Jordi Cruz no suele mirar atrás. Siempre proyectado hacia el próximo servicio, el siguiente reto o el nuevo plato, el chef catalán ha construido su carrera a base de disciplina y exigencia. Pero esta vez ha hecho una excepción. Y al hacerlo, ha dejado una confesión que ha removido más de una conciencia: su infancia en Barcelona estuvo marcada por la frialdad emocional de su padre.

La realidad es que detrás del cocinero meticuloso y perfeccionista hay un niño que creció intentando estar a la altura sin recibir demasiadas muestras de afecto. Jordi Cruz habla sin dramatismo, pero con una claridad que desarma. “Mi padre no era una persona cariñosa”, resume, sin rodeos. Y esa frase, tan simple, explica muchas cosas.

Una infancia sin abrazos ni consuelo

Y es que en casa no había espacio para el mimo. Su padre, Federico, cargaba con un pasado durísimo, había perdido a varios hermanos en la guerra, una herida que nunca cerró del todo. Jordi lo entiende ahora, con los años y la perspectiva. Pero eso no borra cómo se sintió entonces. De niño, cualquier error parecía culpa suya.

Jordi Cruz a Masterchef TVE

De este modo, el pequeño Jordi aprendió pronto a exigirse más que nadie. A no pedir, a no esperar, a no mostrar debilidad. La cocina acabó siendo refugio y escape, un lugar donde el esfuerzo sí tenía recompensa y donde las normas eran claras. Si trabajabas duro, salía bien. Si no, no. La realidad es que esa dureza forjó carácter, pero también dejó cicatrices. Jordi Cruz no señala, no acusa, pero tampoco edulcora. Reconoce que la falta de afecto pesa, incluso cuando se comprende el origen.

El gesto que llegó demasiado tarde

El momento más impactante de su relato llega con la despedida. Cuando su padre ya estaba muy enfermo, afectado por un Alzheimer devastador, Jordi encontró una carpeta escondida. Dentro, recortes de periódicos sobre su carrera. Críticas, entrevistas, fotos. Todo lo que nunca se había dicho en voz alta estaba ahí, guardado en silencio. Dos horas antes de que muriera, Jordi hizo algo que jamás había hecho: le dijo que lo quería. No sabe si lo entendió, no sabe si llegó a escucharlo de verdad. Pero lo dijo. Y para él, eso lo cambia todo.

Así pues, Jordi Cruz sigue cocinando con la misma precisión de siempre. Pero ahora sabemos que detrás de cada plato hay también una historia de carencias, de silencios y de afectos guardados en carpetas. A veces, el mayor éxito no es una estrella Michelin, sino atreverse a decir “te quiero” antes de que sea demasiado tarde.