En 1970 el franquismo organizó el que tenía que ser el gran juicio contra ETA: el proceso de Burgos. 16 miembros de ETA comparecieron ante un consejo de guerra con el que el franquismo quería dar el golpe de gracia a la organización armada y recuperar prestigio internacional. Finalmente, seis de los acusados serían acusados a nueve penas de muerte. Los presos aprovecharon el juicio para denunciar los abusos del poder central contra el pueblo vasco, y decidieron, después de declarar, no reconocer al tribunal y negarse a colaborar con él. Este momento del proceso se puede revivir ahora gracias a la revista Sàpiens, que dedica el número de marzo al proceso de Burgos, con un artículo de Antoni Batista y sendas entrevistas al abogado Miguel Castells y a uno de los fundadores de ETA, Julen Madariaga. Este número incorpora una grabación del momento de la declaración de Mario Onaindia y del canto del Eusko Gudariak por parte de los presos. Con motivo de esta publicación, han convocado en el Museu d'Història de Catalunya, este viernes a las 19h, una charla con Miguel Castells, uno de los defensores de los acusados.

Una grabación clandestina

Todo lo que sucedía en la sala del Consejo de Guerra circulaba inmediatamente, porque había despertado mucha expectación. En el extranjero, la información llegaba a través de los artículos de los corresponsales enviados a Burgos. En Euskadi, a través de textos reproducidos con precarias máquinas multicopistas. Pero también hubo quien consiguió grabar, de forma clandestina, la sesión del tribunal. Y esta copia circuló de forma clandestina por Euskadi. Y una de estas copias es la que Sàpiens ofrece a sus lectores. Se trata de una grabación de 13 minutos donde se oye la declaración de Mario Onaindia (más tarde militante de Euskadiko Esquerra y del PSOE) denunciando que había sido torturado por la policía. En la grabación se oye como Onaindia es interrogado por Miguel Castells, con algunos choques con el presidente del tribunal. Ante la negativa del presidente a que Onaindia siga declarando, los acusados protestan y cantan el Eusko Gudariak (la tensión fue muy fuerte, porque algunos de los militares presentes llegaron a sacar los sables y las pistolas). Los acusados renunciaron a sus abogados defensores, como una forma de denunciar la arbitrariedad del tribunal.

Tiro por la culata

El franquismo había agrupado en un solo juicio a varios miembros de ETA, entre ellos dos sacerdotes, con causas pendientes muy distintas. Lo hizo con finalidades publicitarias: quería recuperar prestigio mundial mostrando la cara más perversa de ETA. Pero al fin, los militantes de ETA acabaron por convertir su proceso en un juicio al franquismo. Las nueve condenas a muerte produjeron una ola de protestas sin precedentes en Euskadi. En Catalunya, en Montserrat, un grupo de 300 artistas e intelectuales se encerraron en la abadía de Montserrat. Y a nivel internacional hubo un sinfín de protestas, con manifestaciones ante las embajadas españolas y protestas diplomáticas incluso del Vaticano. El Consejo de Ministros, finalmente, conmutó las penas. Lo que se había planteado como una prueba de fuerza del régimen acabó siendo visto como una muestra de su debilidad.