La historia entre Loquillo y Alaska es la de una amistad que ha resistido cuatro décadas de música, ciudades, escenarios y cambios culturales. Una relación que el tiempo no ha erosionado. Al contrario: la ha vuelto más nítida. Más sincera. Hace apenas unos días ambos volvieron a encontrarse frente al público, compartiendo la electricidad de ‘Rey del glam’ y demostrando que la complicidad no entiende de calendarios.
Para Loquillo, Alaska es más que una figura clave de la música española. Es un símbolo. Un referente emocional. Así lo expresó en una charla con Los 40 Classic, grabada en la mítica sala Galileo Galilei, un espacio que parece hecho para hablar de memoria y de futuro. Allí, sin prisas y sin filtros, el artista repasó lo que ella ha significado en su vida.

Loquillo siente un vínculo muy especial con Alaska
El cantante la definió como la voz más lúcida de aquel torbellino cultural que emergió a finales de los 70. Un cambio que no solo remodeló la estética de una España que despertaba, sino su forma de hablar, de sentir y de rebelarse. Según él, Alaska no solo vestía distinto: pensaba distinto, y eso era lo realmente revolucionario. Sabía responder. Sabía provocar. Sabía defenderse en un mundo que todavía no estaba preparado para una mujer así.
Pero la entrevista dio un giro íntimo cuando Loquillo recordó algo que lleva años diciendo a quienes le conocen. Una frase sencilla, pero cargada de una ternura inesperada:
“Habría sido mi novia si hubiéramos vivido en el mismo barrio”.
No era nostalgia. No era pose. Era una constatación. Ambos, confiesa, se sintieron “raros” desde jóvenes. Y los raros, según él, se reconocen sin hablar. Se atraen. Se entienden.

Un amor que pudo ser y no fue
Recordó también su primer encuentro real, en 1980, en un concierto en Barcelona. A partir de allí construyeron una amistad que ha sobrevivido a todo: al éxito, a la crítica, a los estilos musicales, a las décadas. Con los años incluso pudieron grabar juntos, un deseo largamente aplazado que se hizo realidad gracias al mánager de Alaska, Pito.
Loquillo quiso remarcar algo más profundo: que Alaska no solo cambió la música, cambió la vida de muchas mujeres. Fue una pionera en un país que salía de la oscuridad. Una prueba viviente de que una chica podía ocupar un escenario sin pedir permiso. Un espejo para una generación que necesitaba referentes.