Úrsula Corberó no es solo una actriz de éxito: es uno de los rostros españoles más reconocibles a nivel internacional. La catalana, nacida el 11 de agosto de 1989, pasó de ser una adolescente en Física o Química a convertirse en un icono global gracias a su inolvidable papel como Tokio en La Casa de Papel, la serie que dio la vuelta al mundo y la catapultó al estrellato. Desde entonces, su carrera no ha dejado de crecer. Ha trabajado en producciones de Hollywood como Snake Eyes o Lift, y se ha codeado con estrellas del calibre de Dwayne Johnson, Kevin Hart o Madonna. Pero, a pesar de los focos, los premios y las alfombras rojas, Úrsula nunca ha dejado de ser aquella chica sencilla que soñaba con actuar desde un pequeño rincón del Vallès Oriental.

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Porque antes de la fama, estuvo Sant Pere de Vilamajor, el pueblo donde creció. Un lugar de apenas cinco mil habitantes, rodeado de montañas, aire puro y caminos que llevan directo al Parque Natural del Montseny. Allí pasó su infancia, entre el olor a madera del taller de su padre, Pedro Corberó, carpintero de profesión, y las largas jornadas de su madre, Esther Delgado, comerciante, que siempre la animó a perseguir sus sueños. De hecho, fueron sus padres quienes se sacrificaron para pagarle clases de interpretación, canto y técnica vocal cuando la pequeña Úrsula apenas tenía 13 años y ya mostraba un talento natural frente a las cámaras.

Úrsula Corberó nunca olvida sus orígenes 

Su primer papel llegó ese mismo año, en 2002, con la serie Mirall trencat. Luego vino Ventdelplà, donde empezó a hacerse un nombre en la televisión catalana. Sin embargo, no todo fue fácil. La actriz ha contado en más de una ocasión las dificultades que vivió para llegar a Barcelona desde su pueblo para asistir a castings: “Vivíamos a 62 kilómetros de la ciudad y mi madre no tenía coche ni carné. Hacíamos autoestop para llegar al pueblo de al lado y coger el tren. Estuve un año entero sin que me cogieran para nada”, confesó. Una historia de perseverancia que demuestra que nada le ha sido regalado.

Hoy, su nombre figura entre las actrices más influyentes del panorama internacional. Sin embargo, Corberó sigue muy conectada a sus raíces. Habla con orgullo de su identidad catalana, de su lengua y de su tierra. A menudo se la ve paseando por Barcelona, disfrutando de su gente y de su ritmo mediterráneo. “Nunca olvidaré de dónde vengo”, ha dicho en más de una ocasión.

Sant Pere de Vilamajor, con su historia milenaria, sus restos romanos y sus calles tranquilas, sigue siendo su refugio. Allí empezó todo. Y aunque ahora su vida transcurre entre rodajes internacionales y estrenos de Hollywood, su corazón sigue anclado a ese rincón verde del Montseny donde una niña soñó, por primera vez, con ser actriz.

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