Que el perro es el mejor amigo del hombre se nos ha repetido por activa y por pasiva. Que el diamante es el mejor amigo de la mujer, no tanto, sólo el suficiente para dejarnos como unas materialistas perversas vestidas de rosa que tan sólo aspiramos a estar rodeadas de tipos ricos y peripuestos (la pobre Marilyn hizo lo que pudo). Como mucho y para que no nos quejamos mucho, el pack también puede incluir un Chihuahua pero siempre que sea regalado por ellos.

Entonces llega Rigoberta Bandini y Perra se convierte en la mejor amiga de todas las mujeres. La canción del alter ego de la catalana Paula Ribó sigue arrasando en las historias de Instagram y dentro del amor propio de cada una de nosotras. Podríamos decir que lo ha petado fuerte allí donde ha querido poner la garra: sin tener un álbum detrás, en menos de tres meses tiene más de un millón doscientas mil reproducciones en Spotify, tres remix y muchas hermanas unidas que hemos aprendido (vamos aprendiendo) a olfatearnos. Es cierto que hay muchos temas musicales feministas pero ¿qué tiene este de especial que ahora, por fin, ha hecho que estemos orgullosas de ser unas auténticas perras desenfrenadas?

Sin dueño ni bozal

Ponemos play. Una voz femenina susurrada, casi suplicatoria y con un diluido temor a la réplica empieza a hablarnos de perros que tienen perros, de comer pienso caro y del indescriptible placer de beber agua en un cazo. ¿Pero de que c*** nos está hablando Rigoberta?

Imagínate la escena. Como persona de aspecto humano es prácticamente imposible no verte de cuatro patas arrimada a un tarro de metal mientras sorbes haciendo ruido de bestia salvaje y ríes por debajo de la nariz porque por favor, quien debe querer ser animal pudiendo ser "decente". Dirán algunos, estoy segura, que es la imagen de la absurdidad y tendrían razón si no fuera porque algunas entendemos demasiado bien la anatomía canina por habernos comparado los machos – y nosotras mismas - desde que tenemos pelusa entre las piernas.

Y las tías que coreamos Perra hemos dicho basta: renunciamos al Chihuahua regalado y al insulto machista. No queremos mirarnos las unas a las otras con recelo y envidia barata mientras nuestra autoestima hace de escalón de otras. Esta es una canción que nos coge la mano y que ilustra tantas cadenas que arrastramos por culpa de un lenguaje sexista que nos oprime y nos confronta desde que Eva mordió la manzana. Un himno que se te engancha en las entrañas y te dice que somos una jauría sin dueño ni bozal, que yo nací para ser perra, que nadie nos puede prohibir ladrar.

Tenemos reproches de sobra y sería fácil musicarlos para hacer una canción exigente y victimista. Pero Perra no recrimina porque no le hace falta. Reivindica el empoderamiento de la mujer liberada en un condicional valiente que suena a presente y en un marco mental que durante tres minutos y treinta y cinco segundos casi consigue borrar el sistema patriarcal de nuestras vidas.

¡Quiero ser una fresca!

Que si yo ahora fuera perra (...) no tendría estos problemas de ansiedad (...) no estaría aquí llorando. Pues no, seguramente no. Está claro que la vida de las perras es más amable y menos compleja, de verdad que no sé por qué las mujeres hemos tardado tanto en ver que ser canina es una maravilla. ¿Será porque la RAE define perra como prostituta?

Y no es necesario ir tan lejos, en catalán machista también hay múltiples maneras de dejarnos a las mujeres por el suelo. Por ejemplo, pasa cuando nos animamos libremente el higo y nos dicen que somos unas frescas. Sí, todavía estamos así. Tampoco entiendo por qué si todo el mundo sabe que fresca es una verdura o una fruta, no una persona. Pero vaya, que a partir de ahora, si me dicen que soy una fresca, me sentiré como una col... ¡porque nadie me (¡nos!) puede prohibir brotar! La ra, la, la, la, la ra, la, la, la ra, la, la, la ra, ra, la ra la, la, la, la ra, la ra, la raaaaaa!