Kiko Rivera, quien parecía haber retomado su carrera musical con energía renovada, se ve ahora envuelto en una nueva y explosiva polémica. No se trata esta vez de disputas familiares ni confesiones íntimas sobre adicciones, sino de acusaciones directas por parte de varias modelos contratadas para su nuevo videoclip, quienes han descrito una experiencia laboral que roza el maltrato.
Las declaraciones emitidas en el programa Fiesta han encendido las alarmas: largas jornadas desde las cinco de la tarde hasta bien entrada la noche, sin descanso, ni agua, ni comida. “A mí nadie me ofreció nada”, confesó una de las participantes, visiblemente molesta. Otra relató que incluso tuvieron que compartir una Coca-Cola traída por un acompañante, mientras el equipo de producción permanecía indiferente a sus necesidades más básicas.
Ambiente hostil y clasismo encubierto en el set musical de Kiko Rivera
Más allá de los problemas logísticos, lo que más ha impactado es la atmósfera de tensión y discriminación que varias modelos aseguran haber vivido en el set. “Había otras modelos que eran muy cercanas a Kiko y que tienen redes sociales como OnlyFans. Yo sentí que me miraban por encima del hombro”, dijo una de las jóvenes, dejando entrever un ambiente de favoritismo y exclusión deliberada. Las modelos aseguran que el trato diferencial era evidente: algunas recibían atención vip, mientras otras eran ignoradas por completo, creando una atmósfera tensa y cargada de incomodidad en el set. La falta de profesionalismo y humanidad en la organización del rodaje ha generado un auténtico terremoto mediático, con Rivera en el centro de la controversia.
Responsabilidad diluida: ¿culpa del artista o de su equipo de producción?
En medio del escándalo, Ricky García, colaborador del programa Fiesta, salió a matizar la situación. Afirmó haber consultado sobre el grado de implicación de Kiko en la organización del rodaje, y todo apunta a que la producción estaría detrás de los errores logísticos, no el artista en sí. Sin embargo, en estos casos, la figura pública es quien termina pagando el precio mediático, independientemente de su nivel de responsabilidad directa.
Frente al creciente revuelo, el DJ y cantante optó por una reacción cautelosa. Fue a través de la colaboradora Amor Romeira que Rivera hizo llegar su versión de los hechos. Según su testimonio, no tenía conocimiento alguno de las carencias o malos tratos sufridos por las modelos. “Yo soy ajeno a todo lo relacionado con la producción”, expresó, responsabilizando a las agencias y empresas contratadas para la logística del videoclip. Pero no se quedó ahí. En un tono molesto, Rivera también lanzó una crítica velada a los medios, acusándolos de utilizar su nombre para alimentar titulares polémicos.
Una afirmación que, aunque no del todo infundada, no ha servido para apaciguar los ánimos, sobre todo cuando las modelos afectadas siguen manteniendo firme su versión de los hechos. Esta nueva controversia llega en un momento en que Kiko intentaba reconstruir su imagen pública, tras años de conflictos familiares y revelaciones personales en platós de televisión. Sin embargo, el escándalo por las condiciones denunciadas en su videoclip puede suponer un duro golpe a su credibilidad artística y profesional.