Durante más de dos décadas, han compartido escenario, casa y titulares. Alaska y Mario Vaquerizo forman una de esas parejas que, por excéntrica, genera más morbo que admiración. Y, sin embargo, su historia ha resistido a lo que muchas no soportan: el tiempo, los rumores y la exposición constante. No son una pareja cualquiera. Tampoco lo pretenden.
Cuando Mario apareció en el imaginario colectivo, muchos lo veían solo como “el marido de”. Pero pronto se ganó un lugar propio, con su personalidad eléctrica y su desparpajo televisivo, especialmente tras el reality que ambos protagonizaron en MTV. Allí, sin filtros, dejaron que el país se asomara a su mundo, entre discos de vinilo, flamencos de jardín y conversaciones de pareja que pasaban de lo absurdo a lo profundamente real en segundos.

Pese a estar cuestionada, la relación de Mario y Alaska es de lo más sólida
Años después, y pese a mantener una relación sólida, siguen siendo diana de especulaciones. Se ha hablado de crisis, de una supuesta relación abierta y, sobre todo, de la sexualidad de Mario, que nunca ha escondido sus maneras afeminadas ni su gusto por lo teatral. “No soy bisexual, si lo fuera, no estaría con mi mujer”, ha declarado sin rodeos. Pero lo que más le duele no es el chisme en sí, sino que se ponga en duda el deseo que siente por Olvido Gara, como si su imagen rompiera con la idea tradicional del hombre “deseante”.
Y en esa intimidad, Alaska ha sido clara: la pasión sigue viva. “Nos respetamos y nos dejamos espacio, pero también seguimos compartiendo la cama con ganas”, ha dicho sin tapujos. Lejos de ser un tabú, su vida sexual ha sido objeto de declaraciones directas y sin vergüenza. “Cumplimos muy bien los dos”, remataba Mario, zanjando así el debate.

El secreto está en el "equilibrio"
Su secreto, según ellos, no tiene nada de extraordinario: se trata de equilibrio, de dar aire sin perder el hilo, de saber cuándo reír y cuándo pedir perdón. Porque aunque Mario tenga un carácter “explosivo”, como reconoce la propia Alaska, también es de los que se olvida rápido de los conflictos, dejando a su pareja con la frustración a medio digerir. “Yo lo mataría durante 48 horas, pero él ya está en otra cosa”, bromea la cantante.
La idea de una pareja libre no encaja en su definición de amor. Han dejado claro que no lo han practicado ni lo contemplan. “Si alguna vez nos planteáramos eso, sería porque ya no sentimos lo mismo”, confiesan. Y no parece el caso.