En el Siglo de Oro cuando se comía en abundancia era en los banquetes y los festines. En el día a día se comía lo que se podía. Se alimentaban a base de carne, aunque para todos los días solo era para los más poderosos, se cumplía religiosamente con la vigilia. En ese tiempo se ayunaba o se comían huevos o pescados, generalmente seco o en escabeche. Solo las personas con un alto poder adquisitivo podían pagárselo fresco. Con la divulgación de la azúcar mejoraron mucho los dulces.

Los criados, en las casas de los más ricos era algo común, no comían en esas viviendas, sino que se ocupaban que no les faltase de nada a sus amos. Solían comer guisados de hortalizas donde mojaban el pan en el caldo. Alguna vez los criados se saltaban las leyes y cuando servían a sus amos intentaban comer del mismo puchero, por ello se los inventaron con cerraduras.
Solo los apoderados eran los que mejor comían, las personas con pocos recursos económicos debían conformarse con patatas o huevos
Los cortesanos eran los que mejor comían, a la borgoñona. Se sentaban frente a una espléndida mesa repleta de alimentos. Entre los hombres y la mujeres también existían grandes diferencias, ya que solo los hombres tenían derecho a sentarse en una mesa con su silla, de forma cómoda porque trabajaban, las mujeres y los niños solo podían ponerse en cuclillas con un cojín en el suelo.
La ley de aquella época estipulaba que no se podía hacer provisión de alimentos así que todo el mundo estaba obligado a comprar a diario para alimentarse. Se despertaban a las seis de la mañana y se tomaban aguardiente y leturio que era una confitura de miel y naranja. A las ocho de la mañana tomaban torreznos asados, pan y vino.
A las 12 de la mañana era la hora del almuerzo. Comían la olla. Los campesinos no podían tomar nada hasta la hora de cenar. A las 18 de la tarde cenaban. Para ahorrar hacían una comida de aprovechamiento. Tomaban las sobras del mediodía o sino pan y queso.
Todo dependía del poder adquisitivo de las familias y la época del año.
