Desde el domingo a medianoche, El País dedica su mejor espacio impreso y digital a explicar punto por punto "el borrador" de la ley de transitoriedad jurídica, la que regulará el paso de la Catalunya autonómica al Estado independiente. El diario madrileño ha dado mucho relieve a esta información y le ha destinado hasta ocho periodistas. Así que el borrador ha merecido cerca de veinte piezas —donde lo despellejan—, la mayoría escritas por periodistas que trabajan en la redacción de Madrid.

La extensión combinada de lo publicado en El País multiplica por casi cinco la del borrador, que tiene entre cuatro y cinco páginas, según la versión. Pues de esta ley se han hecho al menos cuatro borradores, el primero de los cuales circuló hace más de medio año entre la docena de personas que revistan los textos, tal como explica a El Nacional una de estas personas a condición de no ser identificada (lo siento eh).

El diario maneja al menos tres borradores, que no identifica. Publica uno en catalán (pdf) y otro en castellano. Este último, más extenso, concreta algunos aspectos sobre el territorio, la sucesión de administraciones y contratos públicos y la nacionalidad. De esta versión y de otra misteriosa que no se publica (y nunca se cita textualmente), de donde provienen los fragmentos donde el diario saca más petróleo. Por alguna causa que no se explica siempre se habla de "el borrador", en singular.

Apocalipsis secesionista

El País interpreta "el borrador" en todas las informaciones y lo hace siempre negativamente, en un contexto que sólo se entiende como de golpe de estado. Nada se salva. También ha sido capaz de adivinar las intenciones de/los redactor/es de/los borrador/es y de juzgarlas. Todas son perversas. En justa correspondencia, uno de los directivos de la redacción escribe una opinión donde habla de "golpe ultra".

El editorial, muy en sintonía, se titula "Fraude secesionista. El autoritario proyecto de ruptura viola leyes y derechos de los catalanes". En realidad, "el borrador" (al menos los dos publicados) dice que todas las leyes españolas continúan vigentes hasta que no se aprueben otras. Tal cual.

Casi cada párrafo de "el borrador" acaba transformado en una pieza y un titular. Con mucha precisión, cada artículo apunta individualmente a los miedos y angustias que motivan más el voto del 'No': cuestiones económicas y emocionales (pensiones, lengua...) y de derechos (sistema judicial, campaña electoral...). Si se leen todos juntos da la impresión de que se acercan las plagas del Apocalipsis.

Algún ejemplo entre treinta, para hacer la historia corta. Según "el borrador" (en este caso el que no se publica), la elección de jueces depende de dos comisiones, en una de las cuales hay mayoría de miembros del Gobierno. Es todo un poco un embrollo (al contrario que en los otros dos borradores, más apañados). El diario concluye, sin embargo, que "se elimina de golpe la división de poderes". Patapam. Ni las cifras cuadran con esta conclusión ni el mecanismo es tan diferente al del Estado español, pero bueh. Quizá era más importante decir que a los independentistas les da todo igual y que todos son Putin.

Juicios de intenciones

En la misma línea, el diario se asusta de que a los funcionarios en puestos "que impliquen ejercicio de poder o autoridad pública" se les exija la nacionalidad catalana ("Policías y jueces deberán solicitar la nacionalidad catalana para seguir ejerciendo"). Claro. Como en cualquier Estado normal. ¿Tan extraño es?

Otra pieza se titula "Los jueces tendrán que volver a concursar para mantener su plaza". No hay nada en "el borrador" que avale el titular. Eso, más que una interpretación, es una invención.

El borrador, dice otra pieza, "especifica de manera exhaustiva —aunque plagado de agujeros legales y de incógnitas- hasta el último detalle de la ruptura". ¿En cuatro folios? A ver, o bien no es exhaustivo o bien no está lleno de incógnitas. Todo al mismo tiempo no puede ser. Seguramente la interpretación más sencilla es que se trata de un... borrador, es decir de un "escrito de primera intención, sobre el cual se hacen adiciones, supresiones y otras enmiendas con el fin de alcanzar la redacción definitiva", según el DIEC, que ofrece como sinónimos "esbozo, notas, apuntes".

Partir de un esbozo y llegar a un "golpe ultra"... Hace falta imaginación.

El futuro del castellano

El borrador (o mejor, los borradores) también han hecho sonar la alarma en El Periódico. Su resumen se titula en portada "La lengua catalana no sería oficial en la república catalana". En la información, sin embargo, este aspecto es el último del que se habla, cosa que resultará curiosa a muchos periodistas, a tenor de su sólida manía de explicar el titular en el primer párrafo.

No hay que darle más importancia. Todos nos despistamos. También puede ser mala suerte —o la prisa, siempre traidora— que no hayan visto de que el régimen y derechos lingüísticos descritos en el borrador son exactamente los mismos que los actuales. El precepto por el que se alarman está calcado del artículo 6.1 del Estatut, del 2006, y de siete artículos siete de la Llei d'Ensenyament de Catalunya (pdf), del 2009. Es pegar el texto del "borrador" en Google y, pum, aparecen las coincidencias.

El protagonista de El asesinato como una de las bellas artes, de Thomas de Quincey, avisa en su discurso a la Sociedad de Conocedores del Asesinato que "si uno empieza por permitirse un asesinato pronto no da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a omitir el día del Señor, y acaba por faltar a la buena educación y dejando las cosas para el día siguiente. Cuando alguien empieza a bajar por este camino, nunca se sabe dónde irá a parar". Es un panfleto sarcástico muy siglo XVIII británico. Con tantos borradores... no vaya a ser que estemos en un caso parecido.

Ilustración: Adán y Eva, de Lucas Cranach, El Viejo (1533).