A sus 81 años, Joan Manuel Serrat sigue siendo una figura imprescindible. Un referente cultural que trasciende generaciones, idiomas y fronteras. Puede que ya no pise los escenarios como antes, pero su voz, la de sus ideas, su memoria y su visión del mundo, continúa resonando con fuerza. El Nano, como le llaman con cariño, no vive una retirada. Vive una etapa distinta, lúcida y profundamente humana. Y lo deja claro: no está dispuesto a renunciar a su derecho a ser visible, ni a su utilidad como ciudadano.

Nacido en Barcelona el 27 de diciembre de 1943, Serrat creció en el barrio del Poble-sec, donde empezó a forjarse su sensibilidad artística. Con los años se convirtió en un creador total: cantante, compositor, poeta, guitarrista y también escritor. Sus influencias son tan amplias como su obra. Desde Machado, Miguel Hernández o Lorca, hasta los ritmos de Latinoamérica, el tango, la copla o el folclore catalán. Su papel dentro de la Nova Cançó lo situó como una voz decisiva en tiempos de cambio.

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Joan Manel Serrat

A pesar de los premios recibidos, Serrat solo se queda con lo esencial

Serrat también fue un puente cultural entre España y Argentina, país que lo adoptó con devoción. Allí sus poemas se convirtieron en banda sonora de generaciones. Tanto así que su figura acumula doctorados honoris causa, premios literarios, y reconocimientos como el Grammy Latino Persona del Año 2014. Pero él nunca se deja impresionar por los honores. Prefiere hablar de lo esencial, de la vida misma, de ese misterio que observa con ironía, ternura y lucidez.

Desde 2022, Serrat se mantiene alejado de los conciertos, pero no del mundo. En un reciente diálogo público con la periodista Rosa Maria Calaf, reflexionó sobre el paso del tiempo y la vejez. Lo hizo sin dramatismos, con esa mezcla de guitarrista de barrio y filósofo cotidiano que lo define. Asegura que la vida ha sido “muy generosa” con él. Ha tenido dudas, miedos y certezas breves. Pero, sobre todo, siente gratitud.

Joan Manuel Serrat   Gtres
Joan Manuel Serrat Gtres

Serrat se resiste a dejar de ser útil

Su crítica a la sociedad actual es contundente. Denuncia cómo se empuja a los mayores hacia la invisibilidad, quitándoles trabajo, espacio y hasta los mapas para orientarse. Pero él se rebela: “No pienso renunciar a mi visibilidad”, afirma. Y añade que seguirá siendo un ciudadano útil, dispuesto a participar en lo que le entusiasme y a rechazar lo que no le convenza.

Afirma que no le escribirán unas memorias, porque “las cosas más divertidas no se pueden contar”. Prefiere vivir. Prefiere seguir sintiendo la maravilla de la vida. Y, sobre todo, defender valores en tiempos en los que la sensibilidad, la solidaridad y la justicia parecen cuestionadas.