Estos días se proyecta en los cines Los caballeros blancos, del belga Joachim Lafosse. Se trata de una película de ficción, pero inspirada en los hechos de la ONG L'Arche de Zoé, que en 2007 intentó llevarse a 130 niños chadianos hacia Francia haciéndoles pasar por niños refugiados sudaneses. Una película que abre muchos interrogantes sobre las relaciones entre África y Europa, pero, sobre todo, entre el bien y el mal, entre la generosidad y la opresión. Una película que ganó la Concha de Plata a la mejor dirección en el festival de San Sebastián el año pasado.

Las cartas sobre la mesa

La gran virtud de la película de Lafosse es su falta de voluntad doctrinaria. Evita cualquier tipo de juicio previo: expone una situación complicada, con valoraciones éticas difíciles, con una gran complejidad, y deja que sea el público a quien valore por sí mismo como hacerlo. Presenta una serie de contradicciones e hipocresías, pero los personajes no son nada simplistas: muestran sus motivos al margen de cualquier maniqueísmo.

Producción artesanal

Podríamos tomar esta película, casi, por un documental. Lafosse trabaja con una gran economía de medios. Los caballeros blancos no es una superproducción de Hollywood: todo es reducido a la mínima expresión, de forma casi teatral. Entre los actores hay que destacar a labor del protagonista, Vincent Lindon, como coordinador del polémico proyecto. El filme transcurre de forma muy poco cartesiana: empieza con la llegada confusa de los cooperantes a una zona en guerra, y continúa con el vaivén de los cooperantes de lado a lado del país, de forma poco efectiva y anárquica. En un primer momento incluso es difícil saber quienes son y qué quieren hacer. Pero es esta estructura bien heterodoxa la que ayuda a transmitir de forma magnífica las lógicas un tanto caóticas de la acción humanitaria en una zona deprimida del África.

Cuestionamiento frente a propaganda

Buena parte de los cineastas, cuando abordan el problema de la cooperación, se inclinan sólo por la propaganda. El cooperante, en el cine de hoy, asume la figura de héroe blanco que antes se reservaba para el conquistador o para el colonizador. El caso de El Arche de Zoé generó mucha polvareda, pero fue rápidamente olvidado, clasificado simplemente como un excepcional caso de comportamiento abusivo en un sector modélico. La película de Lafosse va mucho más allá de estos discursos y nos obliga a preguntarnos sobre la ética del humanitarismo y sobre las conflictivas relaciones entre Norte y Sur.

El caso L'Arche de Zoé

El 25 de octubre de 2007, las autoridades del Chad interceptaron, en un pequeño aeropuerto del este del país, a un grupo de 103 niños que iban a ser embarcados en un Boeing 737 que se dirigía a Francia. Los niños iban cubiertos de vendas y fueron presentados como huérfanos heridos de la guerra del Darfur que iban a seguir un tratamiento médico en Francia. La realidad era otra: la mayoría de los niños tenían familia, y no procedían del Darfur, en Sudán, sino del propio Chad. En realidad no eran heridos, sino que se les había puesto apósitos para disimular. Y, evidentemente, no iban a recibir tratamiento médico, porque no estaban heridos, sino que iban a ser entregados en adopción a una serie de familias francesas que habían pagado a la organización por la recepción de los niños.

La reacción africana

La población del Chad reaccionó airada frente al intento de secuestro. El mismo presidente chadiano, Idriss Déby, acusó en los miembros de la ONG de llevarse a los niños africanos para redes pedófilas o para el tráfico de órganos. En todo el continente africano los medios de comunicación vieron en L'Arche de Zoé una nueva muestra de la prepotencia de los europeos frente las sociedades africanas. En algunos casos se equiparó el secuestro de niños a la esclavitud. Las sospechas más graves apuntan a una sociedad semipública francesa, Paris Biotech Santé, donde trabajaba un hermano de Sarkozy. Según algunos medios, Paris Biotech Santé era parte de la estructura organizativa de L'Arche de Zoé y podría haber usado a los niños chadianos para experimentos médicos.

El proceso judicial

Inicialmente la justicia chadiana imputó a los miembros de la ONG, a tres periodistas que estaban con ellos y a la tripulación española del avión que había ido a recogerlos (y que siempre negó tener conocimiento de las maniobras de la ONG). Después de varias presiones diplomáticas francesas, los periodistas y la tripulación fueron liberados; en cambio los miembros de L'Arche de Zoé fueron juzgados en Chad y condenados en diciembre de 2007 a 8 años de trabajos forzados y al pago de una indemnización a las familias. Por la presión del gobierno francés, fueron transferidos a Francia para cumplir su pena, que fue considerada equivalente a ocho años de prisión firme. Pero al cabo de tres meses el jefe de Estado chadiano, Déby, firmó un perdón presidencial, presionado por Sarkozy, y los condenados fueron liberados. Las familias de acogida, a pesar de todo, decidieron procesarlos por estafa y en 2010 se abrió un nuevo proceso en Francia. Después de varias apelaciones, los dos líderes de la ONG fueron condenados a dos años de prisión y L'Arche de Zoé fue disuelta.

Neocolonialismo francés

Chad siempre ha tenido fama de ser una neocolonia de Francia, que tiene tropas desplegadas en el país, y que en algunos casos han colaborado con las fuerzas del dictador Idriss Déby. Las fuerzas francesas establecidas en Chad colaboraron en varias ocasiones con L'Arche de Zoé, aunque los expertos en emergencias dudaban de su transparencia. Cuando estalló el escándalo, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, prometió a los franceses que llevaría de retorno a Francia a los implicados en el caso, en una muestra de soberbia clara, que fue muy criticada en África. Las presiones diplomáticas de Francia consiguieron que, finalmente, la pena por la estafa a las familias de acogida fuera superior a la pena por el secuestro de los niños. En realidad, la indemnización que estableció el tribunal chadiano, y que no se ha perdonado, no se pagó nunca. Pero el problema va mucho más allá. Si bien la acción de L'Arche de Zoé fue criticada por todas las organizaciones humanitarias, en realidad su discurso es deudor de un discurso compartido por muchas organizaciones de ayuda. La prepotencia de los que ayudan y pueden imponer su criterio a las poblaciones africanas amparándose en el estado de necesidad de los "negritos" no es exclusivo de la ONG francesa.

Sabor exquisito, 

La película de Lafosse se plantea los problemas de la cooperación desde el punto de vista de los miembros de la ONG y, en consecuencia, se preocupa muy poco por lo que piensan y hacen los africanos. De esta forma, los personajes africanos pasan por las cámaras de forma absolutamente despersonalizada, aunque la película se desarrolla en África. En consecuencia, el único dilema moral que nos presenta aparece sólo desde el punto de vista de los cooperantes europeos. Los africanos, o son niños, o no hablan. Y, inevitablemente, el debate moral que presenta Lafosse queda cojo, por falta de elementos de juicio. Y, a pesar de todo, se trata de una película de gran interés, un filme que vale la pena ver y que apunta directamente a las tinieblas de nuestro humanitarismo. Una película para pensar, más allá de los tópicos.