Cuando pensamos en los Países Bajos, nuestro cerebro nos traslada automáticamente a un campo de tulipanes con molinos de viento como telón de fondo. Y si bien es cierto que todos esperemos ver este paisaje si algún día viajamos, no solo de quesos y flores vive Holanda.

holanda - pixabay

Más allá de Amsterdam, en el sur del país, la región de Limburg se presenta como la menos holandesa de las 12 provincias que forman los Países Bajos. No sin motivo, los mismos holandeses aseguran -a menudo con befa- que los limburguesos tienen alma latina: no trabajan nunca con prisas, son cordiales de tipo y siempre están dispuestos a ayudar al vecino a que lo necesite. Quizás es porque, históricamente, fue un territorio dominado por población católica, porque disfrutan del sol casi todo el año, o porque aquí nació uno de los postres más típicos del país, pero el cierto es que Limburg ofrece al visitante la oportunidad de vivir una dulce experiencia más allá de los quesos de bola.

El pragmatismo gana la religión

Para conocer la región más meridional de los Países Bajos, el mejor punto de partida es Maastricht, su capital. La manera más fácil de llegar es en tren desde el aeropuerto de Eindhoven, aunque también hay otras fórmulas, como aterrizar en Amsterdam y conducir unas dos horas, o incluso volando a Bélgica o Alemania, ya que sus fronteras están junto a Limburg.

Además de pasar a la historia por el famoso 'Tratado de Maastricht', -el acuerdo que llevó a la creación de la Unión Europea- la ciudad es una de las más antiguas del país. Y no es difícil comprobarlo viendo la cantidad de iglesias, casas señoriales, murallas y monumentos que se amontonan en el centro histórico. Un paseo por sus calles será suficiente para qué veis reflejada una herencia de más de veinte siglos, en algunos de los edificios más emblemáticos de la capital, como la Basílica de San Servaas y el esglèsia de San Janskerk, una junto al otro, que presiden la plaza de Vrijthof. También de visita obligada es la plaza Markt Van Maastricht, donde está el ayuntamiento y donde todos los miércoles decenas de puestos de mercado muestran la cara más agrícola de esta región holandesa.

Ahora bien, los limburguesos, además de tener fama de simpáticos, son gente práctica y han encontrado una utilidad más funcional a las tantas iglesias que en su día se llenaban de feligreses y que hoy son meramente decorativas. Algunas, ahora son auténticos hoteles de lujo, de otras cervecerías, y la más pintoresca, la Boekhandel Selexyz Dominicanen se ha reconvertido en una espectacular librería con cafetería en su interior. El diario The Guardian, la catalogó en el 2008 como la librería más bonita del mundo.

Una esglèsia de Maastricht convertida en librería

Vlaai, el pastel holandés por excelencia

Pero lo que sí han conservado en Maastricht -cómo no podía ser de otra manera siendo Holanda- es su molino. La panadería Bisschopsmolen, que quiere decir 'El molino del Obispo', utiliza el mismo molino de agua desde el siglo VII para elaborar todo tipo de vlaai, el pastel más típico de Holanda. Así pues, si el paseo por el centro histórico os ha abierto el hambre, que mejor que hacer una parada al molino del obispo para degustar este tipo de empanada rellenado de frutas.

Molí del Bisbe

Se pueden encontrar de hasta unas ochenta de variedades, pero como los clásicos no mueren nunca, os animamos a probar la de cerezas, una fruta típica de la región de Limburg.

Vlaai de cerezas, el clásico pastel holandés

Dicen que los vlaai se inventaron como una manera de conversar el excedente de fruta durante el invierno, pero ha acabado convirtiéndose en el desayuno predilecto de los holandeses, aunque cualquier momento del día es bueno para comer un trozo. Todos los ingredientes que utilizan en este horno, excepto el aceite de oliva -que viene de Córdoba-, son 100% limburguesos.

A más de una amplia cafetería para probar todos los vlaai que nuestro estómago sea capaz de engullir, el establecimiento hace cursos de pastelería y visitas guiadas al molino que podréis reservar a través de su página web. ¡Además, si sois vecinos del barrio, os dejarán utilizar sus hornos!

La miel más pura

Si habéis quedado hartos de tanto vlaai, y de tanto monumento histórico, podéis respirar un poco de aire a las afueras de Maastricht. La región de Limburg no sólo es el hogar de la mayoría de árboles frutales que llenan los mercados de todo el país, aquí también nace la más pura de sus mieles. ¡Y nunca mejor dicho! Beeing Pure, que en inglés hace un juego de palabras entre bee -abeja- y be pure -ser puro- es una apicultura regentada por Kenny Essers, un amante de las abejas que os guiará por el fascinante mundo de la miel holandesa.

Un panal de las abejas de Kenny Esser

A diez minutos en coche, su granja de abejas está abierta tanto para conocer el funcionamiento de las colonias como para comprar toda come de productos relacionados con la miel. Kenny considera sus panales la forma más perfecto de comunismo, y es que las cerca de 240.000 abejas que viven allí trabajan cada día en perfecta armonía con un único objetivo: darle una miel de alta calidad que se vende sin filtros ni aditivos de ningún tipo.

Kenny Esser ensenyant un rusc tradicional

Si tenéis suerte, el día de vuestra visita podréis ver a algunos agricultores de la región, recoger las abejas que en Kenny les deja para polinizar los árboles de sus cultivos. ¡Como decíamos, en Limburg todo el mundo se ayuda!

Miel holandesa de Beeing Pure

Las páginas web que os ayudarán a perfilar vuestra escapada son:

https://www.exploremaastricht.nl/

https://www.visitlimburg.be/nl/experience

https://www.holland.com/es/turista.htm