CARD LLIBRE CASTELLA 23.03

“Nos quisimos lo que dura una canción, amor mío”, dice la letra de La Javanaise, escrita por Serge Gainsbourg y que, en los créditos iniciales (también en los finales y a lo largo del metraje) del film que nos ocupa, escuchamos interpretada por la maravillosa voz de Juliette Gréco. Un enamoramiento con fecha de caducidad, marcado por el choque inevitable entre el deseo y los, más o menos sólidos, principios morales de cada uno: eso es lo que nos explica el cineasta y escritor Emmanuel Mouret en Crónica de un amor efímero.

"Más que hacer películas sobre el amor, las hago sobre el deseo, y sobre todos sus obstáculos", dice el director. Una reflexión que funciona para casi cualquiera de sus películas (como El arte de amar, Une autre vie o Fais-mon plaisir!), una obsesión temática para un autor que parece reflejarse constantemente en el cine de Éric Rohmer y de ese Woody Allen que encadenaba obras de enorme madurez desde finales de los años 70 hasta principios de los 90.

Tengo ganas de irme a la cama contigo

El título del anterior trabajo de Mouret, Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, también resume muy bien una de las constantes de su imaginario: la lucha constante entre los valores y los impulsos, entre las decisiones y las tentaciones. En sus historias, que siempre rascan en las complejas mecánicas de las relaciones románticas, el cineasta utiliza su talento para escribir diálogos profundos en medio de una encantadora ligereza en el tono, y construye personajes que intelectualizan los sentimientos, que verbalizan los deseos y ponen en solfa los propios convencimientos.

En sus historias, que siempre rascan en las complejas mecánicas de las relaciones románticas, el cineasta utiliza su talento para escribir diálogos profundos en medio de una encantadora ligereza en el tono

Crónica de un amor efímero

Crónica de un amor efímero nos dibuja la relación extramatrimonial de Simon (Vincent Macaigne), un hombre casado y superado por lo que le está pasando, y Charlotte (Sandrine Kiberlain), madre soltera de tres hijos, una mujer liberada de las rancias cadenas que cuestionan la libertad sexual de las mujeres. Los conocemos en su primera cita y, de su conversación, sabremos que se conocieron poco antes, en una fiesta, y que se dieron un beso fugaz. Él no ha podido evitar llamarla, han quedado y, desconcertado y nervioso, sin saber muy bien cuál debe ser su siguiente paso, se encuentra con una mujer que tiene las cosas clarísimas: “Tengo muchas ganas de acostarme contigo”. A partir de ahí, la película sigue los encuentros de la pareja con un pequeño rótulo que nos marca la fecha de cada una de sus citas, cada vez más frecuentes: durante unos meses, nuestros protagonistas irán descubriendo que los afectos y las afinidades no pueden seguir en modo alguno las premisas que han acordado. Quizás querían aprovechar el momento sin pensar en el futuro, disfrutarse mutuamente sin compromisos ni dependencias mutuas, pero los sentimientos vuelan libres. Las cosas que decimos, las cosas que hacemos.

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'Crónica de un amor efímero': las ganas de irse a la cama con otra persona

Son gente normal con conflictos normales

Como suelen hacer casi todos los personajes del cine de Emmanuel Mouret, como hacían los de los cuentos morales de Rohmer, cómo hacían los de los retratos de Manhattan, llenos de delitos y faltas, de Woody Allen, Simon y Charlotte hablan mucho, muchísimo, de sus sentimientos y sus anhelos, y se cuestionan sus valores en voz alta, aunque no siempre con total sinceridad. Él insiste en sacar a su familia en cada conversación, no te hagas ilusiones, siempre atemorizado por si se descubre el pastel, siempre en conflicto con sus represiones. Ella parece dejarse llevar, naturalizando su acuerdo, subrayando que aquello va a durar lo que dure. Con una química bestial, que por ratos recuerda a la de Diane Keaton y Woody Allen en Annie Hall, las fabulosas interpretaciones de Vincent Macaigne y Sandrine Kiberlain capturan perfectamente las contradicciones íntimas de los personajes. Siempre sutiles, matizan con gestos y miradas, que por mucho que verbalicen y se expresen, la procesión va por dentro. Las cosas que decimos, las cosas que hacemos.

Con una química bestial, que por ratos recuerda a la de Diane Keaton y Woody Allen en Annie Hall, las fabulosas interpretaciones de Vincent Macaigne y Sandrine Kiberlain capturan perfectamente las contradicciones íntimas de los personajes

Pero hay un detalle interesante en la mirada del director y guionista: aquí, tampoco en sus anteriores largometrajes, cuestiona moralmente a sus personajes, otra cosa es que lo hagan ellos mismos. Mouret siempre los observa con cariño y amabilidad, los quiere porque, en realidad, son gente normal con conflictos normales. Crónica de un amor efímero es una película de contrastes, de paradojas, de ambigüedades: es ligera y profunda al mismo tiempo, confronta deseo y moralidad, placer y vínculos emocionales, compromiso con la pareja y fidelidad a los sentimientos, sexo salvaje y sexo sensible, tener fantasías y llevarlas a cabo (y estar a la altura). Las cosas que decimos, las cosas que hacemos.

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Crónica de un amor efímero es una pequeña joya que confirma la mirada sobre los sentimientos de su director

El arte de amar

Más allá de sus virtudes en la escritura de argumento y diálogos, existe también una estupenda voluntad juguetona de un Emmanuel Mouret cada vez más sofisticado a la hora de estructurar sus películas. Por poner tres ejemplos, en El arte de amar (2011) exploraba las posibilidades de las historias independientes aunque puntualmente cruzadas. En Las cosas que decimos, las cosas que hacemos (2020), casi a la manera de Las mil y una noches, proponía un engranaje de muñecas rusas, entrelazando diferentes relatos amorosos mediante flashbacks, recuerdos y larguísimas conversaciones. Y ahora se fija solo en las citas de la pareja protagonista, el único contexto en el que los conocemos y los vemos, en una suerte de vida paralela que tendrá un final sorprendente.

Elegante y delicada, sensible y lúcida, irónica y tierna, llena de encanto, a ratos melancólica, Crónica de un amor efímero es una pequeña joya

Elegante y delicada, sensible y lúcida, irónica y tierna, llena de encanto, a ratos melancólica, Crónica de un amor efímero es una pequeña joya que confirma la mirada sobre los sentimientos de su director como una de las más clarividentes del cine actual.