Luis Enrique Martínez es el único entrenador que le puede disputar cara a cara la condición de el mejor a Pep Guardiola. Los dos con el ADN Barça han hecho grande el fútbol. Lucho es el actual campeón de Europa con un equipo multimillonario pero que nunca antes de él había sido el rey europeo, ni con Messi, Neymar y Mbappé. Llegó el asturiano y el PSG es campeón. Ahora viene lo más difícil: aguantar la presión de seguir siendo el mejor, aguantar el ritmo de títulos. Pep lo alcanzó con dos Champions en el Barça y Luis Enrique casi lo igualó con una Champions. De hecho, Lucho ganó casi tanto como Pep en un año: Guardiola el sextete en su primer año y Lucho cinco títulos en el primer año. Todos excepto una Supercopa muy menor. Son dos genios, son muy queridos en el Barça, son muy odiados en el Real Madrid y también se parecen que son dos locos por el fútbol. A los dos les ha costado el pelo. Han perdido cabellos. Lucho ha tenido una castaña en bici que le hizo romperse la clavícula y ha reaparecido en la victoria del PSG este fin de semana rapado casi al cero muy cambiado:


Luis Enrique ha adelgazado, se ha cortado el pelo, canoso y despeinado que llevaba, y como buen triatleta se conserva fibrado y muy delgado, sin un gramo de grasa. Resultado fatal: el poco pelo blanco que le queda en el cogote y el cráneo pelado le pone muchos años encima. Su imagen en agosto antes del accidente previa a la operación y con todo el pelo era más joven. Las entradas que tenía ya no las tapa con el pelo de la frente:


A él todo le parece relativo, especialmente después de sufrir la peor desgracia que puede sufrir una persona: murió su hija Xana de 9 años por un cáncer en los huesos. En rueda de prensa ayer dijo en francés: "Cada vez que me pasa una cosa negativa a mi vida, intento ver lo que hay de positivo". Recordó aquella rueda de prensa cuándo se reincorporó a la selección española a entrenar después de morir Xana, un terrible día de agosto de 2019. Luis Enrique con el corazón en la mano. Silencio absoluto en la sala de prensa: "Tenía ganas de volver a recuperar la vida y volver a hacer lo que más me gusta, relacionarme con el fútbol, y demostrar a mi familia que la vida continúa. Se ha ido hablando, masticando. En esto de la muerte hemos leído sobre el duelo. Por desgracia todos lo vamos a vivir pero no por el orden que me ha tocado a mí. Hay mucho tabú y miedo. Es una pena pero hay que saber acercarse a los que sufren eso. No hay una regla. Cada uno lo hace distinto. Unos no quieren trabajar nunca más, otros al día siguiente. Hay quien quiere recordar a la persona a diario. Nosotros lo hacemos natural. Siento orgullo de cómo lo hace mi familia y de la entereza de todos ellos". Un hombre íntegro, un culé que triunfa en el mundo. Una persona muy admirada y querida.