Joaquín Sabina ha decidido bajarse del escenario, pero no de todos sus vicios. A los 74 años, con la gira de despedida ya en el retrovisor y la etiqueta de “jubilado” colgándole del cuello, el cantautor de Úbeda vive una etapa tranquila, doméstica y sin horarios. O eso parecía. Porque lejos de los focos, Sabina ha vuelto a intensificar un hábito que siempre lo ha acompañado y que en más de una ocasión estuvo a punto de pasarle factura definitiva.

La retirada le ha dado tiempo, mucho tiempo. Sin conciertos, sin aviones y sin la presión de cumplir fechas, el artista se mueve ahora a otro ritmo. Y es ahí donde el tabaco ha vuelto a ganar terreno. Nunca lo dejó del todo, pero ahora fuma más. Bastante más. Sin ensayos ni estudios de grabación que lo limiten, el cigarro vuelve a ser una extensión natural de sus dedos.

El cigarro, ese compañero que nunca se fue

Sabina siempre fue extremo, incluso para los estándares del rock. En sus años más salvajes podía fumarse hasta cuatro paquetes diarios de Ducados, una barbaridad que asustaba hasta a las propias tabacaleras. De hecho, hubo una idea que define bien el personaje: una cajetilla personalizada con su apellido en lugar de la marca. La propuesta murió antes de nacer. Era demasiado, incluso para ellos.

Joaquín Sabina

Y es que el tabaco no era postureo ni estética de cantautor maldito. Era rutina, inspiración, refugio y una amenaza. Su salud ya le dio avisos serios en el pasado, golpes que lo obligaron a frenar, a cuidarse más, a bajar revoluciones. Pero ahora, con la jubilación como excusa y la vida más relajada, el freno parece haberse aflojado.

Jubilado, sí, domesticado, no

Quien pensara que Sabina iba a convertirse en un jubilado ejemplar, de paseos largos y manzanilla por la tarde, no entendió nunca al personaje. Él sigue siendo él, aunque sin micrófono. Fuma más de lo que debería, según quienes le rodean, y no parece especialmente preocupado por ello. Lo vive como parte del pack, como algo que va con su forma de estar en el mundo.

La realidad es que Sabina ha cambiado de escenario, pero no de esencia. Ya no canta “19 días y 500 noches” ante miles de personas, pero sigue escribiendo, observando y fumando como siempre. Quizá más. Quizá demasiado. Así pues, jubilado sí, retirado también… pero domado, nunca. Porque Sabina, incluso lejos del foco, sigue jugando con fuego. Y con humo.