El asesinato de Rocío Wanninkhof en 1999 demostró que ni la sociedad ni la prensa habíamos aprendido nada con la carroña televisiva creada en torno a las niñas de Alcàsser unos años antes. Programas amarillistas de estar por casa se apresuraron a construir un relato para llenar cuotas de pantalla, sin prever que alimentar a la opinión pública con mentiras y durante una investigación en curso podía tener causas terribles. Y es lo que pasó: Dolores Vázquez, ex pareja de Alicia Hornos (madre de Rocío), fue condenada a 15 años de prisión aunque no había pruebas concluyentes. Pero ella no fue. Hizo falta que en 2004 Tony Alexander King matara a Sonia Carabantes para que se la pudiera exonerar. Intentaremos poner luz a la oscuridad.

wanninkhof carabantesCarteles de las dos jóvenes desaparecidas, Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes. / Netflix

Esta vez esto no es la entradilla de cualquier capítulo de Crims, sino el argumento del documental El caso Wanninkhof-Carabantes, dirigido por Tània Balló y que Netflix estrenó el miércoles 23 de junio. La intención de la directora es denunciar un sistema que falló de todas las maneras posibles: lo hizo la investigación policial, el sistema judicial, los medios de comunicación y también la sociedad. "Fallamos porque no nos alzamos, porque no lo supimos parar y porque, justamente 20 años después, no hemos sabido rectificar", critica. No os imaginéis morbo porque no lo hay: el documental se aleja del género true crime para acercarse al cine de crítica social y denuncia, a un espacio donde podamos empezar a ser críticos con todo lo que pasó.

La construcción de la lesbiana monstruosa

Balló (Barcelona, 1977) tenía 22 años cuando estalló el caso y lo recuerda perfectamente. "Yo también me creí que era Dolores Vázquez pero había alguna cosa que me perturbaba". Quizás que no había pruebas contra ella. Quizás, también, que tenía una coartada que no se tuvo en cuenta. Sea lo que sea, el linchamiento público hacia Dolores fue fulminante: se grabó en directo su detención y fue la cabeza de turco de una investigación que necesitaba culpables, y los necesitaba ya. Que la acusada hubiera tenido una relación sentimental con la madre de la víctima fue el colmo, el móvil que prensa y autoridades esgrimieron con astucia para arrastrarla vilmente por el suelo.

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Dolores Vázquez cuando fue detenida por el asesinato de Rocío Wanninkhof. / Netflix

Se masculinizó el perfil de Dolores para que la sociedad la viera capaz de actuar con la violencia asociada a los hombres. La pintaron de fría, agresiva y calculadora porque tenía autoridad en su vida laboral. Y era una lesbiana a finales de los 90, en una España rancia donde la homosexualidad era una característica de personas desviadas. Se llenaron páginas y portadas televisivas construyendo el prototipo de mujer homosexual cero femenina que hacía artes marciales y que respondía a todos los elementos necesarios para reforzar actitudes duras y violentas. La directora cree que hoy habría muchas más voces disonantes. "Ahora el movimiento LGTBI tiene un espacio político y social mucho más amplio y hoy habría una capacidad de análisis y de detección de la lesbofobia mucho más clara, porque en aquel momento las voces que se alzaron no tenían apoyo". Entonces, todo fue un infierno.

Balló: "El periodismo tiene que asumir que hay una línea roja que no se puede traspasar"

Los medios superaron cualquier límite imaginable y el circo mediático manipuló a la opinión pública - y también a la judicial; incluso la verdad de Alicia Hornos, que en múltiples imágenes de archivo aparece inculpando a "la asesina de su hija". "Por desgracia no se ha parado la mediatización descontrolada ante casos así y así será hasta que los medios de comunicación no asuman que hay una línea roja que no se puede traspasar", pide la directora. "Hemos seguido una línea feroz de criminalización y lapidación pública donde la presunción de inocencia está vendida". El doble crimen fue machista y con una clara connotación sexual, pero no se hizo bastante ruido porque era menos retorcido. De hecho, la exculpación de la primera condenada por el asesinato de Rocío Wanninkhof apenas tuvo difusión en comparación con el escarnio público de su condena. Según la directora, todavía hay personas que le preguntan si Dolores Vázquez continúa encarcelada.

El silencio de Dolores

"Comparto, respeto y defiendo el silencio de Dolores Vázquez, me parece un gesto de dignidad absoluta", confiesa Tània Balló. Aunque el equipo intentó contactar con ella a través de sus abogados, ella no quiso participar en el documental. Ya lo ha explicado todo y su ausencia reafirma cómo de grave son las consecuencias de este delirio. "Necesitamos que hable porque que una mujer que ha pasado por este calvario salga y explique su historia nos hará creer que lo ha superado y, como sociedad, necesitamos esta imagen de redención". Un perdón que Dolores no quiere dar. A ella nadie se lo pidió cuando decidió marcharse del país durante 18 años para huir de todo esto.

En esta historia, las mujeres tienen un peso extraordinario y han sido filmadas desde el lugar donde ellas han querido estar. De Tony King - asesino confeso de Rocío y Sonia, agresor sexual, violador de muchísimas mujeres – se habla poco, el tiempo justo para enmarcarlo en la historia, porque el filme es un homenaje a las mujeres. A las dos jóvenes asesinadas, a Alicia, a Dolores; a Encarna Sánchez, madre de Sonia; a Cecilia King, ex mujer del psicópata; a Christine P.Blewer, una de sus víctimas. "Nos han regalado una experiencia terrible para que podamos entender cuáles son las magnitudes de tragedias como esta; son mujeres que me han dejado una huella muy profunda porque de alguna manera marcan nuevas simbologías sobre los testimonios de este tipo de víctimas, y me ayudaron a estar serena en cada paso", describe la directora.

Más de 5.000 páginas consultadas

Han sido más de 2 años de investigación, 50 horas de entrevistas grabadas y casi 5.000 páginas consultadas de información sobre el caso. Tània Balló – y todo el equipo - ha trabajado mucho para no saltarse ninguna línea auto impuesta durante los 90 minutos que dura el documental, el formato que cree ideal para utilizar imágenes más reflexivas y pausadas. "Es cierto que hay muchos melones que se dejaron en el tintero por falta de tiempo, pero reducir y sintetizar permite incidir mucho más en lo que quería transmitir; no hago películas sobre la verdad absoluta, sino para apuntar temas clave sobre los que tenemos que reflexionar". Es un documental hecho desde el respeto y desde la necesidad social de analizar para evitar esta lacra que es la violencia machista. "Ojalá fuera una película que no hubiera tenido que hacer".