Si algo premia el imaginario pop es la novedad. Y no hay nada más novedoso que la juventud. Cada año nos juntamos con un porrón de bandas que, en el mejor de los casos, sacarán un buen single, EP o disco y que, como las estaciones a causa del cambio climático, desaparecerán. La lista es infinita, se reescribe continuamente. Son pocos los grupos que capearán la precariedad, tendrán la paciencia para soportarse, conservarán el mojo al componer. En el caso de las bandas de mujeres hay que sumar un factor más: patriarcado y cuidados las apartan de la carrera de forma demoledora. Aunque las modas son, sobre todo en la época más rápida de la música, la del stream, EL factor de riesgo. 

En el cuarto de siglo que hace que transitan las carreteras del rock, Sidonie han pasado por absolutamente todo. Muchas fases, la mayoría, seguramente –menos la del patriarcado, por motivos obvios–. Pero ahí siguen

Otras veces, serán los propios conjuntos los que se disparen al pie: discos autohomenaje por efemérides varias, desde cumpleaños por la fundación del proyecto hasta reedición de discos célebres con colaboraciones insulsas. Sidonie arrancaron en 1997, aunque no fue hasta su álbum homónimo a principios de los 2000, mucha psicodelia y algunas canciones, que fueron ganando peso en la escena. En el cuarto de siglo que hace que transitan las carreteras del rock han pasado por absolutamente todo. Muchas fases, la mayoría, seguramente –menos la del patriarcado, por motivos obvios–. Pero ahí siguen. 

El simple hecho de que lancen música, es motivo de celebración. Sidonie son patrimonio de nuestra cultura de bandas

Sidonie: crecer con elegancia

Hace apenas unos días, publicaban nuevo single, CEDÉ. No importa cuánto le guste a uno la banda de Barcelona, ni cuán bien le suene su adelanto. El simple hecho de que lancen música, es motivo de celebración. Sidonie son patrimonio de nuestra cultura de bandas; quien no haya visto su tenaz directo, el nivelón de frontman de Marc Ros, un Thomas Mars sonriente, que espabile. Que Sidonie, a sus veintimuchos de carrera anden explorando con criterio, y no hayan intentado colarse en radios, podcast y listas con algo urbano-latin-no-sé-qué, ya es. Que lo hayan hecho con gracejo y cierta novedad es –perdón– la rehostia: inicio de distorsión y después batería britpop, caminar power-trío, poderoso. CEDÉ no tiene necesidad de epicidades ni adornos, siquiera la tiene su sobrio clip. “Música para todos”, definían lo suyo. Eso, a los veintimuchos, no es fácil.

Eso es seguir publicando música a los veintimuchos: exponerse sin reparo. Ignorar la juventud como plus. Aceptar el crecimiento.  Mérito tiene

Lo es mucho más que uno, a los ventimuchos, empiece a darse cuenta que se parece a sus padres. Que los miedos han dado un paso al frente: no hace viajes en coche por voluntad. Es que ya no soporta los vuelos transoceánicos, le sudan las manos de ansiedad incluso antes de comprarlos. Mediocridades por encima de ilusiones. Hacerse mayor. Ahora imagina que todo el mundo viera cómo eliges productos de soja (son mucho mejores, la leche es malísima…) en el super. Eso es seguir publicando música a los veintimuchos: exponerse sin reparo. Ignorar la juventud como plus. Aceptar el crecimiento.  Mérito tiene.