década que hablamos de una renovación del cine catalán empujado, fundamentalmente, por un grupo de mujeres creadoras que han levantado la mano para decir que ya había bastantes de silenciar su mirada. De alguna manera, con Tres días con la familia (2009), Mar Coll abrió un camino que han seguido Neus Ballús, Carla Simon, Elena Trapé, Nely Reguera, Celia Rico, Belén Funes, Elena Martín, Alba Sotorra, Meritxell Colell, Nuria Giménez, Lucia Alemany o Júlia de Paz Solves, entre otros. Y, ahora, Clara Roquet (Vic, 1988), que ganó el Goya a la mejor dirección novel con su opera prima, Libertadopta a 11 premios Gaudí: mejor película en lengua no catalana, mejor dirección, mejor guión, mejor protagonista femenina, mejor actriz secundaria, mejor actriz secundaria, mejor dirección artística, mejor montaje, mejor música original, mejor fotografía, mejor maquillaje y peluquería

Una buena decisión

"¡Tengo tantas ganas de compartirla con la gente! Rodamos la peli hace dos años, en aquel momento yo era otra persona...", nos explicaba la cineasta entre carcajadas meses atrás. "La tuvimos que guardar en un cajón por culpa de la pandemia. Estábamos contentísimos porque la teníamos que presentar a Cannes, recuerdo que entonces pensábamos que eso del coronavirus duraría unas semanas, y cuando nos dimos cuenta de la dimensión de la tragedia decidimos guardarla para aprovechar la plaza que nos mantenían para ir a la edición de este año. Es verdad que ahora, a la hora de estrenar, nos encontraremos con un tapón de películas de cartelera, sin embargo, visto en retrospectiva, creo que fue una buena decisión".

Guionista de 10.000 km. (2014) y Los días que vendrán (2019), dos maravillosas películas de un Carlos Marques-Marcet que, siempre que puede, se apunta a formar parte de esta generación de mujeres cineastas ("siempre dice que quiere ser una de las amigas de Ágata"), Clara Roquet dio el salto a la dirección el año 2015, cuando firmó su primer cortometraje, El adiós: ganador de Gaudí (tiene dos más por los guiones referidos unas líneas más arriba), en esta pequeña historia podemos encontrar la génesis de esta Libertad que ahora opta a 11 premios Gaudí. Entonces miraba hacia las inesperadas consecuencias que la muerte de una mujer mayor tiene para su cuidadora, una inmigrante que se había pasado años a su lado, y que no puede unirse al luto porque tiene que seguir trabajando para la familia.

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Libertad es el primer largometraje como directora de la guionista Clara Roquet

Un adiós premonitorio

En El adiós ya hablaba de lo mismo que ahora desarrolla en Libertad. "Quería retratar un cambio generacional y de pérdida de la memoria colectiva, sobre todo femenina. Es común la figura de las cuidadoras inmigrantes, y es interesante la situación que se genera: son mujeres presentes dentro de la familia, y viven una enorme implicación emocional. Pero también hay muy poca conciencia de un hecho tan trascendente como cuidar a alguien puede implicar abandonar a tu propia familia", explica. A su largometraje, Clara Roquet pone el foco en la relación entre dos adolescentes: una, hija de casa buena, y la otra, acaba de llegar a Catalunya para reencontrarse con su madre, la cuidadora, la inmigrante, la mujer que se tuvo que marchar de casa hace años para buscar un futuro mejor. Y en cómo esta relación entre ambas puede romper unas estructuras de clase que parecen de hierro: "Las diferencias de clase son más grandes que nunca, y hay un despertar de la protagonista a la vida que incluye tomar conciencia de privilegio, y desde este punto se adivina un cambio en el personaje de cara al futuro", afirma Roquet.

La directora recuerda cómo fue desarrollando el guion de Libertad, ya cuando estudiaba en la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos. "Es curioso, porque yo había escrito dos guiones diferentes: uno sobre la relación de una mujer emigrante que se reencuentra con la hija después de años de estar separadas, y otro sobre una familia burguesa y la relación con la hija adolescente. Y fue mi tutor en la universidad, Andy Bienen, guionista de Boys Don't Cry, lo que me aconsejó unificarlos, porque por separado no funcionaban, y fue un gran punto, de repente le vi todo el sentido".

Haciendo cine

Libertad plantea el conflicto en un verano en la Costa Brava, y cuenta con un grupo de actrices magníficas: Maria Morera (La vida sense Sara Amat) es la protagonista, la mirada de todo lo que veremos. Nora Navas es la madre, y Vicky Peña, la abuela. Nicolle García es la Libertad del título, la chica recién llegada a la casa, y Carol Hurtado es su madre, la Rosana, la cuidadora.

Clara Roquet salta al largometraje sin abandonar la escritura para otros cineastas. "Con los cortometrajes había dado un salto a la dirección más tímido. Pero siempre he pensado que escribir y dirigir son parte de lo mismo, eso que decimos hacer cine, y pienso que ir saltando de una cosa a la otra acaba siendo un proceso muy orgánico. Ahora mismo sigo escribiendo. Me da un poco de miedo el hecho que aquí enseguida te etiquetan, y me pasa que a veces me ofrecen algún guion pensando que ahora que dirijo ya no escribo. Y sí, sí escribo", dice riendo. Y continúa: "Hago las dos cosas, pero a mí... es que me gusta mucho escribir, y me gustaría seguir haciéndolo para otros cineastas. En cualquier caso, en casi todos mis guiones hay una implicación personal, han sido para proyectos que tienen mucho que ver con mi propia mirada. Es verdad que he hecho algunas cosas que casan menos con esta pulsión, pero hay películas que tienen muy en común con este lugar emocional del que han venido también mis cortos o mi primer largo. Me metí en este negocio para expresarme en este sentido, si no me hubiera dedicado a la abogacía y a tener una vida más plácida", y vuelve a reír.

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Las actrices Nora Navas y Carol Hurtado, dos de las protagonistas de Libertad de Clara Roquet

Imaginarios comunes

Cuando Roquet habla de las conexiones emocionales con otros directores, se refiere a Carlos Marques-Marcet, claro está, pero también a Jaime Rosales, con quien coescribió Petra (2018) o a la libanesa Mounia Akl, que con su debut, Costa Brava, Líbano, acaba de ganar el Gran Premio del Jurado en el prestigioso Festival de Sevilla. En el filme de Akl hay muchos elementos que tienen que ver con lsus cortos o con Libertad: los núcleos familiares, la figura de la abuela, el descubrimiento de la vida adulta de la hija... Explica Roquet: "Con la Mounia tenemos un imaginario común, nos interesan temas parecidos, somos muy amigas desde que estudiamos juntas en Columbia. Creamos la historia desde cero, desgranando los temas que nos preocupan. Probablemente, de todas mis experiencias como guionista, esta es la película que siento más próxima, que siento más mía. Y este tipo de implicación con un proyecto que escribes no es frecuente, agradezco mucho a Mounia haber podido hacerla en estas condiciones".

Y reflexiona sobre otra coincidencia con el imaginario de Mounia Akl, y probablemente con tanta gente de su generación: "Creo que su mirada es bastante desencantada. Ver como esta revolución libanesa no ha servido de nada... De alguna manera ha perdido la fe. Y a mí me pasa a otros niveles, porque aquí las cosas no están tan mal como en el Líbano, pero obviamente sí que hay una serie de preocupaciones. Quizás sí que es una cosa generacional, no ver una luz al final del túnel, no ver cómo saldremos de asuntos como el cambio climático. Supongo que este desencanto penetra de alguna manera a nuestras miradas cinematográficas".

Creando referentes

Roquet nos explica que el futuro inmediato depende de seguir escribiendo las nuevas películas de Elena Martín, la directora de Júlia Ist (2017), y, claro está, de Carlos Marques-Marcet. "Elena me parece una cineasta increíble. Y Carlos... el trabajo con él es muy orgánico, muy natural, nos entendemos, tan bien aunque él tiene un sistema de trabajo muy poco convencional, que tiene mucho que ver con el montaje, porque él es montador: Carlos empieza sus películas con una serie de temas en la cabeza de los cuales quiere hablar y con unos actores, entonces dedica mucho tiempo a ensayar con ellos, y de aquí saca mucho material para escribir, u ordenar, después, para convertir todo aquello en un guion. Ahora estamos escribiendo una peli nueva, Polvo serán es el título que utilizamos, pero probablemente lo cambiará", comenta sin perder la sonrisa.

Acabamos la charla valorando el peso cada vez mayor de las miradas femeninas en el cine, en un año especialmente significativo porque Julia Ducournau ganó la Palma de Oro a Cannes con Titane, Audrey Dewan se llevó el León de Oro en Venecia con L’evanement, Alina Grigore consiguió la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián por Blue Moon y Chloé Zhao levantó el Oscar a Mejor Dirección por Nomadland. "Espero que no sea nada coyuntural, a veces da un poco de miedo que sea así. Creo que era inevitable, porque estas miradas existen de hace tiempo. Aunque es curioso que este año se haya dado esta casualidad en tantos premios grandes y mediáticos. Hay una tendencia al alza, una toma de conciencia grande desde ciertos sectores de la industria, todavía no todos. Todavía falta camino por recorrer cuando se trata de películas de grandes presupuestos. Es cierto que poco a poco empieza a cambiar, quizás por un tema de corrección política, y hemos visto a Chloé Zhao o Cate Shortland dirigiendo para Marvel. Es sintomático, y nos beneficia muy mediáticamente, porque crea referentes para las mujeres jóvenes que empiezan a hacer cine. Pero en general, de momento seguimos relegadas a este cajón del cine de autor, como si solo pudiéramos hacer películas pequeñas e intimistas. No hay que bajar la guardia, pero creo que esto... ¡ya no hay quien lo pare!".